Seis meses fuera de casa

#DeViajeMateando

Por instinto, el mamímero ayuda a su cría desde que nace a alimentarse, le enseña cómo cazar, le provee de alimento, lo cuida. Así transcurren los años, entrelazados, uno para el otro. Amor incondicional.
Hasta que un día, ésta cría crece y ya es capaz de proveerse de sus propios alimentos, de cuidarse de enemigos y de volar. Esto último se aplica en las aves, claro, pero también en los seres humanos. Es la ley de la vida. Y por más que duela es así. Es necesario. Los niños crecen y se van a volar.
Nosotros salimos a volar hace seis meses. La decisión fue sumamente difícil. ¿a quién le es fácil salir de la conformidad de su hogar, de la comida casera de los padres, del beso de buenas noches?
Fue la decisión más complicada y la que nos hizo y hace más feliz que cualquier otra.
En estos 6 meses cada día es distinto, cada día hacemos cosas por primera vez.
Nuestro hogar nunca es el mismo. A veces un departamento, a veces una carpa, una casa rodante, el piso de una ruta, una estación de tren, la cama de un camión o la orilla de un mar.

Nuestros amigos y familia de toda la vida siempre viajan con nosotros en nuestro corazón, los llevamos a pasear a todos lados. Pero siempre se suman integrantes nuevos. Gente que nos levanta haciendo dedo, que nos invita a dormir a sus casas o que nos dan aliento para seguir con el viaje. La satisfacción de agrandar un poquito más la familia cada vez que se cambia de ciudad es inexplicable.
Los sabores, olores y sensaciones siempre están sorprendiéndonos también.

Nos desprendemos de prejuicios y tratamos de que nuestra memoria guarde cada pasito distinto, cada sonido, lugar, puesta de sol.
Éste viaje nos encontró pasando por Frankfurt, Hamburgo, Copenhaguen, Bornholm, Sazznitz, Malmo, Helsingor, Helsingborg, Berlin, Dresden, Praga, Viena, Bratislava, Budapest, Sofia, Belgrado, Skopje, Ohrid, Saranda, Dhermi, Tirana, Budva, Kotor, Pristina, Mostar, Sarajevo, Dubrovnik, Split, Hvar, Sibenik, Karlovac, Zagreb y sigue.
Cada ciudad para nosotros es un mundo nuevo. Hasta la menos linda tiene millones de cosas para brindar, desde cultura hasta consciencia social. Y eso no se cambia por nada.

Seis meses atrás nuestras vidas eran rutinarias, siempre el camino conocido, el colectivo repleto, el ruido de las bocinas. El amor de mamá y papá. El abrazo de los amigos. El mate con los abuelos.
A veces para salir a volar hay que desprenderse de ciertas cosas, eso no quiere decir olvidarlas. Nosotros tomamos las que nos hacen bien y las llevamos guardadas en un rinconcito de nuestro corazón.
Salimos al mundo, lo caminamos, lo sentimos y lo hacemos nuestro. Para siempre.

Mostar, Bosnia.

Mostar, Bosnia.