La Mola salió del Clóset

PROYECTO PIBE LECTOR es un blog de FICCIÓN. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

22. La Mola salió del Clóset

Cuando la Mola pudo comprender la diferencia entre su cuerpo y lo que no lo era, la tragedia y la decadencia se habían desplomado sobre los Verdún. La tienda de antigüedades que los había colocado en el Club Social, en las fiestas de privilegio y en los mejores salones de Salinas, se cubrió de polvo, primero, y luego de la indignidad de la lata, el cacharro y la presunción de demencia. La abuela Verdún, viuda temprana, cuando la muerte se llevó a su única hija no pudo conservar el brillo de los bronces y abrió las bellas puertas ornamentadas a las excentricidades, primero, y luego (dicho francamente y sin eufemismos), a la baratija y a la basura. La colección de libros antiguos se fue mezclando con manuales del alumno bonaerense de sobados lomos, tocadiscos rotos desplazaron en los estantes a los cristales de Murano; había frascos con lombrices solitarias en formol, un feto con dos cabezas de dudosa autenticidad, vajilla descartable usada y mal lavada, muebles podridos, zapatos gastados y, finalmente, ropa vieja. Toneladas de prendas usadas, en valijas, en bolsas, en percheros abigarrados que formaban bloques impenetrables de telas harapientas y hediondas.

Arcimboldo: "La Tierra"

Arcimboldo: “La Tierra”

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Hoy nos toca Cortázar

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Susana, una alumna de la nocturna, contó una anécdota que me dejó pensando. Su marido había sido remisero en épocas en donde los remises eran sólo para la gente adinerada y había ido a buscar a alguien importante al aeropuerto. Mientras conducía de regreso, el pasajero le preguntó: “¿Usted sabe quién soy yo?”. El buen señor lo miró por el espejito retrovisor y le dijo que no sabía. “Debe ser muy afortunado, entonces”, contestó el pasajero conversador. “Yo soy Julio Cortázar”.

La historia me fascinó, quizás por lo sencilla. Me quedé pensando en cómo se verían los rostros en la penumbra, en la posibilidad de tener a Cortázar sentado en el asiento trasero del auto y poder decirle cosas, preguntarle, darle fuego o fumar un cigarrillo con él. Me pregunté qué le hubiera dicho si hubiera estado en el lugar del conductor en ese viaje. Después de pensar mucho, creo que sólo le hubiera agradecido por haber escrito cada una de sus páginas y le hubiese contado que, por esas cosas de la vida, la gente que lo lee con fruición termina llamándolo “Julio” y queriéndolo un poquito o mucho. Y que sus historias se convierten día a día en las aulas argentinas en la llave que inaugura la experiencia con la literatura. De eso se trata el siguiente texto, de Cortázar y la experiencia de descubrir la literatura en la secundaria:

 Hoy nos toca Cortázar

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Booz, inmigrante, busca inventar casa

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20. Booz, inmigrante, busca inventar casa

Allá lejos, Booz subió al micro con lentitud estudiada. Intentaba no exteriorizar lo que sentía; la mirada de la gente le molestaba. La sensación de estar en ridículo, de algo vergonzoso, lo apresuraba. Hundido en su asiento y en sus auriculares, el viaje de 40 horas se le hizo una pesadilla. “Te espera tu padrino, con los primos”, había dicho su abuelo. “En las vacaciones te van a buscar tus papis. Sé bueno, Pórtate bien”.

Con doce años, un viaje solitario puede convertirse en aventura. Para Booz sólo significó tener hambre, sed feroz, frío y desconcierto. El asiento se le pegó a la piel. Recién cuando llegó se dio cuenta de que no había ido al baño. Ignoraba que existía uno en el micro y, por miedo a que partieran sin él, no se había bajado en el camino ni una sola vez. 

Georges Braque "Casas en I' Estaque"

Georges Braque “Casas en I’ Estaque”

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Delicia de velorio

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19. Delicia de velorio

Quienes conocieron a Delicia sintieron algo inquietante al enterarse de la noticia de su muerte. Parecía mentira; era infinitamente vieja y la gente se había resignado. La hora llegó cuando la mujer se había convertido en una arruga color beige clarito, de ojos como bolitas verde agua, brillantes, bajo pestañas ralas. Siempre impoluta, enfundada en su guardapolvo tieso, engalanado por los años de blancura. La directora Delicia. Falleció. Lamentamos el deceso. ¿Se murió? Nuestras sinceras condolencias.   

"El Aquelarre" detalle. Goya

“El Aquelarre” detalle. Goya

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La Bestia Peluda

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18.

La Bestia Peluda

 

El primer registro de la existencia de la Bestia Peluda data de 1962: una empleada lavaba las tazas del personal y vio un extraño ser observándola desde el ventiluz que da al patio de la 11, entre las ramas de una higuera. Presa de una crisis nerviosa, la mujer corrió hacia las escaleras, con tanta mala suerte que cayó y se lastimó seriamente. En el libro de actas, bajo la fecha, figura el siguiente relato, de puño y letra de la directora de ese momento: “Rita describió detalladamente al animal que le provocó el susto relacionado con su accidente. Dijo que tenía el cuerpo de un gato mediano, la parte superior de la cabeza parecida a la de una nutria, ojos como avellanas, relucientes, dientes amarillos, corvos, grandes, orejas parecidas a las de un ser humano. Las patas eran perrunas, y sobresalían garras de todas ellas. Una cola finita y larga, como de rata, pero prensil, envolvía parte de su cuerpo. Por supuesto, estamos seguros de que ningún animal existente tiene semejante aspecto y esperamos que los médicos que atiendan a nuestra compañera encuentren la explicación para semejante confusión, ya que nada parecido a eso existe en la escuela”.

Goya "El sueño de la razón produce monstruos"

Goya “El sueño de la razón produce monstruos”

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El Fierro, Latícher y la rata

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16. El Fierro, Latícher y la rata

(chat estilizado)

 

Estoy con mi primo, en Entre Ríos. Supe que baleaste una rata, contame.

Holaaaaaaaaa!! Si ya sabés para qué te voy a contar. Qué hay allá.

Contame que mi primo no me cree.

Qué no te cree.

Lo del fierro.

Eso es lo de menos. Martínez me andaba molestando y ya le había dicho a todo el mundo que me iba a agarrar, con los pibes del barrio de él y todo. Así que fui y le dije a mi padrino qué hacía y me dio el fierro, pero no andaba.

¿Era de mentira?

"Noche estrellada sobre el Ródano" Vincent van Gogh

“Noche estrellada sobre el Ródano” Vincent van Gogh

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Si mi papá fuera Charles Ingalls

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15.

Si mi papá fuera Charles Ingalls

Se dio cuenta de que temblaba cuando chocó su rodilla contra la punta metálica de la caja de su abuela y un relámpago de dolor la devolvió a la realidad. Se inclinó y observó la herida, le pasó saliva con la punta de los dedos. Sintió lástima por su cuerpo, autocompasión infinita. Arrastró la pesada caja y se sentó sobre ella, a esperar.

Sabía lo que contenía. Cuando era niña, solía abrirla porque extrañaba a su mamá, para mirar fotos viejas, con el pretexto de que estaba aburrida. Recordó el cuaderno Gloria de tapas duras, el juego de los Ingalls, que tantas veces había calificado de ridículo. Buscó en su celular imágenes de la serie para que los minutos fueran menos largos.

Envidiaba a su abuela cuando jugaba con su mamá. “Tu papá se fue a Mankato”, decía, y se desternillaban de risa las dos, poseedoras del código secreto. Ningún hombre en la familia, durante dos generaciones, y ella era la tercera. La había tenido a los catorce años, sola, durante diez había compartido su vida en la casa grande, llena de primos, hermanos y tíos de la misma edad; se había marchado sin decirle quién era su padre. Justificaba todo: “Y qué querés, qué pretendés de mí, si te tuve a los catorce”. Ahora ella tenía quince, y pensaba que no era excusa válida, pero antes no sabía, no entendía. “Se fue a Paraguay con un chongo”, decía la abuela, usando un lenguaje que pretendía ser moderno. La abuela, que debía tener no más de cincuenta. La abuela, esa mujer sin hombre, inmensa, que alimentaba a todos, sopapeaba, acariciaba, daba remedios y llevaba a la salita a las tres de la mañana. Sintió el corazón inundado de amor y se concentró en las imágenes.

"The saliling boat" Claude Monet

“The saliling boat” Claude Monet

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Qué hacer en caso de pibe que rebota

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14. Qué hacer en caso de pibe que rebota

Folleto informativo hallado en la sala de espera de una salita de primeros auxilios


INTRODUCCIÓN:

Existen los pibes que rebotan.

Algunos tienen la suerte de nacer en el seno de familias amorosas y atentas, que detectarán de inmediato que su niñito no deja de rebotar y lo abrazarán fuertemente, le darán té de tilo, lo llevarán a practicar básquet, a estudiar batería, a la iglesia o al pediatra. La familia en primer lugar y, luego, las señoritas, los profesores, los especialistas, harán las veces, para él, de suave y elástica red contenedora, juntos, unidos, acompañando su crecimiento. Para ellos, el futuro será más que promisorio. Serán eximios artistas, deportistas, profesionales exitosos, escalarán el Everest. Esos jovencitos no nos preocupan en absoluto.

Otros pibes no tendrán esa suerte. A pesar de que el sentido común indique que todas las familias son amorosas y atentas, en la realidad eso no sucede. El niño, entonces, no dejará de rebotar; como si fuera el pato Lucas, dará tumbos para el deleite de sus espectadores y desesperación de los adultos transitoriamente responsables. Lo hará entre redes improvisadas, nada elásticas ni suaves, o sin red.

Nota: Cabe destacar que, como no todo es blanco ni negro, en el medio existe una serie de matices que ayudará o entorpecerá la situación de los rebotes. 

 

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La Isla del Alumno Autodidacta. Parte 2

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13. La Isla del Alumno Autodidacta

(cuento dividido en dos partes)

 

Para leer la Primera parte, hacé click aquí.

Segunda parte (Final):

La comisión del Ministerio volvió con el ceño arrugado y un visible malestar. Todos los jóvenes se habían negado rotundamente a realizar las pruebas que ellos les habían entregado. Algunos habían roto los papeles, los habían pisoteado, se habían enojado. Otros, después de escribir sus nombres en las hojas, ante la insistencia inusitada de los profesores desconocidos, habían garabateado frases como: “No ago la prueva por que no tengo la gana”. Junto a los evaluadores, la mitad de los docentes de la isla volvió al continente y presentó su renuncia. El señor X no emitió comentario alguno, pero mandó a buscar a su hijo y lo internó en un colegio más privado y prestigioso que el anterior a la experiencia isleña. El sabio leyó de reojo en uno de los informes: “Ningún alumno de la isla formuló preguntas o requirió los servicios del plantel docente”. Vio, entre puntos luminosos, desfilar  frases sueltas: “Jamás me sentí tan humillado”, “Vejado”, “Frustrado”, “Como si yo no existiera”“Insultado en mi dignidad de maestro”. No leyó lo demás. Le pareció una injuria innecesaria.

La isla del Alumno Autodidacta

La isla del Alumno Autodidacta

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La isla del Alumno Autodidacta. Parte 1

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13. La isla del Alumno Autodidacta

(cuento dividido en dos partes)

 

Primera Parte.

Hace más o menos diez años, un excéntrico multimillonario al que llamaremos “X” notó con disgusto que los empleados de su empresa no trabajaban con el ahínco que esperaba. Contrató un equipo de especialistas para averiguar la causa de semejante desidia y, entre las posibles razones que ellos encontraron, una le pareció la culpable por sobre las demás: todos los empleados haraganes tenían hijos adolescentes. El adinerado señor tenía motivos personales para creer que ésa era la clave: su hijo de 13 años lo tenía angustiado, mareado y desvelado. “La piel de Judas”, pensó al recordarlo. Y contrató un doctor especialista en educación, entonces.

Como llegado a este punto, al señor X le dio fiaca continuar involucrándose en la investigación que él mismo había iniciado, puso una considerable suma de dinero en las manos del erudito, le encargó que incluyera a su propio hijo en el proyecto y se olvidó por un tiempo del asunto.

La isla del Alumno Autodidacta

La isla del Alumno Autodidacta

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