Los que están jodidos

#LeerYEscribirBA

Los que caminan leyendo están jodidos. Entregados a su suerte.

Tal es así, que los que caminan mientras leen, renuncian a cualquier cuidado de la integridad física para, de ésta manera, poder alimentar los estímulos que les exige el cerebro o el espíritu. Puesto, que a estos lectores no les importan los peligros que puedan sucederse por leer en movimiento, en la calle: a merced de otros transeúntes, animales, bicicletas, motos, automóviles que salen de estacionamientos, basura o innumerables obstáculos. Para ellos, cualquier cosa es peor que no poder continuar con la lectura.

Como, cada vez, es más frecuente ver esta práctica en la Ciudad, #LeerYEscribirBA entrevistó a quienes, alguna vez, se han visto involucrados en una situación como ésta:

Nancy tiene 33 años y sobre su experiencia personal, afirma: “Es usual que yo lea por la calle. En el microcentro se complica. Pero vas elevando la vista, y más o menos esquivas”.

Al consultarle sobre el motivo de su accionar, reflexiona: “Calculo que es la necesidad moderna de maximizar el tiempo, de hacer todo ya, de no poder esperar”.

Por último, al preguntarle sobre alguna lectura con la que haya llevado a cabo esta práctica, cuenta: “Recuerdo haber leído El Péndulo de Foucault de Umberto Eco. Bajaba del tren y no quería cortar la lectura por lo interesante de la parte que estaba leyendo.”

Sebastián, de  23 años, rememora una situación en particular acerca de este tema: “Era un libro malo, El símbolo perdido, pero a mí me cuesta no terminar los libros, y me faltaban un par de páginas nada más. Venía de un viaje de una hora entre bondis y tren. Me faltaban sólo unas pocas páginas, y vivo a 10 cuadras de la estación del subte, no pude esperar a llegar a casa y lo terminé caminando”.

Al preguntarle sobre si no tenía miedo de toparse con alguien, Sebastián responde con algo de resignación: “Confiaba en que la gente me esquivara a mí”.

Sobre el hábito de leer en mientras se camina, Luciana, de 24 años, sostiene: “Lo hago sólo cuando el libro me gusta mucho. El último texto con el que lo hice, no recuerdo muy bien cuál fue. Alguno de Barthes, creo”.

En relación a su táctica personal, Luciana relata: “Cruzo la calle y camino lo suficientemente lento como para no llevarme nada puesto, ni que me lleven a mí”.

“Conozco muchas personas que dicen no tener tiempo para leer,  lo que no tienen es creatividad”, afirma Alejo, de 23 años. Luego, aclara: “Sólo lo hago con libros de bolsillo y ediciones malas. Un TOC (trastorno obsesivo-compulsivo) no me permite arruinar ediciones buenas”.

Al interrogarlo sobre el riesgo al que se expone por esta actividad, dice: “Hay adrenalina, y un ritmo, también. Por ejemplo, cada 2 líneas miras adelante y volvés al libro.

Para último, Alejo afirma: “Hay que ser hábil y marcar, con el dedo gordo, con el que sostenés el libro, la línea donde dejas cuando levantas la vista. Si no, todo está perdido“.