Amenaza Nº 4: Las enfermedades

#MundoEnCrisis

Las 5 grandes amenazas del Siglo XXI. Cuarta Parte

Ver:

Amenaza Nº 1: La disolución de la familia
Amenaza Nº 2: La violencia sin control
Amenaza N° 3: La fragmentación de la sociedad
Al final de la primera década del Siglo XXI, la esperanza de vida mundial era de 70 años. En sólo medio siglo, se había incrementado más de 17 años.

En países como Suecia, las personas viven en promedio 81 años, casi tres veces más de lo que vivió el hombre durante la mayor parte de su existencia.

Sin embargo, cada vez tenemos más miedo de sufrir una enfermedad terminal o de que una epidemia nos mate a nosotros y a muchos de nuestros seres queridos.

¿Por qué nos sentimos tan vulnerables cuando todo indica que deberíamos sentirnos más seguros que nunca? Porque la seguridad no se construye solamente a partir del éxito de los sistemas sanitarios.

Hay por lo menos tres grandes causas de que temamos más por nuestra salud hoy que en épocas pasadas. La primera es que nos acostumbramos a vivir más.

Aunque parezca contradictorio, es bastante lógico: en un mundo en el que hay tanta tecnología puesta al servicio de prolongar la vida, y en el que todos consideran que es posible vivir cada vez más, la muerte se vuelve muy difícil de aceptar. Mientras que en épocas en las que muy pocos vivían más de 40 años y las enfermedades tenían una efectividad asesina, la muerte formaba parte de lo cotidiano.

La segunda es que nos estamos dando cuenta de que nuestro estilo de vida es altamente destructivo: comidas saturadas de grasas, sedentarismo, pocas horas de sueño y jornadas laborales interminables, forman un conjunto explosivo. El aumento en los casos de obesidad, y sus drásticas consecuencias para el organismo, es uno de los ejemplos.

La tercera -y la más importante- es la crisis de las grandes instituciones, empezando por el Estado. Los ciudadanos de todo el mundo perciben que las organizaciones políticas ya no son capaces de responder eficientemente a sus demandas, que por otro lado son cada vez más complejas.

Sicko, de Michael Moore, es un documental sobre la fragilidad de un sistema sanitario que no es capaz de ocuparse de la población y que deja el cuidado de la salud librado a los recursos y esfuerzos individuales que cada uno sea capaz de desplegar.

Los sistemas de salud de todo el mundo se acercan peligrosamente al colapso. En parte por la creciente crisis presupuestaria por la que atraviesan, en parte por son cada vez más las personas a atender, sin que crezcan al mismo ritmo los aportantes.

Aunque todavía más preocupante que los problemas financieros y sus consecuencias es el cambio de paradigma: el Estado, y la sociedad entera, ya no se sienten responsables ante las personas que los integran.

Que no es algo que incumbe sólo al Estado lo muestra el comportamiento del pedacito más elemental de toda sociedad: la familia. En nuestras sociedades fragmentadas, de conjuntos familiares cada vez más reducidos, son pocos los que tienen tiempo de cuidar a sus viejos y enfermos.

Pero los hijos no cuidan de sus padres no solamente porque no tienen tiempo por estar sumergidos en la adrenalina de nuestra época, sino porque no consideran que les corresponda. Los lazos familiares no son lo suficientemente fuertes como para hacerlos dejar a un lado sus intereses personales en favor de los colectivos.

Además, todos se hacen una pregunta difícil de contestar: si nadie se ocupa de mí, ¿por qué debería ocuparme yo de otros?

En suma, la salud dejó de ser un problema público, social, y se convirtió en una cuestión a afrontar individualmente. En un mundo crecientemente individualista, cada uno se hace cargo en soledad de su propia salud.

Una expresión de este proceso es el auge de los movimientos que se preocupan por llevar una vida más sana, que aparecen como una reacción a los estilos de vida que antes describía.

Las rutinas de gimnasia, el yoga, las dietas, el vegetarianismo y el veganismo son algunos ejemplos de esta situación.

No obstante, estas respuestas individuales a los desafíos que presenta el nuevo siglo a nuestra salud servirán de poco para darnos algo más de seguridad. No sólo porque favorecen la reproducción de la ley de la selva: se salvan sólo los más informados, los que tienen los recursos culturales y económicos para hacerse cargo de su salud.

Aún los más informados y preparados estamos en problemas si debemos asumir las grandes amenazas del mundo contando sólo con nosotros mismos, sin ningún apoyo social. Mientras no logremos articular una respuesta colectiva a problemas que son públicos vamos a seguir con la irremediable sensación de que nuestra salud está colgando de un hilo.