El dilema de los billetes de 100 pesos que nos quedaron chicos tiene otra cara y es la de las monedas que cayeron en desuso. Poco y nada se puede comprar con ese instrumento que tantos pequeños gastos cotidianos permitía realizar hace apenas unos años.
Poco tiempo atrás el que tenía una moneda la guardaba como un tesoro. No por el valor, claro, sino porque un gran número de micropagos se hacían con ese instrumento. Con ellas se pagaba un pasaje de colectivo o subte, eran acumuladas por quienes tenían una máquina de café o snacks en su oficina, y valoradas cuando se necesitaba comprar algo al paso en la calle o darle a los chicos para que compraran algo en el recreo.
Sin embargo, con la inflación acumulada, las monedas pasaron a ser un instrumento fuera de uso. Ya nadie las reclama cuando quedan como vuelto de un viaje en taxi y se terminaron las malas caras al supermercado chino cuando en lugar de monedas te da como vuelto un caramelo.
Un repaso por los comercios del barrio confirma la idea. Las de 5 y 10 centavos no permiten comprar ni un caramelo y son limitadísimos los productos que pueden adquirirse con las que valen menos de un peso.
En la panadería, donde con una moneda hace unos años te podías llevar una factura, hoy lo más barato que se puede conseguir es un pan francés que según los gramos que tenga rondará el valor de 1,6 pesos y para adquirir una medialuna se necesitan 6 pesos.
En la ferretería, donde con una moneda de un peso te llevabas un puñado de clavos no hace mucho, hoy se necesitan cinco pesos para hacer esa compra. Lo más barato que se puede llevar es un tornillo, por 0,25 peso, o un cuerito para las canillas por 0,50 peso. El ferretero dice que necesita monedas sólo para dar el vuelto, porque ya no hay compras de menos de 2 pesos.
El kiosco es el lugar donde el golpe es más duro de digerir. Ahí se va con monedas, o mejor dicho, se iba… Con una moneda uno pedía un puñado de caramelos y todos los niños contentos. Hoy el caramelo más barato cuesta 20 centavos y si queremos un chicle necesitamos la moneda de un peso para adquirirlo. Si pensás en un alfajor, se necesitan dos billetes de la denominación más baja para comprarlo, y eso si no tenés pretensión de uno de marca o de la categoría denominada Premium que pueden costar más de 10 pesos.
A la bicicletería a ponerle un parche a la bici se iba con las monedas sonando en el bolsillo. Ahora se necesitan entre 6 y 30 pesos, según el trabajo que requiera, para hacer el arreglo más simple del rodado.
Y en la mercería, para comprar un metro de cinta o un botón también son necesarios cinco pesos. Nada de monedas.
Así como en la expansión de la circulación de billetes de 100 pesos se nota la inflación en la desaparición de las monedas se ve la otra cara del mismo problema.
Según el último informe del Banco Central del total de monedas en circulación, el 22,6% son de las versiones de uno y dos pesos. Mientras que cuatro años atrás, en enero de 2011 eran el 15,3 por ciento.
Entre enero de 2011 y enero de 2015 la cantidad de monedas de 1, 5, 25 y 50 centavos se incrementó apenas un 8%. Mientras que el aumento de la cantidad de monedas de un peso fue del 40,2% en el período y de las de 2 pesos de… 3.616%. El notable incremento tiene que ver con que en el 2011 la moneda de 2 pesos era una novedad, pero con la inflación se volvió un instrumento necesario y hoy hay 353 millones de esas piezas en la calle.
La caída en desuso de las monedas modificó algunas fotos urbanas. La tarjeta SUBE para pagar el transporte público es una de ellas. Un viaje desde Capital al segundo cordón Gran Buenos Aires requiere una cantidad de monedas difícil de juntar… Y ni que pensar en la cola que se formaría en el colectivo esperando que la máquina aceptara 12 o 17 pesos en monedas por cada pasajero.
Las expendedoras de café, gaseosas y snacks mutaron con la inflación. Esos equipos donde uno podía sacar una gaseosa con una o dos monedas hace sólo algunos años, ahora tienen ranuras para poder tomar billetes o aceptan pagos con tarjeta de crédito.
Monedero, el sistema de micropagos de la tarjeta Visa, ya superó los 160.000 clientes con un mecanismo que permite con un sticker o una tarjeta precargada pagar un pasaje de subte, el peaje o sacar un alfajor o un café en una máquina al paso sin necesidad de disponer de un bolsillo cargado de monedas. Hay hasta edificios de departamentos que ofrecen estas tarjetas a los habitantes para que paguen el servicio de lavandería, para evitar el incordio de tener que juntar un enorme número de monedas para poder poner en marcha una secadora de ropa.
En el otro extremo de la línea de los billetes y monedas en circulación está el dilema del papel de 100 pesos, que nos ha quedado chico como pieza de mayor denominación y hoy representa apenas 11,5 dólares, el de menor valor a nivel regional y probablemente uno de los más pequeños del mundo también.
En el extremo del absurdo, la moneda más grande, que en la convertibilidad equivalía a un dólar y que permitía realizar diversos micropagos cotidianos hoy vale apenas 0,11 dólar y la inflación la amenaza con hacerla desaparecer día a día.
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