La madre ridículamente culposa

#SerMadres

Hasta hace no tanto tiempo pensaba que para ser una buena madre había que tener siempre a mano toallitas antibacteriales. Y algo de comer, alguna bebida, juguetes varios, una muda completa de ropa (lo cual incluye calzado), abrigo extra, todos los documentos… Cada vez que salía, por supuesto, me olvidaba varios ítems y sufría, me lamentaba, pensaba cómo mejorar el sistema. ¿De qué modo logro salir a la calle con todo lo necesario, el chico en condiciones de ser presentable ante la sociedad, más o menos peinada, vestida coherentemente, a horario, sin olvidarme las llaves (ni dejar alguna hornalla prendida) y habiéndole dado de comer a los gatos? ¿No es que “el que mucho abarca poco aprieta”?

Afortunadamente me di cuenta de que mi hijo igual prefería la galletita ajena y el baldecito de cualquier otro nene, y que jamás iba a dedicarle dos minutos de atención a ningún juguete que yo llevara. Que iba a jugar en la tierra y comer esa galletita mangueada, muy feliz y con las manos todas mugrosas, por mucho que yo lo persiguiera con las Ayudín. Que iba a querer correr y trepar sin abrigos, porque es caluroso. Que no iba a tener absolutamente ningún problema en tomar de cualquier vaso, o directamente de la botella. Que no se iba a morir de hambre por estar una hora y media sin comer, en caso de no encontrar a quién manguear. Y, sobre todo, que a él le importaba un comino qué corno hay adentro del bolso.

Entonces, ¿de dónde salía esa culpa? Una culpa vacía, urbana, ridícula, sin fundamentos. Bastantes culpas ya tenemos: por no tener más plata, más tiempo, más paciencia, más ALGO. Vivimos sintiéndonos culpables. Paradoja de este siglo.

Desde ese día salgo con una cartera: dos pañales, toallitas húmedas, plata, celular y llaves. Si me voy a hacer problemas que sea por algo importante.

¿Y ustedes? ¿Son madres ridículamente culposas como yo?