Esta Chica, la Renga del destornillador

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24. Esta Chica, la Renga del destornillador

A Esta Chica, con dieciséis años y varios capítulos de CSI como experiencia en criminalística, el plan le había parecido perfecto. Lo había soñado, pensado y repensado, imaginado, dibujado, ensayado ante un espejo y con una almohada. Le había buscado la quinta pata al gato, el pelo al huevo: era una genialidad. En la “Libreta-bitácora de planificación del asesinato” hallada entre sus objetos personales, en la primera página, se puede leer:

 . La vieja Casilda tiene más de noventa años, no tuvo hijos y vive sola en semejante casa

. Para qué va a necesitar una vieja semejante casa; en cualquier momento se muere y no tiene herederos. Sería un desperdicio. 

.Esta vieja es de las que no se mueren nunca. No queda otra solución que apresurar las cosas para poder ocuparle la casa. Nadie se va a dar cuenta porque hace años que casi ni sale y los vecinos que la conocían ya están muertos de viejos, como Dios manda.

"La Renga del destornillador" Proyecto Pibe Lector

“La Renga del destornillador” Proyecto Pibe Lector

  

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Qué hacer en caso de pibe permeable o impermeable

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23. Qué hacer en caso de pibe permeable o impermeable

Resultados aproximados para un primer estudio formal 

 

1. Adquisición de impermeabilidad 

 Obviamente, en caso de pibe impermeable, la culpa es de la madre (a esta altura todos sabemos que la madre tiene la culpa de todo, siempre). El pequeñín ha de haber sido consentido en demasía durante sus  años de lactante (y posteriores), y habrá escuchado e incorporado el siguiente mensaje reiteradamente: “Hacé lo que quieras”, acompañado de variadas gamas de: “Total, para qué lo vas a hacer”, “Dejá, no hagas nada que yo lo hago por vos”, “Vos sabés más que yo, para qué te voy a decir algo”, etc. 

 Una vez que el niño ha ingresado en la etapa escolar, el mensaje reiterado será más sofisticado: “No le hagas caso a nadie porque no saben nada”, “Vos avisame si alguien te molesta que voy y lo mato”, “Si te dice algo rompele la cara a patadas”, pueden ser ejemplos estándar. Con sólo sumar múltiples aparatos y una conexión a internet, la impermeabilidad ya incipiente se perfeccionará así hasta el extremo característico de los niños nacidos en este siglo.

Bruno Amadio "El niño que llora"

Bruno Amadio “El niño que llora”

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La Mola salió del Clóset

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22. La Mola salió del Clóset

Cuando la Mola pudo comprender la diferencia entre su cuerpo y lo que no lo era, la tragedia y la decadencia se habían desplomado sobre los Verdún. La tienda de antigüedades que los había colocado en el Club Social, en las fiestas de privilegio y en los mejores salones de Salinas, se cubrió de polvo, primero, y luego de la indignidad de la lata, el cacharro y la presunción de demencia. La abuela Verdún, viuda temprana, cuando la muerte se llevó a su única hija no pudo conservar el brillo de los bronces y abrió las bellas puertas ornamentadas a las excentricidades, primero, y luego (dicho francamente y sin eufemismos), a la baratija y a la basura. La colección de libros antiguos se fue mezclando con manuales del alumno bonaerense de sobados lomos, tocadiscos rotos desplazaron en los estantes a los cristales de Murano; había frascos con lombrices solitarias en formol, un feto con dos cabezas de dudosa autenticidad, vajilla descartable usada y mal lavada, muebles podridos, zapatos gastados y, finalmente, ropa vieja. Toneladas de prendas usadas, en valijas, en bolsas, en percheros abigarrados que formaban bloques impenetrables de telas harapientas y hediondas.

Arcimboldo: "La Tierra"

Arcimboldo: “La Tierra”

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Hoy nos toca Cortázar

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Susana, una alumna de la nocturna, contó una anécdota que me dejó pensando. Su marido había sido remisero en épocas en donde los remises eran sólo para la gente adinerada y había ido a buscar a alguien importante al aeropuerto. Mientras conducía de regreso, el pasajero le preguntó: “¿Usted sabe quién soy yo?”. El buen señor lo miró por el espejito retrovisor y le dijo que no sabía. “Debe ser muy afortunado, entonces”, contestó el pasajero conversador. “Yo soy Julio Cortázar”.

La historia me fascinó, quizás por lo sencilla. Me quedé pensando en cómo se verían los rostros en la penumbra, en la posibilidad de tener a Cortázar sentado en el asiento trasero del auto y poder decirle cosas, preguntarle, darle fuego o fumar un cigarrillo con él. Me pregunté qué le hubiera dicho si hubiera estado en el lugar del conductor en ese viaje. Después de pensar mucho, creo que sólo le hubiera agradecido por haber escrito cada una de sus páginas y le hubiese contado que, por esas cosas de la vida, la gente que lo lee con fruición termina llamándolo “Julio” y queriéndolo un poquito o mucho. Y que sus historias se convierten día a día en las aulas argentinas en la llave que inaugura la experiencia con la literatura. De eso se trata el siguiente texto, de Cortázar y la experiencia de descubrir la literatura en la secundaria:

 Hoy nos toca Cortázar

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Booz, inmigrante, busca inventar casa

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20. Booz, inmigrante, busca inventar casa

Allá lejos, Booz subió al micro con lentitud estudiada. Intentaba no exteriorizar lo que sentía; la mirada de la gente le molestaba. La sensación de estar en ridículo, de algo vergonzoso, lo apresuraba. Hundido en su asiento y en sus auriculares, el viaje de 40 horas se le hizo una pesadilla. “Te espera tu padrino, con los primos”, había dicho su abuelo. “En las vacaciones te van a buscar tus papis. Sé bueno, Pórtate bien”.

Con doce años, un viaje solitario puede convertirse en aventura. Para Booz sólo significó tener hambre, sed feroz, frío y desconcierto. El asiento se le pegó a la piel. Recién cuando llegó se dio cuenta de que no había ido al baño. Ignoraba que existía uno en el micro y, por miedo a que partieran sin él, no se había bajado en el camino ni una sola vez. 

Georges Braque "Casas en I' Estaque"

Georges Braque “Casas en I’ Estaque”

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Delicia de velorio

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19. Delicia de velorio

Quienes conocieron a Delicia sintieron algo inquietante al enterarse de la noticia de su muerte. Parecía mentira; era infinitamente vieja y la gente se había resignado. La hora llegó cuando la mujer se había convertido en una arruga color beige clarito, de ojos como bolitas verde agua, brillantes, bajo pestañas ralas. Siempre impoluta, enfundada en su guardapolvo tieso, engalanado por los años de blancura. La directora Delicia. Falleció. Lamentamos el deceso. ¿Se murió? Nuestras sinceras condolencias.   

"El Aquelarre" detalle. Goya

“El Aquelarre” detalle. Goya

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La Bestia Peluda

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18.

La Bestia Peluda

 

El primer registro de la existencia de la Bestia Peluda data de 1962: una empleada lavaba las tazas del personal y vio un extraño ser observándola desde el ventiluz que da al patio de la 11, entre las ramas de una higuera. Presa de una crisis nerviosa, la mujer corrió hacia las escaleras, con tanta mala suerte que cayó y se lastimó seriamente. En el libro de actas, bajo la fecha, figura el siguiente relato, de puño y letra de la directora de ese momento: “Rita describió detalladamente al animal que le provocó el susto relacionado con su accidente. Dijo que tenía el cuerpo de un gato mediano, la parte superior de la cabeza parecida a la de una nutria, ojos como avellanas, relucientes, dientes amarillos, corvos, grandes, orejas parecidas a las de un ser humano. Las patas eran perrunas, y sobresalían garras de todas ellas. Una cola finita y larga, como de rata, pero prensil, envolvía parte de su cuerpo. Por supuesto, estamos seguros de que ningún animal existente tiene semejante aspecto y esperamos que los médicos que atiendan a nuestra compañera encuentren la explicación para semejante confusión, ya que nada parecido a eso existe en la escuela”.

Goya "El sueño de la razón produce monstruos"

Goya “El sueño de la razón produce monstruos”

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Reproches a un mal padre

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 17. Reproches a un mal padre

(fantasía en un acto)

 Memento mori

Habitación de clínica, sencilla, limpia. Por la ventana se ve un atardecer violáceo y bello que, a medida que transcurren los minutos, se transforma en noche.  Un hombre de cincuenta años está en la única cama, arropado, con suero, inmóvil. Es el moribundo. Una mesita de luz con velador, jarra y vaso de agua completan la escena. En una silla, la esposa teje al crochet sin cesar, absorta en el tejido y sus pensamientos.  Tiene la quietud de la araña, sólo mueve imperceptiblemente sus dedos. El hijo del hombre que está por morir se pasea por el escenario, gesticula, acompaña  los movimientos de la luz del atardecer que se vuelve incandescente a medida que avanza la escena  y al final se apaga. Tiene poco más de treinta años, viste traje, camisa, corbata. Monologa: 

_Me preguntás, viejo, qué tengo para reprocharte. Considerás que tengo permitido hasta eso… te metés en una cama y con el último aliento que te queda, en lugar de declarar algo, de decir la frase que te haga inmortal en el recuerdo, cedés la palabra y el protagonismo. Voy a contestarte, entonces, diré lo que no debería jamás haberse dicho. Al articular lo que se piensa y siente, viejo, uno se convierte en autor y crea una historia. Qué tengo para reprocharte, para recriminarte en tus últimos momentos. Estás dispuesto a resignar el concentrarte en el ritmo de tu respiración para dejarte llevar por un marasmo emocional, pedís que sea yo el que desencadene los titanes primigenios.

"Los miserables" Picasso

“Los miserables” Picasso

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El Fierro, Latícher y la rata

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16. El Fierro, Latícher y la rata

(chat estilizado)

 

Estoy con mi primo, en Entre Ríos. Supe que baleaste una rata, contame.

Holaaaaaaaaa!! Si ya sabés para qué te voy a contar. Qué hay allá.

Contame que mi primo no me cree.

Qué no te cree.

Lo del fierro.

Eso es lo de menos. Martínez me andaba molestando y ya le había dicho a todo el mundo que me iba a agarrar, con los pibes del barrio de él y todo. Así que fui y le dije a mi padrino qué hacía y me dio el fierro, pero no andaba.

¿Era de mentira?

"Noche estrellada sobre el Ródano" Vincent van Gogh

“Noche estrellada sobre el Ródano” Vincent van Gogh

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Si mi papá fuera Charles Ingalls

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15.

Si mi papá fuera Charles Ingalls

Se dio cuenta de que temblaba cuando chocó su rodilla contra la punta metálica de la caja de su abuela y un relámpago de dolor la devolvió a la realidad. Se inclinó y observó la herida, le pasó saliva con la punta de los dedos. Sintió lástima por su cuerpo, autocompasión infinita. Arrastró la pesada caja y se sentó sobre ella, a esperar.

Sabía lo que contenía. Cuando era niña, solía abrirla porque extrañaba a su mamá, para mirar fotos viejas, con el pretexto de que estaba aburrida. Recordó el cuaderno Gloria de tapas duras, el juego de los Ingalls, que tantas veces había calificado de ridículo. Buscó en su celular imágenes de la serie para que los minutos fueran menos largos.

Envidiaba a su abuela cuando jugaba con su mamá. “Tu papá se fue a Mankato”, decía, y se desternillaban de risa las dos, poseedoras del código secreto. Ningún hombre en la familia, durante dos generaciones, y ella era la tercera. La había tenido a los catorce años, sola, durante diez había compartido su vida en la casa grande, llena de primos, hermanos y tíos de la misma edad; se había marchado sin decirle quién era su padre. Justificaba todo: “Y qué querés, qué pretendés de mí, si te tuve a los catorce”. Ahora ella tenía quince, y pensaba que no era excusa válida, pero antes no sabía, no entendía. “Se fue a Paraguay con un chongo”, decía la abuela, usando un lenguaje que pretendía ser moderno. La abuela, que debía tener no más de cincuenta. La abuela, esa mujer sin hombre, inmensa, que alimentaba a todos, sopapeaba, acariciaba, daba remedios y llevaba a la salita a las tres de la mañana. Sintió el corazón inundado de amor y se concentró en las imágenes.

"The saliling boat" Claude Monet

“The saliling boat” Claude Monet

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