“El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos.” Marcel Proust
El invierno ha llegado a Buenos Aires, pero parece no importarme. El matiz de los grises esta vez se ve más atractivo. Las intersecciones del microcentro han salido a encontrarme como los amantes que se filtran por debajo de la piel. Si Buenos Aires hablara, diría anfibio; como un amor que sobrevive a la tormenta. Continuar leyendo →
Voy por mi segunda taza de café, y todavía me pregunto porque no escribí sobre poesía en este blog; después de todo la poesía me ha salvado.
La poesía salió a encontrarme cuando era adolescente y tuve que escribir dos poemas: uno para una persona que nos inspirara y conociéramos, y otro para una persona que nos inspirara y no hayamos conocido. Elegí a mi abuela y un soldado de la guerra de Malvinas. No tenía más de 15 años.
La poesía me ha salvado. Y al leer a Walt Whitman me doy cuenta de que todos los caminos conducen al mismo lugar: ser el movimiento.
Así mientras leo No te detengas, y lo releo unas mil veces más, creo que la poesía también ha salvado, probablemente, a miles de personas más.
La poesía que me ha salvado no es particularmente un estilo poético que haya tenido las notas perfectas, sino aquel que encuentra su ritmo en la frecuencia cardíaca de los que leen. La poesía que me ha salvado es un temblor, un exorcismo del cuerpo para el mundo: una liberación que ya no me pertenece, una erupción que arrasa con todo a mi paso. Las ruinas que llevarán más tarde, si así ha de ser, a la transformación.
El cambio.
El miedo.
La ansiedad.
La sed de futuro.
Escribo para mutar; escribo poesía para derribar las murallas que no me permiten seguir en movimiento.
Afuera llueve.
Suena Elliot Smith, como lo hizo durante toda la semana. Intento escribir al ritmo de “Miss misery” mientras entiendo que la música, como la poesía, también es un exorcismo. ¿Qué poder de seducción tiene la escritura que puede llegar a salvarnos de nuestro propio apocalipsis? O no, quizás no nos devuelve la vida pero sugiere liberación para quienes nos leen más tarde, como en el caso de las canciones de Elliot Smith o de Jeff Buckley. Para mí, sus letras son poesía; quiero decir: de alguna forma, sus letras me han salvado.
Del miedo a la lluvia.
Del miedo a la tristeza.
Del miedo a la muerte.
Busco un disco de Elliot Smith para resucitar las mañanas de sábado y de música que vivía con mi padre cuando niña. Doy play mientras el café se terminó y pongo el agua para el mate. Muevo el pie al compás de la canción.
Soy parecida a mi padre.
Afuera ha dejado de llover y me pregunto porque no había escrito sobre poesía en este hogar, nuestro; después de todo la poesía me ha salvado.
Whitman responde: “No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo.”
Aún hay tiempo para salvarnos del vértigo a la vida.
“Y la vida siguió, Como siguen las cosas que no Tienen mucho sentido.” Donde habita el olvido – Joaquín Sabina
“Tres minutos de música, años de recuerdos” – dice una frase en mi pantalla. Y ya lo creo. Hay canciones que nos hacen viajar en tiempo y espacio; canciones que no requieren boarding pass; canciones que se adhieren a la piel como un tatuaje, como la encarnación de un poema trans-dérmico. Continuar leyendo →