Por: Cecilia Acuña
El próximo 13 de enero se estrena la segunda temporada de Girls, la historia de las cuatro amigas neoyorquinas recién salidas de la universidad que empiezan a transitar el camino de la vida de verdad, la que depende de una y no tanto de la familia o de lo que venía después por un orden socialmente naturalizado. En el New York Times apareció hoy -3 de enero- una nota referida a cómo el vestuario contribuye a la narración de la serie. La leí y me pareció interesante contarles parte de lo que dice. ¿Se dieron de que lo que menos nos encanta de la serie es la ropa que usan las chicas? Ojo que no es casualidad, que el vestuario no está librado al azar, sino que está pensado estratégicamente, con un propósito. De acuerdo con la nota, la moda de Girls no es aspiracional, aunque sí muy intencional.
La idea es que el guardarropas de las chicas acompañe la misma verosimilitud que se busca en el guión. Ninguna chica de 24 años que intenta mantenerse sola tiene plata como para usar un abrigo distinto todos los días. Por eso, nada de lo que se ponen Hannah, Marnie, Jessa o Shoshanna puede ir más allá del límite de sus ingresos, más bien escasos. De hecho, las protagonistas también suelen repetir conjuntos a favor del realismo de la historia.
A diferencia de Sex and the City donde parte del atractivo del programa residía en admirar e imitar el estilo de Carrie y sus amigas, acá la idea es mostrar cómo una joven recién salida de la universidad tiende a equivocarse en la elección de su ropa hasta dar finalmente con aquello que le queda bien, que la define. Podríamos decir, entonces, que son dos variables las que configuran el vestuario de Girls: la plata o los recursos limitados para comprarse ropa y la intención de mostrar la juventud, las inquietudes del primer trabajo, la inseguridad en todas las relaciones a través de la elección de una pollera, un vestido o una camisa.
Y no es que no sigan tendencias de moda, pero es que lo hacen cada una de acuerdo con su personalidad. La ropa vintage de Hannah le da ese aire caótico y desprolijo. Los vestidos de diseño estructurados y rígidos de Marnie reflejan la lucha por convertirse en adulta, profesional y responsable. Shoshanna es la más boba de las cuatro, demasiado rosa, ingenua e insegura, alguien que adapta sin criterio cada una de las tendencias que hay en las revistas y vidrieras por temor a equivocarse. Jessa, la más bohemia,en cambio, es tan segura que, a veces, se equivoca con prendas demasiado extravagantes. Lo que, en definitiva, se destaca en el look de las protagonistas es la historia de un estilo en construcción en el que ninguna prenda termina de quedarles bien.