Por: Cecilia Acuña
En el subte vi a una señora de cuarenta y pico con medias de lycra. No les miento. De hecho, no sé si era lycra o multifilamento, pero con esta temperatura cualquier tejido es pecado mortal. Ni hablar de la cantidad de mujeres que atrapadas adentro de un jean ajustado. A los hombres los perdono, no tienen opción, pero nosotras sí, nosotras podemos ir a trabajar con un vestido símil playa y quedamos hermosas y elegantes. ¿Por qué entonces algunas no lo hacen? ¿Por qué pudiendo dejar que las piernas respiren de felicidad deciden enfundarse en esos mismos jeans que usan cuando estamos en julio y hay dos grados?
Es cierto que hay gente que tiene tan poca imaginación que no puede concebir vestirse de otra manera que con un jean y una remera, que ni siquiera tiene la inquietud de hojear una revista de moda o de pararse a mirar vidrieras. Quizás sea todo falta de inteligencia aplicada al diálogo matutino con el placard o con la silla en la que vamos tirando la ropa de la semana. Ni siquiera hablo de mal gusto, no, hablo de tener sentido de la gradualidad. A mí en primavera me gusta usar camisas, vestidos con saquitos de hilo, pantalones frescos con remeritas de mangas tres cuartos. No uso lo mismo en octubre que en enero, ni cuando el clima se pone fastidioso por adelantado y nos viene a enloquecer la vida con 30 grados a la sombra y la mayoría sale en musculosa y ojotas. Son las mismas mujeres que un día como hoy se ponen un jean. Se copan con un calor que no es tanto y después se olvidan. Es el concepto de transición, algo que la mayoría de la gente, tomando como muestra mínima la escena de peatones que veo desde mi mesa del Havanna, pareciera no tener. Mientras que en noviembre salen en shorts, hoy se les ocurre ir de negro con zapatillas, jeans y remera de cuello cerradísimo. Son como histéricas de la ropa. No pasamos de primero a séptimo grado ni tampoco son tres los meses que nos separan de la primaria a la universidad.
Tal vez, la brigada de prevención se dedique a buscar a los responsables de estos crímenes. Ojalá fuera así. Mientras tanto, lo que yo les ruego a ustedes, entonces, por el amor de Dios, es que sepamos aplicar el sentido de transición frente al espejo todas las mañanas, que disponemos de los datos necesarios: el pronóstico del tiempo es una de las obsesiones humanas y no hay noticiero de televisión o de radio que cada cinco minutos no tire el estado del tiempo para las 10 de la mañana, las tres de la tarde y las nueve de la noche.