133. Ni una menos, ni uno más

#AmoresTóxicos

Lo violento. Ni la violenta, ni el violento. Lo violento.

Todos podríamos definir al ser violento. Todos sabríamos responder a la pregunta del “qué es ser violento”. Pero… ¿cómo se es violento? El “cómo” interroga a lo neutro, se pregunta por “lo violento”, ni por el, ni por la, por lo. ¿Cuántos tipos de violencia hay? No es lo mismo la violencia de género que la violencia vincular. No es lo mismo la violencia del enfermo que el enfermo de violencia. Violencia y agresión ¿son sinónimas? ¿Hay una violencia justificada y otra deplorable? ¿El que aparenta más fuerza es, en definitiva, el más violento? ¿Puede una mirada silenciosa ser catalogada como violenta? ¿Todo delito es violento o toda violencia es delictiva? La violencia es situacional, o es un concepto binario que no admite debate. No debatir ¿es violento? O hay cosas que no se debaten. ¿Uno puede defenderse sin ejercer la violencia?

Y la gran pregunta: ¿Se “es” violento o se “está” violento? La primera es pura existencia, carácter y neurosis, la segunda es situación, circunstancia y – también – neurosis.

 -Julián, necesito verte – dice en tono desesperado.

-¿Otra vez? – pregunta preocupado como quien sabe la respuesta.

-Sí, otra vez. Sos mi hermano, me tenés que ayudar.

-¿Cómo querés que te ayude? Ya te dije, tenés que irte a la mierda.

-Todos los santos días de dios, pienso en eso. Pero tengo miedo. Me dice que si me voy, me va a matar. Y este enfermo es capaz de hacerlo.

-Pero no, Lauri. En definitiva es un cagón. Pura espuma. Pasa que está caliente porque vos empezaste a hacer más la tuya.

-Pero eso es lo normal. No tiene nada de malo que haga un curso o que vaya a caminar al parque. Que yo haga la mía no quiere decir que deje de quererlo.

-Bueno, pero él dice que vos andás coqueteando y que lo hacés quedar como un boludo. Que las calzas, las tetas. Se la pasa diciéndote que te hacés la pendeja.

-¿Qué? Vos no me podés decir eso. ¿Vos crees que él se pone violento porque yo uso unas calzas de mierda? ¿Pensás que las marcas que tengo en el cuerpo, son porque tengo un grupo de whatsapp con las chicas del secundario? ¿Vos crees que yo tengo algo que ver con estar con un salvaje?

-No Lauri, lo que pasa es que hay cosas que lo irritan y a veces pareciera que lo hacés a propósito para que él se sulfure.

-Ah, no te puedo creer. Mi propio hermano piensa que la violencia de este enfermo la despierta el monstruo que habita en mi pobre vida chata. Él es un violento y punto.

-Entonces, ¿por qué no te vas a la mierda? Ya te dije, te venís a casa. Acá tenés un lugar. Si te quedás ahí, vos estás tan enferma como él.

-Pasa, que cuando estamos bien, está todo bien. El tema es cuando él se pone loco.

-¿Y en qué momento se pone loco?

-Cuando me habla y no le contesto, cuando ve que me rio sola leyendo el whatsapp de las chicas. Se pone loco cuando ve que algo no lo incluye.

-Tenés que irte, ese vínculo no tiene cura.

ni una menos

Posiblemente Julián tenga razón, pero, como pasa en muchos casos, él la contiene bajo el manto genérico de la sospecha. ¿Qué es lo enfermo en una situación de violencia dentro de un vínculo – en apariencia – amoroso? ¿Lo violento es el vínculo? ¿La violencia emerge de la interacción de esas dos personas que no encuentran refugio en un diálogo? Violento es lo que se ve y también lo que no se ve. Es violento poner en acto lastimoso lo no dicho. Caretearla es violento. Simular el bienestar del “cuando estamos bien” es violento con uno mismo. La peor violencia es la que se ejerce consigo mismo. Violento es decir que si cuando es no. No pedir ayuda, es violento. El amor no cura la violencia, la persona violenta no necesita del otro para curarse, necesita de sí mismo. El violento no aprendió a estar consigo mismo y pretende que el otro le salde esa deuda.

La violencia de género es una violencia contundente, inexorable. Una violencia primaria y animal. Diana Russell utilizó el término femicide por primera vez en 1976 ante el Tribunal Internacional sobre los Crímenes contra la Mujer en Bruselas, definiendo las formas de violencia extrema contra la mujer. Años más tarde, la misma Russell, junto con Jane Caputi, redefine este concepto en 1990 como “el asesinato de mujeres por hombres motivado por el odio, desprecio, placer o sentido de posesión hacia las mujeres”. Un gran aporte de Russell y Caputi fue visibilizar que los motivos por los que históricamente se han asesinado personas debido a su raza, nacionalidad, religión, origen étnico u orientación sexual, son los mismos por los que se asesina a las mujeres y de este modo enmarcan el femicide como un crimen de odio. Esto no tiene nada que ver con la violencia vincular. Los grandes debates acalorados se dan porque uno discute por el vínculo y otro por el género. La violencia vincular se instala en el “entre”, con todas las vacilaciones del caso; mientras que la violencia de género esta claramente polarizada y no admite duda alguna.

Los feminicidios son asesinatos motivados por la misoginia, porque implican el desprecio y el odio hacia las mujeres; y por el sexismo, porque los varones que las asesinan sienten que son superiores a las mujeres y que tienen derecho de terminar con sus vidas.

La violencia de género es un problema de salud social y por lo tanto nos afecta a todos. Ni una menos, ni uno más.

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