Convivimos con problemas porque decidimos no afrontarlos.
Esa es la verdad del día. La hipótesis que nos invita a pensar, a descubrir las vicisitudes de la cotidianeidad para poder lidiar con ellas y superarlas. Porque, quiéramos o no, la vida viene con problemas que se presentan con cierta periodicidad. Y permanecen si no los resolvemos.
¿Qué hacer?
Ese descubrimiento, como la creación y asunción de una propia filosofía de vida, nunca es ajeno. Siempre es personal. Por eso cada uno sabrá cómo desenvolverse frente a los problemas que lo aquejan, descubrirá metodologías y comportamientos que le posibiliten lograr mayor efectividad para superarlos.
Y leerá lo que encuentre para repensar, elucidar o diseñar estrategias frente a las adversidades que le presente la vida.
Si encuentra algunos hallazgos, tendrá mayor suerte y mayores serán las chances de liberarse de los tormentos.
Comprendo que a muchos nos gustaría que alguien nos indique qué camino infalible tomar. Si hay que doblar a la derecha, a la izquierda. Permanecer quieto. Saltar. O girar en círculo.
Pero pocas cosas deben ser más peligrosas que poner la vida en las manos de los demás. Así que más vale que pensemos por nosotros mismos antes de que un dedo externo indique cuál es el sendero correcto. Continuar leyendo