Creo que nos engañamos si pensamos que vivimos todos los días. Cada uno de los días.
No es así.
O, por lo menos, no creo que sea así. Eso se deriva de la propia experiencia y de la observación. Es fácil percibir que vivimos con suerte algunos días de nuestra vida.
No todos.
Claro que uno si dice que estuvo respirando puede argumentar que vivió y esa fundamentación puede a la vez ser razonable. Pero cuando hablamos de vivir, todos sabemos a qué nos referimos. Hablamos en esencia de tomar la intensidad que nos ofrece el día, en las más disímiles de las circunstancias.
Vivir como Dios manda. No respirar.
Y es en ese vivir que podemos descubrir que de los 365 días del año, no vivimos todos los días. Vivimos solo algunos. O incluso vivimos una parte del día.
La otra se escabulle, se desperdicia. Se dilapida de alguna manera.
Quizás por eso cada año que pasa es bueno tener una observación crítica al respecto.
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