El equipo que dirige Marc Wilmots llegó a Brasil con la intención de dar el golpe. Su extraordinario trabajo en el Grupo A de la Eliminatoria de la UEFA, junto con el armado de figuras internacionales que mezclan juventud con experiencia, y la debilidad de su rivales en la primera fase, son argumentos suficientes para suponer que los “Diablos Rojos” llegarán a las instancias decisivas de la Copa del Mundo.
A días de debutar ante Japón, por el Grupo H del Mundial ‘98, en la concentración argentina surgió una versión que paralizó al país sudamericano. Fiel a su estricto estilo, Daniel Passarella le había solicitado al cuerpo médico “albiceleste” que realice un control a sus jugadores para evitar un escándalo, como el que había ocurrido cuatro años antes, en el que Diego Maradona había sido excluido del torneo de Estados Unidos por el consumo de efedrina. Los resultados no fueron los esperados y, según un programa televisivo, a Juan Sebastián Verón le habían detectado cocaína.
En un país en el que el fútbol no está en los primeros planos se organizó la decimoquinta edición de la Copa del Mundo. Deportes como el básquet, el béisbol, el boxeo, el fútbol americano y hasta el hockey sobre hielo generan más atracción para el público local. Sin embargo, el certamen organizado por el país del norte registra el récord de asistencia en las nueve sedes que albergaron a la cita mundialista, totalizando casi 3.600.000 personas, a un promedio cercano a los 69.000 espectadores por partido.
