Los viajes del viento

#TodasMisPalabras

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“Enciende el motor. Empieza tu viaje y no te saltes ninguna parte del camino.”
- Elizabethtown

Un amigo lee la contratapa: “Soy una romántica que viaja”, y sonríe. Le devuelvo la sonrisa porque creo que ambos sabemos que, aunque suene demasiado cursi, esa simple oración lo dice todo.

Y sí, supongo que después de todo soy una romántica que viaja. Soy una romántica que busca señales y lee entre líneas donde sea que vaya, porque para mí viajar tiene algo de eso: descubrir los secretos que las ciudades tienen por contar, desenterrar sus tesoros sin miedo de embarrarnos las manos, porque después de todo las ciudades actúan como un reflejo propio. Viajar es, de alguna forma, desenredarnos, y algunas veces también es enredarse para sacudir los esquemas de seguridad y rutina.

“Viajar es una elección”, decimos con mi mejor amiga. Para viajar debemos hacer elecciones e indefectiblemente convertirlo en razón suficiente para dejar de lado el consumismo y el apego a lo material. Viajar es invertir en algo que nos enriquece (literalmente) más allá de las fronteras. Viajar es renacer como todas las versiones del viento que existen y también las que aún no se han inventado, porque el viento no conoce fronteras, volumen, idiomas ni colores. Del viento venimos y hacia el viento vamos.

Soy una romántica que viaja y escribe, y llora, y es hija y huérfana en partes iguales. Soy parte de una generación que está en la búsqueda. Miro a mis amigos y veo que todos estamos generando cambios, cada uno a su manera: viajando, emprendiendo, buscando nuevas formas de hacer sentir, pintando murales para llenar las ciudades de color, abandonando poemas para devolver la poesía a las calles, escribiendo libros que inspiran a desplegar las ganas de viajar.

Escribo para que las palabras atraviesen los hemisferios como el viento, para cruzar los océanos sin restricciones; para llegar al otro lado. Éste es mi propio Transatlanticismo de papel: un libro. Gracias por elegir viajar conmigo.

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I.

“Transatlanticismo se ha convertido en el soundtrack de mi vida”, digo hacia adentro, como si quisiera reafirmar lo inexorable.  Transatlanticismo es una plegaria que nace de la necesidad de contacto: “te necesito más cerca.” Transatlanticismo es una dulce y melancólica solicitud de valentía: “vuelve a casa, vuelve a casa.” 
Cruzar un océano. Quebrar los relojes es cruzar un océano, y un viceversa sin listas de espera.

II.

Kintsugi es el arte japonés que recompone cerámicas y tiene por filosofía exponer las roturas y reparaciones, considerando que éstas forman parte de la historia del objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse, poniendo de manifiesto su transformación e historia.

III.

Quebraré los relojes y expondré mis cicatrices a la luz del sol, o de la luna, me es indiferente.
Escribiré Kintsugi en la portada del libro con tinta invisible.
Daré luz a mi transformación generando mi propio ocaso con letras lejos a través del mar.
No corro hacia ningún lugar: escribo para cruzar el océano; escribo para estar cerca de mí (auto-plegaria).
Escribo para gestar mi propia latitud.

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