Contra el jean en verano

Transmito desde el Havanna de Ciudad de la Paz y Echeverría. Vine a buscar la dosis semanal -de necesidad vital- del delicioso alfajor de chocolate blanco y nuez. ¡Atención, atención! Perdonen, pero interrumpo el relato porque acaba de entrar una famosa con aires de estrella, una chica que trabaja en la tele, que opina del programa de Tinelli, no me acuerdo cómo se llama, es una flaquita con cara de tragedia, de muerte inminente, que habla con voz afónica, no me puedo acordar el nombre. Está maquilladísima y transpirada, tiene puesto un vestido strapless verde militar de algodón con un cinturón negro y zapatillas blancas de cuero, tipo botita, con tachas. Ahora exige a los gritos un café con leche para llevar y un havanette azul mientras afuera espera su C3 con balizas. Yo la verdad es que espero que un 113 le roce el costado y le arranque el espejito.Afuera, además del auto de la famosa estacionado en doble fila, suceden otras cosas. En el medio de una nebulosa de alrededor de 35 grados, dos policías de algo llamado “Brigada de Prevención” corren con rifles en la mano en dirección a la calle Amenábar. Acá adentro la gente se asusta, mira, comenta, pero nadie termina de abandonar su mesa fresca y habitable. Nada es tan importante como la amabilidad del aire frío. Está tan fuerte el aparato que me arrepiento de no haber metido un saco adentro de la cartera, se me puso la piel de gallina. Pasa que me vestí preparada para no sentir más calor que el que roza la piel, el de la sensación térmica. Una blusa suelta blanca, sin mangas, con la espalda descubierta (de Clara Ibarguren de hace dos temporadas) y una pollera de Levi’s, acampanada, corta y de cintura alta, de un jean tan ligero que parece algodón peruano. No digo que no tuve calor -habría que ponerse un traje aislante para lograrlo- pero así vestida la vida es mucho más amable.

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Girls: el vestuario también cuenta narra

El próximo 13 de enero se estrena la segunda temporada de Girls, la historia de las cuatro amigas neoyorquinas recién salidas de la universidad que empiezan a transitar el camino de la vida de verdad, la que depende de una y no tanto de la familia o de lo que venía después por un orden socialmente naturalizado. En el New York Times apareció hoy -3 de enero- una nota referida a cómo el vestuario contribuye a la narración de la serie. La leí y me pareció interesante contarles parte de lo que dice. ¿Se dieron de que lo que menos nos encanta de la serie es la ropa que usan las chicas? Ojo que no es casualidad, que el vestuario no está librado al azar, sino que está pensado estratégicamente, con un propósito. De acuerdo con la nota, la moda de Girls no es aspiracional, aunque sí muy intencional.  

La idea es que el guardarropas de las chicas acompañe la misma verosimilitud que se busca en el guión. Ninguna chica de 24 años que intenta mantenerse sola tiene plata como para usar un abrigo distinto todos los días. Por eso, nada de lo que se ponen Hannah, Marnie, Jessa o Shoshanna puede ir más allá del límite de sus ingresos, más bien escasos. De hecho, las protagonistas también  suelen repetir conjuntos a favor del realismo de la historia.

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Cápsulas de moda

Todas tenemos una marca que nos copa más que el resto. La mía es Clara Ibarguren. Me encanta. Algunas de mis amigas me dicen que es de señora, que no tiene onda, pero yo les contesto que piensan eso porque nunca entraron a mirar los percheros, que nada que ver, que la mayoría de la ropa es hermosa y que tiene los jeans más cómodos y sentadores del mercado. Además, como para que sepan que es mucho más moderna de lo que creen, les cuento fue una de las primeras marcas argentinas que incorporó el concepto de colección cápsula: la que hace desde 2009 con Julieta Cardinali, siempre con un toque de rockanroll, que esta temporada, por ejemplo, se llama Love Me.

Pero volvamos al concepto de colección cápsula. ¿Qué viene a ser?  Un conjunto de alrededor de veinte prendas de edición limitada creadas por alguien en especial, un diseñador o un artista, que le impregna su estética, su estilo, sus valores, ideas y conceptos a una línea pequeña de ropa y accesorios –de ahí lo de cápsula- que se enmarca dentro de la colección principal de una determinada marca. En el caso de “por Julieta” de Clara Ibarguren, la diferencia reside en la onda trash femenina que le aporta a la marca original clásica. En el plano internacional, las uniones más famosas son las de firmas de lujo, como Stella McCartney o Lanvin, con H&M.

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Looks que estilizan

Vestido Leandro Domínguez

Vestido Leandro Domínguez

Para leer consejos sobre cómo vestirnos para Navidad y fin de año están todas las revistas de moda y los ochocientos mil blogs y sitios de Internet dedicados a repetir lo mismo. Si quieren les hago un resumen de literalidades: hay que brillar, están todas enloquecidas con el tema de la luz, parece que en Navidad hay que ponerse una remera blanca con una estampa de canguro dorada o algo así.

Por eso, acá, prefiero dedicarme a lo importante: qué ponernos el día después de haberla pasado quizás demasiado bien en la mesa navideña. O qué ponernos si decidimos continuar con la dieta de hidratos hasta comenzado el verano.

Como no quiero decir pavadas, les pregunté a mis amigas de Grupo Imagen, Flor Ducos y Mery Pínola, que son unas genias del asesoramiento de imagen. Después de la conversación, con cafecito y chocolate incluido, saqué en limpio estos consejos que comparto con ustedes para aprender a estilizarnos.

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La tienda o el paraíso de las chicas

The Paradise es una serie tan de chicas que vendría a ser como una Downton Abbey pero en versión tienda de ropa. Por eso le hago un lugar en este blog, no es que ahora me voy a dedicar a escribir reseñas de películas y series, es que ésta tiene todo para convertirse en la preferida de las chicas de la moda (y de las chicas en general).

Ya sabemos cómo funciona el relato en Downton Abbey: tenemos una casa en la que conviven una familia de clase alta con una multitud de sirvientes. Entre estos dos planos, arriba y abajo, se mueve la historia, que se interconecta a través de doncellas, valets y mayordomos. En The Paradise el esquema es similar: por un lado, está el dueño de un gran negocio y sus vínculos con la gente de la alta sociedad; y por otro, están sus empleados y los comerciantes del lugar. Si en la primera el escenario es una casa hermosa, acá los hechos suceden en un bazar luminoso. Una tienda soñada a la que nos encantaría ir de compras.

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Chicas de moda

Escriban en Google esta búsqueda: qué es una it girl. Wikipedia dice que una it girl “es una mujer joven atractiva que recibe una intensa cobertura mediática desproporcional a los logros personales”. OK, muy bien, mi intención era hacer una crítica de este concepto, pero la verdad es que ya está ahí, en la enciclopedia más famosa del mundo, con el tono peyorativo perfecto, el que estaba buscando, no hace falta que venga yo acá a escribir obviedades y a repetir las palabras que aparecen, para ser exacta, en el segundo resultado de búsqueda de Google. Pegarle a una it girl hubiera sido el camino más fácil, pero no. Mi idea siempre es desactivar el pensamiento automático y buscar razones válidas para fundamentar lo que me parece.

Que son chicas que, al parecer, no se destacan por nada más que vestirse bien y salir en las fotos de todos los eventos de moda ya lo sabemos. También vamos a coincidir en que la mayoría no hizo ningún mérito significativo para convertirse en celebrity más que venir de alguna familia rica o de la realeza, haber participado de algún reality show o programa de televisión ignoto o ser la novia de alguna estrella de rock.

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En mi vereda: las sirenas usamos enteros

“Si vos no sos gorda, podés usar bikini”, así inauguré la temporada de pileta hace unos días cuando de milagro me invitaron a pasar una tarde adentro del agua y abajo del sol, un acontecimiento que sucede cada año bisiesto. Fue la amiga de una amiga la que me hizo el comentario mientras acomodábamos todos los objetos inútiles que las mujeres solemos llevar cuando tomamos sol. Como era un día de pileta cool, con tragos de frutilla y ananá y reposeras que parecían camas, había que conservar la imagen, no daba para andar como en la terraza de mi casa, que termino metiendo los pies adentro de un balde para sentirme refrescada. “Uso traje de baño entero porque me gusta”, le contesté mirando mi modelito strapless rojo con lunares blancos y estuve a punto de iniciar un debate peligroso en el que claramente iba a perder por cantidad: yo era la única con un entero puesto.

No me sorprende. La gente se siente con derecho a cuestionarlo todo, a veces me dan ganas de contestar que no puedo usar bikini porque tengo una cicatriz gigante que me atraviesa toda la cintura para que se sientan mal, pero me gana la fiaca de tener que discutir. Uso traje de baño entero porque me gusta y ya, no es complejo ni vergüenza (además la pregunta de mi interlocutora deja expreso un prejuicio implícito, es decir, ella cree que el entero es una condena para quienes no cumplen con sus criterios estéticos, para ella las que no entran en un small no tienen derecho a usar bikini, deben taparse los supuestos rollos. Un prejuicio horrible).

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Elogio de los años 50

No voy a pedir permiso para ensayar ideas. Tengo una teoría para explicar por qué se usa la moda de los años 50. ¿Se acuerdan de la película La sonrisa de Mona Lisa? (Un título horrible, dicho sea de paso.) Julia Roberts interpreta a una profesora que llevaba pensamientos nuevos, supuestamente peligrosos, a una escuela de señoritas que se jactaba de formar a las mujeres que se convertirían en las esposas de los futuros líderes del país. Todo en la película es bastante grotesco, no hay sutileza en los personajes, delineados a los brochazos, demasiado predecibles y prototípicos.

Les digo la verdad: me saca de las casillas el personaje de esta profesora que llega con sus aires de liberación, soberbia, con el dedo en alto, parada sobre un banquito sermoneando sin parar. Es como la versión femenina de La sociedad de los poetas muertos, pero sin la parte del suicidio. Julia –no me acuerdo de su nombre en la ficción- se siente con derecho a juzgarlo todo porque cree tener la única verdad legítima. No me malinterpreten, no estoy diciendo que esté en contra de las libertades femeninas que nos fueron consiguiendo nuestras antecesoras. Agradezco la lucha de ese feminismo que hoy considero anacrónico pero que en su momento fue necesario y estuvo muy bien. Lo que me molesta es la parte en la que se empieza a endiosar la rebeldía, que es concebida como lo mejor al extremo de que todo, incluso la intolerancia, se perdone en su nombre.

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La moda no es inteligente

La ropa me emociona. Para mí salir a mirar vidrieras es una fiesta. Cuando era chica quería ser vendedora de ropa y para mis cumpleaños pedía que me regalaran vestidos, “juguetes no”, decía al borde del llanto.

Me cuesta entender la pretensión de la moda por parecer inteligente. Es como esas chicas lindas que necesitan contar que leen, que van a museos o que miran cine japonés para justificarse, como si tuvieran que pedir perdón por algo. Insisten en autosubestimarse como si la inteligencia fuera tan importante. Confunden los términos, en todo caso habría que redefinir el concepto de inteligencia y empezar desde ahí todo de nuevo. Pero no es este el momento ni el lugar para hacerlo y, además, no nos interesa.

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