-Mi cuerpo está lleno de cicatrices y machuques de todo tipo. A esto tenemos que sumarle que he tenido tres hijos, todos varones. En tan solo cinco años consecutivos saqué tres personas de mis entrañas. Una locura. Los nombré Paul, John y George. A mi analista le pareció algo “un poquito desmedido” -así me dijo- pero yo no le di bola. ¿Su argumento? Me dijo que era enchufarles algo muy mío…pero bueno, él no me va a entender jamás, seguramente no se ha puesto a escuchar detenidamente a estos cuatro marcianos del siglo XX. También le conté a mi “Psico”. -así le digo yo- que como no podía tener más hijos, en compensación, me había comprado un perro y que lo había nombrado “Ringo”. Echó a reír a carcajadas y me dijo: – Bueno, Elvira, está bien, usted gana, usted gana. Años después terminé medio amigota de ese terapeuta, era un muy buen tipo, muy astuto, pero musicalmente equivocado. Un día fuimos a su casa y en la biblioteca tenía una foto de Queen!! Freddie Mercury! Ese gritón todo sudado. Ese espasmódico insoportable! Esa foto hizo que mi terapeuta termine por caer, eso cerró definitivamente nuestro pasado como paciente y analista.
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¿Cómo elegir un buen profesional en salud mental?
En el país de más psicólogos por habitante, en donde la gente consulta masivamente, vamos a pensar algunas cosas. Las personas, al decidir emprender un proceso terapéutico, llegan con muchas expectativas; siempre se consulta en estado de sufrimiento en algún área de la vida. Los consultantes vienen a su sesión en busca de algo que los alivie o que -por lo menos- les aporte una manera diferente de pensar sus problemas, de pensarse a sí mismos. Para empezar a hablar de lo que les pasa, los pacientes depositan mucho en la figura del psicólogo; de alguna manera él será el conductor en ese proceso de “cura”. Bien, aquí la cuestión: ¿en manos de quién dejamos nuestros secretos, nuestras emociones, nuestras debilidades? ¿Cómo saber si la persona que tenemos enfrente es apta o está en condiciones de ayudarnos?
La ansiedad: un problema con el tiempo
Si hay algo que se ha transformado en epidemia en los últimos 40 años, son los trastornos de ansiedad; que son la base, el combustible -o un componente fundamental- en decenas de diagnósticos y síntomas que escuchamos diariamente. Oímos sobre el pánico, sobre las fobias; de cuadros obsesivos compulsivos, sobre el estrés, sobre síndrome de burnout…en todos ellos este factor, fuera de control, está presente.
Hablamos de un estado emocional y físico displacentero, familiar -prima hermana digamos- de la angustia. Por supuesto que todos tenemos cierta dosis de ansiedad, pero hoy vamos a hablar de cuando esta “sustancia” se presenta con la potencia necesaria como para complicarnos demasiado la vida.
Diciembre: balances
Diciembre es un mes en donde confluyen muchas cosas: el cansancio acumulado durante al año, las fiestas (siempre algo tensionantes), el cierre o finalización de muchas actividades, la planificación de las vacaciones, las reuniones. Es un mes en donde, en general, no tenemos demasiado tiempo para pensar. Sin embargo, casi naturalmente, todos hacemos algún tipo de balance. La vida es ciclos, como el día y la noche: el tiempo es una convención cultural, pero apropiarnos de él, planificarlo, es un arte necesario.
La acción como salida a los problemas
En nuestro país la psicología está por todos lados. Se presenta en televisión, revistas, diarios, internet. Todo esto tiene un costado muy positivo: la gente ya sabe que esa herramienta existe y que está comprobada su eficacia, que ayuda, que suma y que -muy a menudo- salva vidas humanas, muchas. Pero también, la excesiva presencia de la psicología o el psicoanálisis en nuestra sociedad ha generado algo curioso. Les cuento: la vez pasada yo le decía a una persona algo así: - vos has pasado por varios psicólogos y teorías; ya tenés una vastísima idea de los condicionamientos que te ha impuesto tu historia familiar. Ya sabes, en líneas generales, la subtrama de muchos de tus síntomas y angustias. También comprendiste a muchos de tus enemigos internos: es hora de empezar a vivir.
Nadie cambia de un día para el otro
Los psicólogos, en nuestro trabajo cotidiano, escuchamos permanentemente frases que hablan de cambios repentinos. Por sobre todo es en las relaciones de pareja en donde suena más esa música. A ver: las personas sólo con mucho esfuerzo hacemos cambios, y pueden ser muy grandes, ¿por qué no? pero lleva su tiempo. Nadie modifica aspectos fundamentales de su personalidad, de su carácter, de su temperamento o de su “modo de ser” de un día para el otro.
Sin embargo, es cierto que frente a ciertas situaciones o acontecimientos, muchos individuos pueden dar saltos importantes en su vida. Hablo de giros madurativos y emocionales que hacemos a partir de atravesar grandes crisis personales o de vivir situaciones traumáticas o experiencias extraordinarias positivas. Pero estas son la excepción, no la constante. En casi todos los casos, la variable tiempo es fundamental.
Los 3 motivos más frecuentes de consulta
En el “Ranking de los 40 principales” en los motivos de consulta que nos hacen a los psicólogos, sin duda que el tema que más suena se llama “Los Problemas del Amor” (¿Parece el titulo de una canción de Arjona verdad?) Ese es el que más se escucha, es el Puesto número 1. Gana por goleada en relación a lo que motoriza a la gente a consultar. El amor es algo complejo para todo el mundo, es lo mejor que se puede vivenciar, lo que da más placer y felicidad, pero también, a veces, es una fuente de sufrimiento. Es lógico, se ponen en juego muchas cosas; toda nuestra historia de cómo fuimos amados, se juega lo que observábamos cuando niños entre nuestros padres (o sustitutos de ellos), de cómo vivían el amor, en fin. Por más bien que eso marche en un sujeto, en los conflictos del amor siempre “va la vida” ( “Va la Vida”, otro tema para Arjona”) así se experimenta el asunto, siempre es medio trágico ese mundo.