Aunque parece que no se puede hablar de otra cosa que no sea Mascherano y el Mundial, probemos de seguir con esto de los escritores que dan consejos. Parece que en algún punto, quizá en la plena confianza de que el arte narrativo, como tantas otras artes, no puede enseñarse mediante un decálogo o dos, los escritores consejeros se volcaron al humor para acentuar así el despropósito de ponerse a dar consejos. Bien. Antes de llegar al final de este recorrido por una selección de consejos, digamos que vamos por la mitad en este momento, me permito una digresión. No niego la generosidad del aconsejador o consejero, en ningún caso, ni la buena predisposición para transmitir a otros sus experiencias. Lo que pongo en duda, y posiblemente mi problema sea ser escéptico, es que haya “verdades” que puedan valer para todos, caminos que se deben recorrer obligatoriamente, opciones felices de antemano para todos y todas.
Pero estábamos con el humor y los consejos. Algo se colaba en Quiroga, cierto acentito burlón, que opino se concreta en Abelardo Castillo. Él, uno de los últimos íconos literarios vivos, argentinos, por supuesto, incluyó en su libro Ser escritor una serie de “mínimas” dirigidas a los escritores nóveles. Si bien el conjunto es delicioso y aleccionador, tanto por su acidez como por las réplicas que formula a otras máximas o consejos de escritores que lo precedieron, copio solamente algunos y les dejo el resto para que los disfruten.
“Podrás beber, fumar o drogarte. Podrás ser loco, homosexual, manco o epiléptico. Lo único que se precisa para escribir buenos libros es ser un buen escritor. Eso sí, te aconsejo no escribir drogado ni borracho ni haciendo el amor con la mano que te falta ni en mitad de un ataque de epilepsia o de locura”. Así comienza Castillo su cátedra, advirtiendo que escribir es una acción que requiere de toda nuestra concentración y de todos nuestros sentidos. Pero a ser un buen escritor no se llega con consejos. Tampoco a ser borracho o epiléptico, según me parece. En las “mínimas” que siguen nos inculca la desconfianza y la búsqueda de un método propio. La elección del cuento o la novela, corregir o no los textos, tener o no un plan preconcebido, todo depende, al cabo, de nuestras preferencias. Pero, en el fondo, el quid está en si se es o no bueno, un buen escritor, en definitiva, y eso se tiene o no se tiene. Por tanto, si se es bueno, los consejos sobran, no hacen falta porque cada escritor encuentra su estilo y su método. Y si, en cambio, no se es (bueno), también es en vano el aconsejamiento. En el cierre, nos advierte del riesgo al que nos exponemos con los grandes, los maestros, esos que Horacio nos recomendaba honrar: “Cuidado con Borges, Kafka, Proust, Joyce, Arlt, Bernhard. Cuidado con esas prosas deslumbrantes o esos universos demasiado intensos. Se pegan a tus palabras como lapas. Esa gente no escribía así: era así.”
El chileno Roberto Bolaño, autor de cuentos memorables y de la novela Los detectives salvajes, también apeló a este tono para redactar su legado. A diferencia de Castillo, más que en los consejos se concentró en el humor, y en que los consejos salgan o aparezcan cuando se pulan las chanzas, que es lo que prevalece. Sin embargo, lo más evidente es las recomendaciones de lectura que está formulando: a quiénes hay que leer –los grandes nombres del cuento- y a quiénes se debe evitar porque resultan contraproducentes. También pregona la escritura múltiple, eso de no encasillarse en un único texto sino abrirse a varios a la vez, para evitar el peligro de quedarse siempre escribiendo la misma historia.
Otros, por su parte, nunca dieron consejos. En apariencia. Es decir, hay consejos de Gabriel García Márquez y los hay de Ernest Hemingway y hay maestros que se abstuvieron. En apariencia. Al menos, que no escribieron decálogos aunque sí mucho análisis y teoría. Porque también es posible encontrar un consejo escondido u oculto en una entrevista a un escritor. Ahí, aunque la declaración no se encuentre dirigida a un aconsejado difuso e imaginario, sino a un lector a duras penas, atesora un consejo potencial que el buscador o necesitado de consejos debe interpretar y poder reformular con las herramientas que dispone. Una de ellas, la síntesis. Veamos un caso. Lo tomo de un reportaje a Saer que leí en otra parte pero que no pude encontrar en Internet. La cito de aquí porque estoy seguro de que la copia es fiel, al menos con mis recuerdos.
“Hay también escritores que exaltan a otros escritores como sus maestros, pero que no reflejan en sus obras esa admiración. Admirar supone ciertas obligaciones. Para poder admirar a un escritor hay que merecerlo. No decir que se admira a Shakespeare y escribir como Paulo Coelho. Justamente Coelho dijo en Buenos Aires que para él los dos escritores más importantes de América Latina eran Jorge Amado y Jorge Luis Borges. Yo opino que alguno de los dos tendría que protestar.” El consejo, si es que lo hay, podría ser: “Un escritor debe ser digno de su maestro. Caso contrario, y aún después de muerto, el maestro lo debe rechazar.”
Por ahora, basta de consejos de escritores. Hagamos una pausa y después, cuando pase el Mundial, volveremos con los consejos que sirven, los consejos personalizados, a medida, esos que un escritor hecho le regala al escritor que está ansioso de aprender de un maestro.