Biná. El entendimiento

Biná es entendimiento, inteligencia.

Es la cantera de la Torá, la fuente de la que el creador extrae todas las letras de la Torá y talla con el espíritu, haciendo formas con ellas.

D-s se expresa en biná como Elohim, atributo divino que trae las formas a la existencia.

Representa el útero, lo femenino, la imagen de la letra hei, jojmá fecunda.

Toma el nombre inefable de la divinidad denominado Adonai y se la nombra Adonai Elohim.

Es el cauce de la sabiduría, el ordenamiento del saber.

La construcción de futuro, la planificación, el orden racional, las teorías.

La capacidad de dominar el tiempo y el espacio.

Biná y jojmá dan como fruto daat, discernimiento.

Orienta la energía expansiva de jojmá y la restringe como entendimiento en categorías.

Es la inteligencia y la capacidad cognitiva para resolver problemas prácticos.

Aporta claridad al conocimiento.

Administra con anticipación el saber al hacer.

Para perfeccionar este atributo, uno debe arrepentirse y reconocer el error para aprender.

El tikún como reparación está asociado con biná y con el corazón.

La inteligencia está en el arrepentimiento que nos aleja de la soberbia.

Color: amarillo y verde.

Jojmá. La sabiduría

Jojmá es sabiduría del ser, diferente a saber.
Es la Torá primordial que D-s utilizó para la creación del mundo.

Representa el plan básico para todo lo creado.
Es la salida del ein sof, el comienzo del movimiento creativo.

Fuente de iniciación hacia abajo del atributo de piedad. Representado en su luminosidad por la letra iud, se completa nombrando iud más hei y se pronuncia “iah”. Iud es masculino y hei femenino, que se expresa en biná.

Es comprender la falta, acceder a la experiencia del todo.

Ampliar la recepción, aprender del bien y del mal.

El aprendizaje se comporta como una vía para la reparación.

Es practicar lo aprendido e incorporar la sabiduría como una disciplina.

Integrar e interiorizar para el hábito, que no es lo mismo que establecer una rutina. Apunta a la sabiduría teórica y también a la práctica.

Permite percibir unidad en la totalidad de lo real que aparece fragmentado y adquirir conciencia superior.

Intuición y racionalidad.

Uno es siempre un alumno en situación de aprender y crecer.

Incorpora sabiduría que no se dice sino que hace acción.

Capacidad de dar para multiplicar en lugar de ceder.

Se extiende a otros para tejer vínculos de comunidad.

La bendición que imparte conocimiento al hombre para que pueda conocer a D-s.

Compartir el conocimiento, que es un don, con los demás.

El mundo de lo creado refleja la sabiduría del creador.

Con este conocimiento, debemos buscar el beneficio de los demás. Actuamos con sabiduría, con la compasión de un padre para con su hijo.

Cada nivel de lo creado adquiere sabiduría y es por ello que todo nivel mineral, vegetal o animal debe ser respetado y cuidado como medio ambiente, ya que es creación de la divinidad.

Color: un color que incluye todos los colores.

Los trece atributos de la misericordia

Los trece atributos de la misericordia están enraizados en Kéter. Dedicarse con esmero a estos atributos rectifica el propio nivel de kéter. Moisés Cordovero, basado en el versículo del profeta Mija, los enumera:

1. Tolerancia.

2. Paciencia con los demás.

3. Perdón.

4. Búsqueda del bien en los demás para los demás.

5. No acumulación de ira.

6. Actos de bondad.

7. Amor y búsqueda del bien para alguien que te haya hecho daño y ahora desea rectificarlo (no sólo perdonarlo, desearle el bien).

8. Recordación de las buenas acciones de los demás y olvido de las malas.

9. Compasión por los demás, incluso por los malvados.

10. Honestidad.

11. Bondad e indulgencia hacia los demás.

12. Ayuda para que los demás se arrepientan y no acumulan rencor.

13. Búsqueda de maneras de mostrar misericordia y compasión a los demás.

La humildad debe ser adquirida como virtud: huyendo del honor, reconociendo los propios errores, buscando cómo rectificarlos. Mantener la mente libre de todo pensamiento de mal, mostrarse siempre a favor de los demás, mirar siempre el bien y rechazar el mal, evitar mirar lo impropio o indecente, ayudar al indigente, no caer en la ira, ejercer la paciencia, recibir

a toda persona con alegría, nunca hablar mal, no maldecir, hablar de cosas buenas… Honrar a todos y amar a los demás.

Una de las sefirot: Kéter

Kéter es “corona”. Es la chispa de la divinidad, la conciencia del infinito (ein sof).
Representa la letra alef.
Todo el propósito de la creación es reconocer que Él es la unidad de las unidades, unificarnos en  todos sus nombres.
No puede ser conocida conceptualmente.
Unidad de la realidad dual.
Conciencia en el alef de que todo lo que es dos vuelve a ser uno.
La máxima potencia de nuestro esfuerzo.
Límite terrenal en potencia de la omnipotencia celestial.
Es ascenso, el esfuerzo de escalar sin llegar a la cima.
Peregrinación y viaje.
Instante eterno, recompensa, coronación.
Aceptación del límite.
Alude a la majestad absoluta del infinito.
Contiene en potencia toda la realidad.
Toma el nombre de ehié, seré el que deba ser.
Reconocimiento de un proceso continuo de avanzar hacia la energía infinita.
Renunciamos a llegar al control de la verdad absoluta.
Desarrollamos una conciencia de límite.
Aceptamos la totalidad en la parcialidad de lo limitado.
Experiencia de la presencia divina en el propio interior.
Máxima expresión de infinito en lo finito.
Sensación de plenitud y realización de misión y sentido

Sefirot (gráfico)

gráfico sefirot

 

En los próximos envíos veremos en detalle cada una de estas Sefirot.

1. Kéter  (corona)

2. Jojmá  (sabiduría)

3. Biná  (entendimiento, inteligencia)

4. Jésed  (misericordia, bondad) o Guedulá  (grandeza)

5. Guevurá  (fuerza, poder) o Din (juicio)

6. Tiféret  (belleza, armonía, equilibrio)

7. Nétzaj  (victoria, eternidad)

8. Hod  (gloria, esplendor)

9. Iesod  (fundamento)

10. Maljut  (reino) o Shejiná  (Divina Presencia).

 

Introducción a las Sefirot

En las próximas publicaciones tomaremos las Sefirot como las principales autopistas para conducir el alma a una vida plena de sentido. Nos basamos en una de las obras de mayor influencia sobre Sefirot, como es Shaarei OrahLas puertas de la luz, del cabalista español Rabi Joseph Gikatilla (1248-1325). Allí, las emanaciones se presentan como puertas en secuencia ascendente, que comienza por maljut y finaliza con kéter.

Por su parte, Abraham Abulafia, maestro del anterior e iniciador del correlato entre sefirá y pensamiento, sugiere que las Sefirot están orientadas más a la experiencia que a consideraciones teóricas. Cada pensamiento es una sefirá de acuerdo con el secreto del número que esconde su gematría.

Tomo también como referencia la obra de Moisés Cordovero, autor de importantes obras de cábala y predecesor del Ari en la escuela de Safed. Escribió Tomer Devorá (“La palmera de Débora”), donde presenta y explica las principales características o atributos de la divinidad que el hombre debe emular y enfatiza que no es posible lograr todos esos atributos de una sola vez, sino que hay que desarrollarlos e internalizarlos de forma gradual y progresiva, lenta y constante, para que de la conciencia del discernimiento el hábito se haga virtud. Incorporo de Sod 22, de Mario Sabán, los conceptos de midot klipot de cada sefirá. También una síntesis de los 22 senderos de las letras hebreas para la meditación. Por último, utilizo las correspondencias que propone Perle Besserman en su obra Cábala y misticismo judío, como los diez estadios de la meditación basados en las Sefirot y su correlato al mundo de los ángeles con sus atributos.

Así, las 32 dimensiones de Séfer Ietzirá, que surgen de sumar las 22 letras del alfabeto hebreo y las 10 Sefirot, se transforman en las vías de navegación de nuestra cábala como GPS para el alma.

Esta propuesta no es exclusiva ni excluyente de otros posibles abordajes, sino tan sólo una invitación a aplicar un principio general en un ejemplo particular.

Los atributos que presentaremos son canales de recepción. Una primera lectura es necesaria para luego repasarla y fijar en un concepto que llame nuestra atención e ingresar por esta vía en una meditación-reflexión conexión-recepción para habitar un tiempo sin tiempo mi ser interior guiado por esta idea que abre el canal de cábala-meditación.

Los otros nombres de Rosh Hashaná

Rosh Hashaná (“cabeza de año”) es el aniversario de la creación del hombre; y se denomina también Iom Hazikarón (Día del Recuerdo), porque es el día en el que somos recordados a partir de las acciones que hicimos.

Nuestras conductas, nuestras formas de obrar no pasan indiferentes, sino que dejan huella.

Nuestras acciones quedan registradas y, por lo tanto, recordadas: por nosotros mismos, por nuestros pares y por algo trascendente, que llamamos D-s.

Es una metáfora conocida la de imaginar a D-s con un libro abierto, de hojas en blanco, en el que va inscribiendo o no, para este nuevo año, recordando todo lo que hicimos en el año que pasó.

El recuerdo también alude a construir y preservar la memoria colectiva. Recordar es, además, una responsabilidad de todos. Para ser responsable hay que recordar lo hecho.

En estos días hacemos Jeshvón Hanefesh —el balance del alma— clasificando los recuerdos en dos columnas: buenas y malas acciones.

Por eso, otro nombre de la festividad es Iom Hadín (Día del Juicio). Somos recordados y somos juzgados por algo que nos trasciende, que está por encima de nosotros.

Que en este Rosh Hashaná no vivamos la vida que nos vive, sino que seamos autores e intérpretes de la vida que queremos vivir.

Es tiempo de cambio. Es tiempo de nacimiento. Es tiempo de inspiración. En la conciencia del amor trascendente tendremos la bendición y la posibilidad que inaugura este tiempo, ya que por amor vinimos al mundo y por ese mismo amor nos quedaremos en él aun cuando nos vayamos.

Le shaná tová tikatevu vetejatemu.

Que podamos ser inscriptos y renovados en este año para la vida.

La búsqueda propia y la comunidad de pertenencia

Hace unas semanas, compartíamos aquí algo sobre los Diez Mandamientos y los 613 preceptos. La subordinación al marco normativo establecido no puede comportarse como una limitación a la exploración, a la búsqueda de un sentido para la propia vida. Si uno considera que todo se resuelve exclusivamente con los Diez Mandamientos, es porque ya tomó la decisión de cancelar su propia búsqueda y alinearse a la norma estándar de la comunidad de pertenencia.

La espiritualidad, basada en la búsqueda de lo místico, empezaría por una declaración de principios más o menos como ésta: “Yo respeto la norma. No intento contradecirla. Mi actitud no es ni rebelde ni subversiva. Sí de revelación y de búsqueda. La acepto, pero no me alcanza. La comprendo, pero no me resulta suficiente para resolver mis cuestiones personales. Eso hace que no pueda dejar de buscar, de preguntar, de revisar, de buscar la manera de tener esa carga de energía que le da sentido a mi existencia. No quiero esperar una crisis para poder comenzar a buscar respuestas. Siempre quiero estar abierto a encontrar nuevas y viejas preguntas”.

Nosotros no nos agrupamos exclusivamente por grupos de origen, por etnias o por confesiones. Podemos hacerlo si así lo queremos, pero es una elección, no es algo que se produzca por default. Antes sí había un contexto que obligaba a esta situación. En la comunidad judía hay una idea muy romántica de cuando vivíamos en las aldeas, en Europa. Ahí, éramos todos judíos: el carnicero, el lechero, el sastre… La identidad misma surgía del hecho de “estar ahí todos juntos”.

Sin embargo, una especie de olvido selectivo parece haber borrado el hecho de que los judíos estaban todos juntos en esa aldea porque habían sido llevados hacia allí, porque no podían estar en otro lado. Lo que sucedió no fue que surgió un líder que dijo: “Hagamos un pueblito sólo para nosotros”, ni que la gente se organizó espontáneamente para ese traslado mancomunado. Nadie decidió nada. Era la idea del gueto, luego llevada al extremo por diferentes totalitarismos desde los kosacos y zares de Rusia hasta el genocidio racista y antisemita del nazismo alemán. En esas circunstancias, generamos una identidad y una cultura.

En un momento dado, los judíos fuimos invitados a integrarnos. Y así lo hicimos.

¿Recién a los cuarenta se puede empezar a estudiar la Cábala?

Los antiguos maestros decían que no se puede estudiar cábala a menos que se hayan cumplido cuarenta años y que se tenga un conocimiento profundo de determinadas estructuras religiosas volcadas en los textos de estudios clásicos. Fundamentalmente, esto es un sistema de resguardo, que busca evitar un vaciamiento en el contenido de la cábala. Una medida prudente, si tenemos en cuenta que en los últimos años proliferaron “maestros” o “referentes” de cábala que armaron sus propias agrupaciones y comenzaron a hacer giras por el mundo, durante las cuales no se ciñeron a dar clases, sino a facturar servicios: adivinan cosas, curan, sanan, dicen cuándo es conveniente firmar un contrato o cerrar un negocio, qué hay que hacer y qué no… Tal vez a quien consuma eso le haga bien y no es nuestra intención censurarlo.

Pero sí destacar que ése no era el objetivo del sistema original, que pretendía exactamente lo contrario: que esto no se convirtiese en una mercadería ni en un placebo. Mucho menos una trampa para débiles, perdidos, confundidos (que somos la gran mayoría).

Lo que proponemos es darle una perspectiva universal a este tema. Consideramos que se puede acceder a esa experiencia mística desde cualquier tradición y religión, desde cualquier sistema formal o informal.

El estudio y la meditación

Existen técnicas concretas para iniciarse. Una de ellas es el estudio, que en la dimensión mística significa restituir textos para detectar lo que tienen para revelar. El texto no puede transferir experiencia, pero sí es posible, desde la posición de uno, conectar con ese texto, con una situación auténtica y original de uno reflejada en él. Sin entrar en la literatura mística propiamente dicha, podemos poner como ejemplo la poesía. Existe gente que ante un conjunto de versos no siente absolutamente nada. Lo que lee, no le entra por ningún lado, no lo entiende, no le encuentra el
sentido. Otras personas, ante exactamente el mismo poema, se conectan, flashean. (…)

Llevado al terreno del estudio místico, independientemente de que existen diferentes escuelas y distintas
orientaciones para abordarlo, la realidad nos muestra que habrá gente interesada y gente que no y, dentro del primer grupo, una cantidad de seres capaces de establecer la conexión y otra cantidad que no la va a lograr. En un mundo de textos, el iniciado que busca entrar en el camino de la cábala será guiado por un maestro que, además de enseñar el texto, ubica al texto mismo en posición de maestro.

Esta es la gran diferencia con los centros de cábala “de moda”, los que ofrecen la verdad revelada en modelo de delivery. Aquí no hay ningún librito que uno lee de corrido y, al finalizar el último punto, queda en condiciones de
decir: “Yo sé cábala”. Lo único que el maestro verdadero hace es establecer el link entre su alumno y la fuente de conocimiento. El discípulo, y no el maestro en su calidad de intermediario, tendrá que encontrar en el texto la guía. Como conclusión, dejamos entonces esta máxima:
En cábala, el maestro es el texto. Y el que enseña el texto, un pretexto.