Wasapeame la papariola

PROYECTO PIBE LECTOR es un blog de FICCIÓN. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

26. Wasapeame la papariola

El siguiente texto es una adaptación de una conversación por chat. Se han reemplazado palabras y símbolos con el fin de volverla inteligible. Los nombres de sus protagonistas se mantendrán en reserva, porque son menores de edad. 

_ Hola

_¿Quién sos?

_ ¿Vos, quién sos?

 _ Ése es mi número de teléfono, tenés mi celular, ¿quién sos? 

_ Y quién voy a ser, gatoooo.

_ ¿Cómo supiste este número? ¿Cómo que “quién voy a ser”? Gato tu vieja, loco, ¿quién sos?

_ Eeeeh, no agredas, gato. Quién voy a ser, pibe, soy el de la semana pasada, el que te sacó el celular. Tengo algunas preguntas.

WhatsApp. Imagen tomada de internet

WhatsApp. Imagen tomada de internet

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Esta Chica, la Renga del destornillador

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24. Esta Chica, la Renga del destornillador

A Esta Chica, con dieciséis años y varios capítulos de CSI como experiencia en criminalística, el plan le había parecido perfecto. Lo había soñado, pensado y repensado, imaginado, dibujado, ensayado ante un espejo y con una almohada. Le había buscado la quinta pata al gato, el pelo al huevo: era una genialidad. En la “Libreta-bitácora de planificación del asesinato” hallada entre sus objetos personales, en la primera página, se puede leer:

 . La vieja Casilda tiene más de noventa años, no tuvo hijos y vive sola en semejante casa

. Para qué va a necesitar una vieja semejante casa; en cualquier momento se muere y no tiene herederos. Sería un desperdicio. 

.Esta vieja es de las que no se mueren nunca. No queda otra solución que apresurar las cosas para poder ocuparle la casa. Nadie se va a dar cuenta porque hace años que casi ni sale y los vecinos que la conocían ya están muertos de viejos, como Dios manda.

"La Renga del destornillador" Proyecto Pibe Lector

“La Renga del destornillador” Proyecto Pibe Lector

  

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El Fierro, Latícher y la rata

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16. El Fierro, Latícher y la rata

(chat estilizado)

 

Estoy con mi primo, en Entre Ríos. Supe que baleaste una rata, contame.

Holaaaaaaaaa!! Si ya sabés para qué te voy a contar. Qué hay allá.

Contame que mi primo no me cree.

Qué no te cree.

Lo del fierro.

Eso es lo de menos. Martínez me andaba molestando y ya le había dicho a todo el mundo que me iba a agarrar, con los pibes del barrio de él y todo. Así que fui y le dije a mi padrino qué hacía y me dio el fierro, pero no andaba.

¿Era de mentira?

"Noche estrellada sobre el Ródano" Vincent van Gogh

“Noche estrellada sobre el Ródano” Vincent van Gogh

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Qué hacer en caso de armas

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12.

Qué hacer en caso de armas

El siguiente, es el “Protocolo a seguir en caso de presencia de armas en el aula” de la Isla del Alumno Autodidacta:

A continuación, se explicitan los pasos a seguir obligatoriamente por el personal docente para cada caso ejemplificado: (nota: En el Anexo III pueden verse los pósters desplegables para cada uno de ellos)

. El alumno/a ha sacado una ametralladora de su mochila, un fusil FAL o algo que puede ser, presumiblemente, un arma láser antiaérea:

a) Controle sus nervios. Recuerde: usted es un/a docente. En el caso de que experimente ganas de gritar como un desesperado, de salir corriendo del aula gritando “auxilio”, desmayarse o cualquier reacción inapropiada para la situación, diríjase inmediatamente a un rincón del aula y cuente hasta diez. Únicamente se considerará legítimo que levante la voz para llamar a otro adulto perteneciente a la institución, ya que no es conveniente permanecer a solas con los educandos en estos casos. El otro adulto, preferentemente un auxiliar por su general robustez, podrá abofetearlo/a para hacerlo entrar en razón si padece una crisis nerviosa, pero ocultando el golpe tras un pañuelito de papel, para que los alumnos no se impresionen por la escena violenta, y evitando el ruido del golpe, ya que lo auditivo también puede afectarlos.

Imagen: Mix by Whiteout

Imagen: Mix by Whiteout

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“El momento en que te hiciste mujer”

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10. “El momento en que te hiciste mujer”

El juego consistía en formular preguntas en papelitos, arrugarlos y luego ir sacando de a uno, fingir sorpresa y escribir brevemente, contestando “la verdad”.  ”¿Cuál fue el momento más terrible de tu vida?”, “¿Tu mayor miedo?”, “¿Tu deseo más secreto?”; pasaban las frasecitas y matábamos el aburrimiento entre chicas, durante las horas libres en la nocturna. “El momento en que te hiciste mujer”. Nos habíamos reído, pudorosas. No recuerdo a quién le tocó contestar. La jornada finalizó como todas, pero entre las hojas que quedaron sobre mi mesa apareció una con el siguiente relato, escrito con caligrafía extraña. Si es verídico, hasta ahora no lo he podido saber (de lo que tengo certeza es que ninguna de las presentes lo hubiera escrito de esa manera). Transcribo la historia; la he corregido apenas ( han pasado tantos años que no creo cometer una indiscreción al publicarla):

Ilustración: Aylén Giraudo

Ilustración: Aylén Giraudo

“Cuando estaba en tercer año de la primaria, me enfermé gravemente. En la escuela pidieron explicaciones y certificados médicos; no hubo manera de ocultar que había pescado un virus raro en un avión. Se armó un escándalo considerable cuando las señoritas se enteraron de mis viajes, y terminé de buenas a primeras en otra institución. Según mis recuerdos, asustada ante el enojo de mi mamá, prometí guardar nuestro secreto.

En esa época no me importaba mucho: diferentes lugares, diferentes compañeras. Yo pensaba que era normal, que todos tenían valijas y bolsos, se subían a aviones, la gente nunca llegaba a conocerse del todo. Las personas eran buenas. Si me sentía sola, bastaba con preguntarle a alguna chica: “¿Querés ser mi amiga?”. La amistad duraba un rato de plaza o de conversación sobre ropita de muñecas y nada rompía la armonía de estar siempre atravesando algo… de estar en proceso, en tránsito, llegando a algún lugar.

La maestra de quinto se dio cuenta. Ella era más atrevida, más curiosa que las demás. Leyó con atención uno de mis trabajos prácticos y afirmó en voz alta que era un hermoso hotel el de mi descripción. Entré como un caballo. Dije: “Sí, es el de España”. Por primera vez tomé conciencia de que lo único que conocía de ese país, era el hotel. El mismo, catorce veces (infinitas, para mí).

_ ¿Y te gustó la comida de allá?

_ ¿Hacía frío?

_¿Cómo andaban vestidas las chicas por la calle?

_¿Fuiste a ver algún museo?

_¿Es verdad que hay toros corriendo sueltos por las plazas?

_¿Se le entiende a la gente cuando habla?

Nada. Ni la posibilidad de inventar respuestas para ellos, para mí. Descubrí que mi cabeza estaba absolutamente vacía, que mi vida consistía en dar la mano para cruzar la calle, abrigarme bien en invierno y armar la mochila, que sólo yo conocía la palabra pasaporte y que algo raro había en el tema de los viajes como para que mi mamá no me dejara decir nada y mis recuerdos se limitaran a una habitación de hotel.

El día que nos detuvieron en el aeropuerto, la despiadada mujer que me trajo un vaso de agua me explicó por qué era malo para mí “ser mula”. Ése fue el preciso, el exacto momento, en que me hice mujer. Entendí que mi mamá me estaba haciendo algo innombrable, adiviné su vergüenza indigna. Finalmente, comprendí.

No la perdoné en ese momento, no la perdono ahora. El final de mi infancia coincide con el nacimiento de mi desprecio por los adultos, con la repugnancia que me inspiran sus traiciones, infamias que los niños son incapaces de cometer.  El final de mi historia es tan banal que opaca el relato: me detuve finalmente, dejé de ser cosa al mismo tiempo que niña, pasé a ser persona y me limito a vivir.”

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En la puerta de la escuela, el Paco espera

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9. En la puerta de la escuela, el Paco espera

La primera vez que lo vio era un cachorrito; salía de una caja de cartón, debajo del banco de una plaza. Le pareció feo y defectuoso, rengo, con la panza desmesurada por los parásitos, perfecto. Dejó de mirar hacia adentro, interrumpió el monólogo interior miserable y odioso, se detuvo para ver al perro. Bastó con un chiflido. Juan Moreira lo miró, movió la cola, caminaron y crecieron juntos a partir de ese momento.

 

Ilustración: Aylén Giraudo

Ilustración: Aylén Giraudo

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Es bullying, no bowling, ¡bruto!

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8. Es bullying, no bowling, ¡bruto!

El de Filosofía es nuevo y no sabe, por eso hay que explicarle. Fue un cambio fenomenal: Nelson entró en la escuela y mejoró. Los más grandes nos dimos cuenta enseguida, y nos daba una bronca… tardamos como mil años en animarnos a hablar de eso y ahora, justo, cuando estábamos bien piola, se le ocurre al profe hacernos decir cosas y me meto en flor de quilombo.

 

Ilustración: Aylén Giraudo

Ilustración: Aylén Giraudo

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