Por: Sergio Bergman
Hace unas semanas, compartíamos aquí algo sobre los Diez Mandamientos y los 613 preceptos. La subordinación al marco normativo establecido no puede comportarse como una limitación a la exploración, a la búsqueda de un sentido para la propia vida. Si uno considera que todo se resuelve exclusivamente con los Diez Mandamientos, es porque ya tomó la decisión de cancelar su propia búsqueda y alinearse a la norma estándar de la comunidad de pertenencia.
La espiritualidad, basada en la búsqueda de lo místico, empezaría por una declaración de principios más o menos como ésta: “Yo respeto la norma. No intento contradecirla. Mi actitud no es ni rebelde ni subversiva. Sí de revelación y de búsqueda. La acepto, pero no me alcanza. La comprendo, pero no me resulta suficiente para resolver mis cuestiones personales. Eso hace que no pueda dejar de buscar, de preguntar, de revisar, de buscar la manera de tener esa carga de energía que le da sentido a mi existencia. No quiero esperar una crisis para poder comenzar a buscar respuestas. Siempre quiero estar abierto a encontrar nuevas y viejas preguntas”.
Nosotros no nos agrupamos exclusivamente por grupos de origen, por etnias o por confesiones. Podemos hacerlo si así lo queremos, pero es una elección, no es algo que se produzca por default. Antes sí había un contexto que obligaba a esta situación. En la comunidad judía hay una idea muy romántica de cuando vivíamos en las aldeas, en Europa. Ahí, éramos todos judíos: el carnicero, el lechero, el sastre… La identidad misma surgía del hecho de “estar ahí todos juntos”.
Sin embargo, una especie de olvido selectivo parece haber borrado el hecho de que los judíos estaban todos juntos en esa aldea porque habían sido llevados hacia allí, porque no podían estar en otro lado. Lo que sucedió no fue que surgió un líder que dijo: “Hagamos un pueblito sólo para nosotros”, ni que la gente se organizó espontáneamente para ese traslado mancomunado. Nadie decidió nada. Era la idea del gueto, luego llevada al extremo por diferentes totalitarismos desde los kosacos y zares de Rusia hasta el genocidio racista y antisemita del nazismo alemán. En esas circunstancias, generamos una identidad y una cultura.
En un momento dado, los judíos fuimos invitados a integrarnos. Y así lo hicimos.