En la que Gae Aulenti diseñaba locales de Olivetti para las esquinas de Buenos Aires.
Y eso es todo por hoy.
En la que Gae Aulenti diseñaba locales de Olivetti para las esquinas de Buenos Aires.
Y eso es todo por hoy.
Durante muchos años me llamó poderosamente la atención el edificio de la ochava formada por Corrientes y Carlos Pellegrini, sobre mano derecha. El pobre tenía gran parte de su fachada cubierta por el tremendo cartel luminoso de un célebre matutino de tirada nacional, que le daba un aire decadente y distópico estilo Blade Runner.
La estructura metálica que sostenía las grandes letras fulgurantes, que estaba oxidada, enmohecida, o algo por el estilo, siempre me recordó a la odiosa ortodoncia que lucí durante varios años de mi primera adolescencia.
Hace un tiempo, el edificio fue liberado. Ahora luce una discreta pantalla en forma de banda. Se ve sobrio, marcial, elegante. Cada vez que paso por ahí, en colectivo o a pie, le hago un guiño cómplice: un gesto de esos que solo pueden hacerse entre sí (y comprender) dos individuos que han sido hermanados por el mismo calvario
A la hora indicada, y en determinados momentos, hasta los lugares mas vulgares adquieren cierto aire lírico.
Bien pensado, no es tanto lo que separa esta Esso nocturna del célebre Nighthawks de Hopper; es cuestión de predisposición mas que nada.
Desde el Lunes y para siempre, vamos a recordar a las Torres Le Parc Puerto Madero por un solo motivo.
Es algo más común de lo que parece, aunque no siempre nos demos cuenta: Un determinado edificio o espacio pasa a formar parte de un conjunto de hitos tristemente célebres por lo trágico, truculento, o lamentable de los eventos allí sucedidos. Desde los basurales de José León Suárez, pasando por la Puerta 12 del Estadio Monumental, por Plaza de Mayo, por Cromagnon, y llegando a la Estación de Once.
Son sólo algunos. Lamentablemente, este mapeo sangriento es bastante más extenso. No se reduce a cuatro lugares, y sigue sumando elementos a sus layers. Esperemos que, en el futuro, crezca lo menos posible.
Todo lo que sucede después de las 22 hs en aeropuertos, estaciones de trenes, o terminales de ómnibus tiene algo de ensueño o recuerdo vago. Las imágenes de estos lugares, por algún motivo, no pueden hacer las paces con su significado y, en nuestros recuerdos, su definición suele quedarse a mitad de camino.
A continuación, algunas que recolecté ayer a la noche, en un breve paso por la Terminal de Ómnibus de Pinamar:
-Una vieja máquina para rescatar relojes de la arena tropical. La ficha a 2 (dos) pesos.
-PanchoBus, o el triunfo del branding.
-El repertorio de arquitectura nacional posmo utilizado extensivamente y sin tapujos: Revestimiento de ladrillos ´´glaseados´´, curvas sinuosas en los puestos de ventas, etc.
- Un policía maniobrando su arma con la mano derecha y un superpancho con la izquierda. El pancho tenía ketchup y mayonesa. (¿Sin mezclarse cuentan como salsa golf ?)
-Unos metegoles ubicados en el único rincón que quedaba libre de toda la Terminal.
-Una mujer chequeando su agenda electrónica Casio. Probablemente estaba sentada allí desde el día en que inauguraron el edificio.
Si un día alguien decidiese escribir y filmar una buena película sobre la Argentina convulsionada de los 70s, la primera escena debería ser sí o sí en el mítico Atenea.
Benditos sean los lugares de imprecisión, ámbito propicio para su aparición alrededor del ocho de diciembre: Accesos, halls, porterías. Espacios que suelen provocar sentimientos inciertos, acaso incómodos, y que, en vez de oficiar de momento intermedio entre exterior e interior, lucen más bien como pequeñas escenografías, ascéticas instalaciones donde se ensaya un teatro absurdo del vacío y de la nada.
En medio de toda esa falta de definición, nimbados de luz artificial made in china, los Arbolitos. Yacen firmes, siempre insomnes, campeando en la planta baja de cada uno de los edificios de ese lugar fantástico y lleno de indefiniciones y tensiones identitarias llamado Barrio Norte. Altos y bajos, grandes y chicos. Con luces intermitentes o permanentes, con y sin estrella en la punta, decorados con guirnaldas peludas, tiritas de colores, bochitas, trineos y pequeños papanueles sonrientes. Llenos de renos veloces, moñitos y campanitas.
Desaparecen poco tiempo después, tan rápido como llegan. Se llevan consigo esa ambigüedad propia de los sentimientos de fin de año, tan familiar como difícil de describir, cuyo eco suele resonar durante semanas, hasta que nos olvidamos de las fiestas.
La otra noche, volviendo de una cena con amigos, me tomé un bondi mágico. Un bondi de videoclip, de novela de Puig, medio de Almodóvar.
El Bondi Amore, como he decidido llamarlo, es un 102 que surca las calles de Buenos Aires con una atmósfera muy particular: Cortinas cerradas, luces azules y rojas y una sugestiva silueta femenina en un simil-neón rosa colocada justo al frente del vehículo. Discreto y llamativo a la vez, es como un cabaret triste de película sobre ruedas, pero que, por algún motivo, no transmite una sensación de sordidez o pena, si no más bien algo de ternura.
Imposible saber como lucirá el Bondi Amore con el sol arriba. Quizás se adapte a la versión diurna de la ciudad, abriendo sus cortinas y velando celosamente a la señorita de la parte de adelante. O quizás ni siquiera salga de día, y solamente complete el turno noche.
No lo se. La verdad es que no subo seguido al 102, y es mejor así. Ojalá me lo vuelva a tomar otra noche, dentro de un par de años, y siga estando lleno de amore perdido y sugestiones.
¨De una ciudad no disfrutás sus 7 o 77 maravillas, si no la respuesta que da a una pregunta tuya¨
Italo Calvino
Bienvenidos a La Ciudad y Sus Respuestas, virtual espacio de la palabra escrita donde se tratarán, desordenadamente, cuestiones, inquietudes, y curiosidades que nacen diariamente en los habitantes de grandes ciudades.
A veces, habrá una respuesta, efectivamente. Otras, habrá que quedarse con las dudas.
Adelante, pues.