Una noche en la Once. Cap. 5

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Entrega N° 48

Una noche en la 11

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Capítulo 5.

El Michi era demasiado flaco, pálido y ojeroso, pero en la oscuridad total de la escuela vacía, resultaba buena compañía. Hablaba mucho, eso sí, como Roberto, y utilizaba muchas palabras que Larry no comprendía y que, por primera vez en su vida, lamentaba no entender. Seguramente, Esteban, el que se sacaba 10 en todas las materias y era siempre abanderado, entendería lo que estos decían. O Laura, la escolta, agrandada y estirada, toda vestida con ropa de marca y tan linda que era una tortura tratar de no mirarla. Se puso colorado al pensar en Laura. Pegó un salto al escuchar la risa del Michi cargándolo.

 

Una noche en la 11

Una noche en la 11

 

_ Esa mina no te va a dar nunca ni bola si seguís haciéndote el vivo y mantenés la cabeza hueca…

Larry lo miró asombradísimo. ¿Habría estado hablando solo en lugar de pensar? Si lo de Laura no lo sabía nadie, ni su propia almohada… Se había dedicado a insultarla, a empujarla, a tirarle las hojas y a humillarla de todas las formas que se le habían ocurrido desde 1er grado para que no se dieran cuenta de que le gustaba…

_ ¿Qué mina? ¿Qué sos, adivino?

_ Algo así_ contestó Michi, misteriosamente. Además, Larry, sigo tus pasos desde que pusiste tu piececito por primera vez en este edificio, piececito que, obviamente, ha crecido… ¡y cómo!

 Larry no pudo evitar ponerse otra vez colorado. Su estatura desmesurada lo avergonzaba, sus pies parecían no parar de crecer y se chocaba con todo, pisaba a todo el mundo, derribaba sillas, mesas, gente; era la torpeza personificada. No era su culpa. En menos de un año había pasado de ser un chico normal a una especie de adulto con cara de chico, se había llenado de granitos imposibles de tapar por más flequillo gigante que se pusiese, su pelo rojo y enrulado no ayudaba en nada y solía revolverlo todo y echárselo sobre la cara para que no lo viesen. Su abuela no había tenido plata para pagarle la ortodoncia que todos los dentistas que había visto habían recomendado con seriedad extrema, y ahí estaba, con la cara brotada como un choclo, los rulos rojos todos enredados sobre la cara, los dientes torcidos apuntando para todos lados, chocando la cabeza contra los marcos de las puertas de lo alto que era y calzando 45. Un desastre. Cómo lo iba a mirar siquiera, la hermosísima Laura…

 _ No sos un desastre, Larry. Sos un adolescente. Estás creciendo, y a todos los adolescentes les pasa. Lo único que deberías hacer es poner un poco de voluntad y mejorar… Por ejemplo: podrías bañarte todos los días. Laura lo apreciaría, y los demás también…

A Larry, Michi ya le parecía, a esta altura, INSOPORTABLE. Odiaba a Michi. Se dio vuelta y le gritó: 

 _ Cortala, chabón, no sé quién sos pero ya me cansaste, qué te pensás. Yo me baño cuando quiero, y qué te hacés el que sabés de mi vida si ni te conozco, sos más fantasma…

 Michi sonrió y le dio unas palmaditas en el hombro. 

 _ Tranquilo, amigo. Ya llegamos al patio. Primero te voy a mostrar a la Adoquinada, después el paredón del Enamorado Eterno y después, apenas nos queda tiempo para llegar a la función del salón de actos, así que no peleemos, que la noche no es tan larga como parece y acá hay mucho que ver. Mirá fijo para allá y la vas a ver.

_ ¿Al qué y dónde? ¿El qué?

_ Le decimos la Adoquinada porque lleva tanto tiempo acá que nos olvidamos del nombre. Su tarea es llevar los adoquines que están al lado de la entrada del otro patio hasta el borde del paredón y, una vez que ya tiene una linda montaña, ir arrojándolos hacia el otro lado.

_ ¿Pero eso no es peligroso? Digo, si hay alguien del otro lado del paredón se podría ligar un adoquín en el medio de la cabeza …

Larry parecía haberse vuelto juicioso con el pasar de las horas de la noche de la 11. Michi sonrió divertido, pero no se lo hizo notar.

_ Sí, claro que es peligroso. Y era peligroso. El día que a la Adoquinera se le ocurrió que sería gracioso hacer el experimento no pensó en el Terciario que funcionaba al lado de la 11. Tiró el adoquín con todas sus fuerzas, haciéndose la fortachona delante de sus compañeras de 2do año. Y le dio en pleno cráneo a una pobre chica que estudiaba para maestra en el Instituto de al lado.

Larry miraba el patio pensativo. Estaba oscuro, pero menos que el interior de la escuela, ya que una luna considerable iluminaba la escena en forma algo fantasmagórica. La Adoquinera se parecía a Marta, a Claudia, a Mariela, a cualquiera de sus compañeras. Iba y venía con andar de laboriosa hormiga, con una expresión de pesar en su rostro, una expresión de pesar casi plagado de indiferencia. Hacía su montículo de cuadrados grises y luego, uno a uno, comenzaba y recomenzaba a arrojar el peso. Asombrosamente, la montaña que la esperaba allá lejos, a unos metros, no parecía disminuir cuando ella tomaba los bloques. El trabajo debía ser agotador, pero ni una gota de sudor corría por el rostro de la anónima chica.

_ Los más cultos le dicen Sísifo. Su tarea consiste en levantar adoquines, acumularlos y arrojarlos, hasta que el director lo decida.

Pero Larry ya paseaba la mirada por otros lugares del patio. Las paredes, cubiertas de murales coloridos durante el día, ostentaban algo parecido a letras escritas con aerosol. “Anto te amo”, decía la 11, “Anto te amo”, gritaban todas las paredes y paredones de la 11. Un chico alto y flaco, también de guardapolvo, pintaba con seriedad cada espacio vacío, cada segmento de pared, cada vestigio de blanco. Y mientras pintaba un paredón, el otro se despintaba como si la tinta se derritiera o se desvaneciera… o se volviera invisible.

_ Muy poético. Como el amor: intangible_ dijo el Michi. Ése es Yony, y su tarea es declarar su amor a Antonela hasta que le levanten la sanción. Parecería un daño mínimo el que hizo, ¿no? Él sólo se trepó por las paredes de la 11 en la década del 90 para pintar unos graffitis para su novia, esperando sorprenderla al otro día. Se cayó del paredón y ahí empezó la sanción. Porque el amor no es cosa que pueda a tomarse a la ligera, y menos cuando es amor adolescente. El corazón a los 15 años palpita y siente como un corazón virgen de desconfianzas, de amarguras, de reparos, de traiciones. El corazón adolescente es nuevo en el amor, y Yony inauguró el de Anto, su chica, causándole una herida tremenda que no se cerrará fácilmente. El director fue claro: el día que esa mujer deje de recordarlo, las paredes dejarán de borrarse y podrá finalizar su tarea. Pero ella recuerda, y recuerda, y recuerda… Pero uy, ¿escuchás, Larry? Me distraje demasiado, corré que vamos a perdernos el comienzo de la función del salón de actos y no vamos a conseguir asiento, dale vamos.

El Michi tomó de la mano a Larry y lo arrastró por el pasillo, mientras éste se sentía como un largo y flotante barrilete rojo…

 

Continuará… y finalizará el próximo viernes

 

Una noche en la 11 es un relato contado en 6 capítulos. Leé la última parte el viernes, cuando actualice #ProyectoPibeLector

 

 

Imagen: Adriana Lara.

 

 

 

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Solita por la calle

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45. Solita por la calle

 

La nena es la mimada de la casa. Primera nieta, primera hija. La alegría del hogar.

La familia gira en torno a sus horarios, sus actividades, sus deseos, sus gustos. Como una flor delicada, ella crece saludable y sana, inocente y a salvo.

A los doce años, la nena quiere ir a pileta libre. Argumenta larga y consistentemente. Dice que ya está grande para jugar en la colonia, que se aburre. A su mejor amiga la van a dejar ir.

Piranesi. Carceri XIV

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Con olor a mandarinas

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42. Con olor a mandarinas

Los pasillos del barrio son su privilegio: nadie osa entrar por ahí. Ni la gente “de afuera”… ni los médicos, remiseros, taxistas, deliverys, policías, bomberos. Los miran desde lejos, desde arriba de los puentes, desde el confortable asiento de sus autos. Están protegidos por lo intrincado y por el miedo.

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van Gogh: “Naturaleza muerta”

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Lecciones de pirotecnia

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38. Lecciones de pirotecnia

Las calles son de asfalto y están ornamentadas por zanjas de agua verde esmeralda, olorosa. En mi barrio, las calles son de tierra y en las zanjas hay totoras y profundidad suficiente para pescar ranas con la mano. Es diferente el olor. Año nuevo en la casa de mi abuela tiene un hálito de mejora social: hay un arbolito de navidad más alto que yo, dos turbos que no hay que apagar a cada rato para ahorrar electricidad, un cristalero celeste, postre helado y salame de chocolate.

Jackson Pollock: "Convergence"

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Qué hacer en caso de pibe que rebota

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14. Qué hacer en caso de pibe que rebota

Folleto informativo hallado en la sala de espera de una salita de primeros auxilios


INTRODUCCIÓN:

Existen los pibes que rebotan.

Algunos tienen la suerte de nacer en el seno de familias amorosas y atentas, que detectarán de inmediato que su niñito no deja de rebotar y lo abrazarán fuertemente, le darán té de tilo, lo llevarán a practicar básquet, a estudiar batería, a la iglesia o al pediatra. La familia en primer lugar y, luego, las señoritas, los profesores, los especialistas, harán las veces, para él, de suave y elástica red contenedora, juntos, unidos, acompañando su crecimiento. Para ellos, el futuro será más que promisorio. Serán eximios artistas, deportistas, profesionales exitosos, escalarán el Everest. Esos jovencitos no nos preocupan en absoluto.

Otros pibes no tendrán esa suerte. A pesar de que el sentido común indique que todas las familias son amorosas y atentas, en la realidad eso no sucede. El niño, entonces, no dejará de rebotar; como si fuera el pato Lucas, dará tumbos para el deleite de sus espectadores y desesperación de los adultos transitoriamente responsables. Lo hará entre redes improvisadas, nada elásticas ni suaves, o sin red.

Nota: Cabe destacar que, como no todo es blanco ni negro, en el medio existe una serie de matices que ayudará o entorpecerá la situación de los rebotes. 

 

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