Los deportes son, en la vida cotidiana de las personas, cada vez más importantes. Los deportes de combate no son la excepción. Lo que antes era privativo solo para competidores profesionales y/o amateur, hoy está abierto al común de la gente siempre y cuando sea de manera recreativa. Claro que esto ha traído en los últimos tiempos un problema que de tanto repetirse ya se vuelve compleja su solución. Estamos hablando de la dicotomía entre lealtad y negocio.
Todos han sido formados y moldeados por un profesor y, algunos, tuvimos la suerte de que nuestra guía fuera un Maestro. ¿Ahora que pasa cuando una vez que estamos listos queremos comenzar nuestro propio camino? ¿Cómo hacer para que nuestro propio objetivo (profesional y/o comercial) no choque de frente con la actividad de quien nos formó?
La verdad que parece un tema superficial pero es más complicado de lo que se cree, incluso para los practicantes que en ocasiones llegan a optar por un lugar u otro a la hora de entrenar. Hay organizaciones o escuelas que a lo largo de los años han generado una gran cantidad de instructores y profesores que por una cuestión lógica comparten una geografía reducida entre ellos (claro, si todos en algún momento fueron compañeros). Esto a la hora de abrir su propio gimnasio es un tema a resolver no solo entre ellos sino también con la “casa matriz” donde fueron “fabricados”.
Los alumnos no se compran en el supermercado, se ganan. Y se ganan a fuerza de trabajo, seriedad y responsabilidad. Y en momentos en donde la oferta supera a la demanda hay que sumarle una característica más a las anteriormente mencionadas: creatividad. Todo esto sin dejar de lado la lealtad, sin perjudicar a quien alguna vez nos abrió las puertas de este maravilloso mundo.
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