“Quienes conocemos la guerra, valoramos el sendero de la paz”

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A 32 años del conflicto del Atlántico Sur, reeditamos este diálogo con el embajador argentino en Costa Rica y teniente general retirado, quien durante la guerra de Malvinas combatió al frente de un grupo de Artillería. Qué dejó la guerra y cuál es el camino para recuperar las islas.

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De la revista DEF, exclusivo para Infobae

“Nadie me contó la guerra”, dice Martín Balza, ex jefe del Ejército argentino devenido en embajador, primero en Colombia y ahora en Costa Rica. Es verdad, con el grado de teniente coronel lideró el Grupo de Artillería 3 durante el conflicto que enfrentó a la Argentina con el Reino Unido por la posesión de las islas Malvinas. Combatió y fue condecorado. También fue prisionero de guerra por un mes.
Por ser el teniente coronel más antiguo de su arma, durante la guerra tuvo además el cargo de coordinador de apoyo de fuego de la Agrupación Ejército Puerto Argentino. “Eso me permitió tener un conocimiento del combate en cinemascope”, afirma el teniente general retirado en alusión a que, gracias a ese puesto, conoció las órdenes impartidas en las islas y desde el continente, además de coordinar acciones con las otras fuerzas, por ejemplo con los aviones Pucará de la Fuerza Aérea.
Crítico de la planificación estratégica de la guerra, asegura que el conflicto por Malvinas fue “una causa justa en manos bastardas”. A pesar de ello, no deja de reconocer el profesionalismo de las tropas que efectivamente participaron en el teatro de operaciones y rescata muchos ejemplos de conjuntez en el plano táctico, o sea, en el campo de batalla.

-Siempre se discute sobre el nivel de planificación que tuvo la guerra. ¿Fue una guerra improvisada?
-El 2 de abril, la operación Rosario, se planeó. Pero era algo fácil: había 100 infantes de marina ingleses. El problema era la guerra. Si se hubiera acatado la Resolución 502 del Consejo de Seguridad, que mandaba retirar las fuerzas militares, y quizás dejar una guarnición policial de Gendarmería, no sé lo que hubiera pasado, pero sí se escaló a una guerra jamás pensada por un conjunto de ineptos, no solo calificados por mí, sino por el “Informe Rattenbach”. La Junta Militar jugó con un sentimiento argentino, el sentimiento de Malvinas, que es una causa nacional, una razón de estado de carácter constitucional. Fue una causa justa en manos bastardas, porque el objetivo de la recuperación, de haber sido exitosa, era prolongar la dictadura. Una dictadura que hacía agua por todos lados, desprestigiada en el contexto internacional por la violación a los derechos humanos. Galtieri creyó que en la plaza el pueblo lo vivaba a él. No, el pueblo vivaba el sentimiento Malvinas, no a la Junta Militar.
-¿Usted declaró en el “Informe Rattenbach”?
-Sí, como teniente coronel. El “Informe Rattenbach” no solo se refiere a los tres comandantes, da otros nombres. A mi juicio, este informe no tuvo relación ni con el Consejo Supremo ni con la Cámara Federal, que solo condenaron a los comandantes. Pregunto, ¿y la actuación del almirante Juan José Lombardo? ¿Y la del general Mario Benjamín Menéndez? ¿Y la del general Omar Edgardo Parada? ¿Y la del canciller Nicanor Costa Méndez? Pero también el general Rattenbach, en el informe, nombró y elogió a las unidades que tuvieron un destacado desempeño en combate (N del R.: una de esas unidades es la de Balza). Siempre se destaca la crítica y no esto.

En combate

-¿Estaban las tropas preparadas profesionalmente?
-A mí me sacan de la Brigada 3 de Infantería Mecanizada, cuyo comandante era el general Omar Parada, y me incorporan a la Brigada 10. Esa brigada tenía un sistema de incorporación cuatrimestral, esto quiere decir que la clase se incorporaba por terceras partes. Esto hacía que dos tercios de la unidad estuvieran bien instruidos en todo momento. Ese fue el caso de mi artillería, estaban bien instruidos, tenían más de un año. Y contaban con mucha instrucción nocturna. En Malvinas, el 80% de los combates fueron nocturnos. O sea, hubo unidades bien instruidas: la artillería de campaña, la artillería de defensa antiaérea, las compañías de comandos, el batallón de infantería de marina.
-¿Y en cuanto al equipamiento?
-Tampoco es que fuimos sin armamento, porque sin armamento no se derriban catorce o quince aviones y más de treinta helicópteros. La guerra no hubiera durado 44 días. Inglaterra tuvo más bajas en la guerra de Malvinas que las que han tenido en Irak y Afganistán juntas. De los 300 hombres que perdieron, más del 50% fue en combates terrestres. Fue una pequeña gran guerra, la primera de la era misilística. Como dice un libro inglés, no fue un picnic para ellos.
-De todas formas, ¿era una guerra perdida?
-No había ninguna posibilidad de éxito desde lo estratégico. Hay diferentes niveles. La estrategia nacional, que conducía Nicanor Costa Méndez, demostró un desconocimiento del contexto internacional, porque jugó a dos supuestos: la no reacción del Reino Unido y el apoyo o neutralidad de los EE. UU. Luego viene la estrategia operacional y, más abajo, lo táctico. Para tener posibilidades de éxito en una guerra insular, a 700 km del continente, se necesita la superioridad en el mar y el dominio del aire. La superioridad en el mar fue totalmente británica, porque la Armada ni siquiera sacó un barco para disputárselo. El Belgrano se estaba yendo. En mi opinión, el Belgrano debería haber estado en Puerto Argentino, en la rada, fondeado, porque se hubiera aprovechado el alcance de los cañones y la sombrilla antiaérea.
-¿Y la superioridad aérea? 
-También era británica, porque tenían los dos portaaviones ahí. Los aviones nuestros salían del continente, tenían cuatro o cinco minutos para encontrar el blanco. Un 60% de las misiones no las podían cumplir porque en los 45 minutos que les llevaba llegar, los blancos cambiaban de posición. Entonces cómo se iba a tener éxito en una zona insular si los abastecimientos quedaban reducidos a un Hércules que aterrizaba, y que también podía ser neutralizado porque tenían superioridad en el aire.
-¿Cómo fue la relación entre las Fuerzas?
-En la zona de combate de Malvinas hubo muchos ejemplos de conjuntez, por ejemplo la artillería de campaña (tierra-tierra) -mi grupo de artillería trabajó con la batería del Batallón de Infantería de Marina 5-; la artillería antiaérea bien integrada entre la Fuerza Aérea, que tenía gran experiencia, la Armada, que tenía el centro de información y control, y el Ejército, que tenía el material antiaéreo más moderno. Trabajamos muy bien en los combates del 12 al 13 de junio y la noche del 14, con el entonces capitán de fragata (Carlos) Robacio. Otro ejemplo fue la parte sanitaria, el hospital de las Fuerzas Armadas.
-Es interesante lo que señala porque en general se remarca la falta de conjuntez durante el conflicto.
-Donde no hubo conjuntez fue en lo logístico, porque la Armada tenía sus aviones, entonces traía suministros para su gente; la Fuerza Aérea, lo mismo. Nosotros (Ejército) éramos los que estábamos en situación más precaria en ese sentido. Pero hubo muchos ejemplos de conjuntez en el nivel táctico, donde mueren las palabras. Ahora, en el continente, no hubo, en absoluto. Cada uno hacía la guerra que quería, no hubo seriedad en una planificación conjunta aceptable. Obviamente todo eso afectó a Malvinas, porque Benjamín Menéndez recibía órdenes de Galtieri; el brigadier Castellano, del jefe de la Fuerza Aérea. Lo mismo con la Armada.

El arte de mandar

Martín Balza permaneció en las islas durante toda la guerra. Incluso después, como prisionero. En ese tiempo vio y vivió de todo. “Ha habido cosas terribles”, recuerda. “Yo le tuve que comunicar a un teniente primero que su hijo había nacido muerto. Le dije: ‘Vaya y hable con su señora, que está bien’. Lloró, le pregunté si quería regresar y me contestó que no. Siguió combatiendo”. El general retirado señala también que el día anterior a aquel, el 22 de abril del 1982, había nacido su cuarta hija, a quien no conoció sino hasta tres meses después.
A otro soldado le tuvo que comunicar que su padre había fallecido. También siguió combatiendo. “La guerra es un acontecimiento trágico -describe Balza-, es muerte, mutilación, heridos, tristeza, huérfanos. Allí se ve solidaridad y egoísmo, sentimientos encontrados. Actos de valentía y actos de cobardía”.
-¿Cómo es conducir gente en situación de combate?
-La superioridad para los soldados y los suboficiales era el jefe de unidad, no era Galtieri ni nadie. En un bombardeo sobre nuestra posición, un soldado correntino me gritó: “¿Por qué no se puso el casco, mi teniente coronel? ¿Usted no nos exige que andemos con casco?”. Es decir, me estaba cuidando. Y me dijo: “Usted es nuestro jefe”. Él en ese jefe veía el mate cocido, el pan, la comida que comía o no comía. Si el soldado ve que comés lo mismo que él, que dormís cuando podés igual que él (a lo mejor dormía de tres a cinco de la tarde, porque a la noche estábamos despiertos por los fuegos de artillería contra los barcos), que si hay un bombardeo puede morir él, pero puede morir el jefe, que tiene el mismo abrigo, si ve eso, uno le dice que vaya para allá y él va corriendo. El mando se hace fácil. La mejor voz de mando es el ejemplo personal. Las palabras pueden convencer, pero los ejemplos, arrastran. En la guerra, la acción del liderazgo es de los jefes. Si uno ve un general como Menéndez, que jamás estuvo en una posición de fuego, que andaba con un duvet civil, un birrete antirreglamentario y con el bastoncito de mando…
-¿Tuvo bajas? 
-Tuve tres bajas, dos suboficiales y un oficial. A todos los soldados los devolví vivos.
-¿Sintió miedo en Malvinas?
-Es muy probable que lo haya sentido, pero era jefe de unidad y no podía permitirme el lujo de tener miedo. No me acuerdo si es Quevedo o Góngora el que dice que el valor es miedo disfrazado. Es cierto. El temerario no sirve para la guerra, es el irresponsable que a veces puede jugar y llevar a varios hombres a la muerte. Otra cosa es el valiente. No creo haber sido un valiente. Lo que he tratado de hacer es de conducir a mis hombres. No podía darme el lujo de ser un cobarde.

Rendición y después

Los últimos días de la guerra fueron muy intensos para el entonces teniente coronel Balza y su grupo de artillería. “La noche del 11 al 12 de junio, el combate de monte Longdon, tiramos toda la noche y logramos desprender bastante del Regimiento 7”, recuerda. “A la madrugada del 12, una batería mía, que yo había adelantado, estaba prácticamente en primera línea. Quise hacer un cambio de posición, pero el general Jofre había dispuesto que solo él ordenaba los cambios de posición. Cuando quise tomar contacto por radio, la red de fuego (la red de comunicaciones del tráfico de artillería) estaba afectada a temas logísticos, horarios de baño. Hice el cambio, desobedeciendo órdenes. Gracias a eso no hubo un solo muerto y salvé el material”, señaló con orgullo. Más tarde, el segundo de Jofre lo reprendió por no haber cumplido la orden. No sería la única vez que desobedecería una orden: en otra oportunidad Balza mandó construir sin autorización unas posiciones simuladas. “Eran caños viejos, redes de enmascaramiento y unas ruedas. De noche los ingleses las bombardeaban. También me llamaron la atención por haberlas construido sin orden. Cuando uno no cumple una orden se tiene que hacer responsable del no cumplimiento”, remarca.
Balza también recordó que pasó su cumpleaños en situación de combate y que ese mismo día, 13 de junio, “mientras estábamos con los bombardeos de artillería más intensos”, en el continente se estaba pendiente del partido de fútbol en el que Bélgica nos ganó 1 a 0.
-¿Cómo le comunicaron la rendición?
-La noche del 13 al 14 combatí con el Batallón de Infantería de Marina 5 (IM 5), al que logramos desprender. Ya había amanecido y seguíamos tirando porque recibía pedidos de fuego. Cuando veo que estaban bajando de Sapper Hill el IM 5, ya no llegaban pedidos de fuego. Ya serían las 11 u 11.30 cuando llega una orden de Jofre de que si venía algún pedido de fuego ya no se satisfacía.
-¿Qué sensación tuvo?
-¿Vieron esas películas de terror donde uno está en vilo, gritan, ruido, y de repente se corta y aparece un lago con unos árboles? Fue esa sensación. Me hizo acordar de algo que leí en El Principito: “Qué lindo contemplar un amanecer”. Con una amargura terrible, pero con satisfacción también, porque habíamos estado combatiendo dos días sin parar y más no podríamos haber hecho.
-¿Y qué hizo?
-Vinieron dos jefes de infantería a felicitarnos por cómo habíamos combatido. Luego me fui a una batería a darle un abrazo a cada soldado y suboficial en cada pieza (son seis). Seguí con las otras dos baterías. Lloraban ellos y lloraba yo. Era un llanto de bronca pero también de satisfacción. ¿Qué más hubiéramos hecho? Me quedé en la posición todo el 15. El día 16 cambió todo, porque Galtieri, bravucón, se manejó con un discurso contra los ingleses y los tipos endurecieron el trato. Ahí nos constituimos en prisioneros. Según la convención, los oficiales conservamos el armamento. Después decían que conservamos la pistola porque los soldados nos querían matar, una ridiculez.
-¿Cómo fue ese mes de prisionero?
-Estuvimos quince días en San Carlos, en un frigorífico donde había dos bombas argentinas sin explotar, y después en un barco. En un camarote con dos cuchetas dormíamos tres, nos turnábamos para dormir en el suelo. Se respetó la Convención de Ginebra, nos trataron bien, hubo respeto, con algunas chicanas para molestar como servir el té sin azúcar.
-¿Se sintió abandonado cuando llegó al país?
-Los responsables del destrato de los veteranos fueron Bignone, el presidente de la República, y Nicolaides, jefe del Ejército. El recibimiento ignoto de los soldados, escondiéndonos del pueblo, fue por parte de ellos. En Madryn, cuando bajamos del buque, nos metieron en unos ómnibus para ir a la base de Trelew, no había nadie. Después vimos a la gente que nos aplaudía. No dejaron a la gente ir a recibirnos. ¿Sabés por qué? Nosotros éramos para esos incompetentes la imagen de su fracaso. Al decir del general Tomás Sánchez de Bustamante, integrante de la comisión Rattenbach, los soldados de Malvinas eran “hombres probados y aprobados en combate”. En cambio, estos eran la expresión de la incompetencia.

Panorama diplomático

-Como general y embajador, ¿cuál cree que es el cauce que debe tener este reclamo?
-Las islas Malvinas son incuestionablemente argentinas desde el punto de vista histórico, geográfico y jurídico. Histórico, porque eran parte del territorio del Virreinato; geográfico, porque hacen a la integridad territorial, por la plataforma submarina; y jurídico, porque fueron ocupadas por argentinos. Anteriormente hubo franceses, pero las tuvieron de manera transitoria. En 1833, los ingleses las tomaron y expulsaron a la población. La forma de recuperarlas no es la guerra. Quienes conocemos la guerra, valoramos el sendero de la paz. Un militar cumple mejor su función cuando gana la paz que cuando hace y gana la guerra. La forma de recuperarlas es hacer valer esos argumentos históricos, geográficos y jurídicos en los foros internacionales. Es el diálogo y la negociación.
-¿En la negociación se deben sentar los kelpers también?
-No. No estoy de acuerdo en absoluto cuando alguien dice que se deben respetar los deseos de los isleños. Sí se deben respetar sus intereses: forma de vida, propiedades, idioma, religión, etc. Los ingleses no respetaron los deseos de los argentinos en 1833. Además, por expresa disposición de las Naciones Unidas, sobre todo a partir de 1965 con el Comité de Descolonización, en el caso Malvinas no rige el Principio de Autodeterminación de los Pueblos, que atañe a los pueblos originarios. En Malvinas se echó a los que estaban y se implantó a los que están. Estoy totalmente de acuerdo con la posición del gobierno actual. No estoy de acuerdo con la estrategia de seducción que usó el gobierno de Menem. Hay que respetar, pero no congraciarse. No son una tercera pata en las conversaciones. Mucho menos ahora que les dieron la ciudadanía.
-¿Pueden prosperar las negociaciones?
-La posición argentina hoy es mucho más fuerte que antes de la guerra, porque el tema Malvinas está bien internacionalizado, es conocido en el mundo, y lo mantiene un gobierno democrático, a diferencia de los 70, cuando había un gobierno autoritario desautorizado por la violación a los derechos humanos. Han aparecido foros que no existían: el Mercosur, la Unión Sudamericana de Naciones, el Grupo Río. También hay una estrecha relación entre Brasil y Argentina, o la actitud que han tenido Brasil, Chile y Uruguay de decirle no a los barcos con esa bandera. Los argumentos ingleses son inconsistentes.