En 1982, Jean-Claude Biver compró una empresa de relojes que había desaparecido. Se llamaba Blancpain, y eso era todo lo que quedaba de la compañía. El nombre.Biver relanzó la compañía con una declaración de principios: “Nunca, desde 1735, ha habido cuarzo en un reloj Blancpain. Y nunca lo habrá”.
La declaración no sólo revivió a Blancpain, sino a toda la industria del país. Tres décadas más tarde, los relojes mecánicos representan el 70 por ciento de las exportaciones suizas en el rubro, y Biver es considerado, por muchos colegas, el gran salvador. Apenas 10 años después de haber comprado Blancpain por US$ 25.000, Biver vendió la marca a Swatch Group por US$ 43 millones.
Luego de convertirlo en millonario, Swatch le encomendó a Biver la resucitación de Omega, que había caído en un cráter tras haber sido el primer reloj en la luna. Biver consiguió triplicar las ventas de Omega, y en 2004 recibió una oferta para convertirse en CEO de Hublot, empresa que por año facturaba US$ 26 millones y perdía US$ 2,6 millones. Biver aceptó el desafío, y para 2007 había quintuplicado la facturación de la compañía y la había sacado de números rojos. En 2011, último año bajo el mando de Biver, quien se retiró en enero de 2012, Hublot experimentó un incremento del 30 por ciento en sus ventas. A continuación, disfruta de una entrevista donde habla sobre la innovación que llevó a la transformación y el éxito de Hublot.
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