Cuando viajé a Roma para asistir a la misa inaugural de su pontificado, en marzo pasado, Jorge Bergoglio me pidió que difundiese en Argentina la vida y obra de María Antonia Paz y Figueroa, conocida como Mama Antula, la laica consagrada cuya causa de beatificación él desea promover, de cara al Bicentenario de la Declaración de nuestra Independencia.
María Antonia Paz y Figueroa, Mama Antula
Por la Casa de Ejercicios Espirituales que ella fundó en Buenos Aires, en la calle Independencia al 1100, pasaron casi todos los hombres de Mayo y otros próceres de nuestra historia.
Hace unas semanas, el Santo Padre me envió una carta, reiterándome su interés en esta causa. Fue él quien en 1999 volvió a promover este proceso de beatificación y nombró una comisión de historiadores para reunir toda la documentación necesaria.
El 26 de septiembre pasado, el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Mario Poli, ofició una misa en la Iglesia de la Piedad (Bmé. Mitre y Paraná), al cumplirse 100 años del traslado de los restos de María Antonia a ese templo donde descansan desde entonces.
El 1º de octubre el diario L’Osservatore Romano publicó una reseña sobre la vida de María Antonia. Esta es la traducción:
Mama Antula y Papa Francisco
Deseo yo también la rápida beatificación de María Antonia”, escribió el Papa Francisco, agregando que ya había “hecho varias gestiones ante la Congregación por las Causas de los Santos”, con ese fin. La carta manuscrita [fue] recibida por Luisa Sánchez Sorondo, descendiente de la candidata al altar cuyo decreto de beatificación fue firmado por Benedicto XVI en el mes de mayo de hace dos años. Nacida en 1730, Mama Antula –el nombre con el cual María Antonia de Paz y Figueroa es conocida por todos- transcurre su vida en una pobre región del norte de la Argentina difundiendo los ejercicios espirituales, después de que, con sólo quince años, se acercó a los misioneros de la Compañía de Jesús. La joven mujer reunió pronto en torno suyo a un grupo de muchachas iniciando un proyecto de vida en común, oración y obras de caridad en estrecha colaboración con los jesuitas. Y cuando, en 1767, la Compañía es expulsada de la Argentina, Mama Antula recorre todo el norte del país atendiendo sus obras, acompañada sólo por una cruz de madera, símbolo de austeridad y amor por Jesús. En una carta de 1788, Ambrosio Funes (virrey de Navarra y capitán general de Cuba y de Cataluña) escribía que en sólo ocho años Mama Antula había realizado ejercicios espirituales para unas 70.000 personas. Grande fue pues la urgencia de encontrar una casa dedicada expresamente a la predicación, propósito que se realizó cuando la mujer obtuvo en donación un terreno. En 1779 Mama Antula partió para Buenos Aires, donde vivió por los siguientes veinte años, fundando allí la Casa de Ejercicios Espirituales, todavía existente y en funcionamiento. Allí murió el 7 de marzo de 1799. Hay un aspecto particularmente interesante de la existencia de Mama Antula, y es el relativo al importante rol que, de hecho, ella llegó a tener en la Iglesia de su tiempo. El obispo de Buenos aires, monseñor Sebastián Malvar y Pinto, emitió incluso una disposición al clero según la cual ningún seminarista podía ser ordenado sin que Mama Antula no hubiese certificado ‘su comportamiento’ en los ejercicios.
Presentación del sitio web de María Antonia
Sitio oficial