¿Cómo superar los problemas personales?

Convivimos con problemas porque decidimos no afrontarlos.

Esa es la verdad del día. La hipótesis que nos invita a pensar, a descubrir las vicisitudes de la cotidianeidad para poder lidiar con ellas y superarlas. Porque, quiéramos o no, la vida viene con problemas que se presentan con cierta periodicidad. Y permanecen si no los resolvemos.

¿Qué hacer?

Ese descubrimiento, como la creación y asunción de una propia filosofía de vida, nunca es ajeno. Siempre es personal. Por eso cada uno sabrá cómo desenvolverse frente a los problemas que lo aquejan, descubrirá metodologías y comportamientos que le posibiliten lograr mayor efectividad para superarlos.

Y leerá lo que encuentre para repensar, elucidar o diseñar estrategias frente a las adversidades que le presente la vida.

Si encuentra algunos hallazgos, tendrá mayor suerte y mayores serán las chances de liberarse de los tormentos.

problemas2Comprendo que a muchos nos gustaría que alguien nos indique qué camino infalible tomar. Si hay que doblar a la derecha, a la izquierda. Permanecer quieto. Saltar. O girar en círculo.

Pero pocas cosas deben ser más peligrosas que poner la vida en las manos de los demás. Así que más vale que pensemos por nosotros mismos antes de que un dedo externo indique cuál es el sendero correcto. Continuar leyendo

¿Nos toman por pelotudos?

Uno anda por la vida contento, alegre. Silbando bajito de la felicidad que tiene por momentos. Hasta que llega el instante, y la vida se detiene ante alguna circunstancia.

Como por ejemplo…

Cuando nos toman por pelotudos.

Ahí uno lo advierte, se anoticia. Se da cuenta que ha sido signado de esa manera. Y que las circunstancias lo invitan a asumir ese papel. Ese papel que viene hacia nosotros de manera decidida, irrenunciable.

El que nos quiere imponer sin el más mínimo de los miramientos el rotulo.

Mirate, vos. Sí, sí. A vos te hablo.

Es como que nos dicen.

Mirá que pelotudo que sos.

Gil.

Y uno ahí no sólo se anoticia. Se indigna al instante. Porque por supuesto no quiere, no quiere que sea embestido con esos dotes y tenga que oficiar con cara de angelito el título que rechaza.

El de pelotudo.

Por eso se indigna y se siente abusado en su confianza. A lo sumo se pregunta por qué no podían quedarse en el terreno de la sospecha. Pero no, ya han determinado la resolución y uno ha sido el titular de la embestida, sólo le queda ofuscarse, protestar, poner el grito en el cielo.

Dar cuenta de que se hará respetar, que no va a permitir que se le burlen en la cara. Que las inconsistencias de la picardía del otro son y serán inaceptables. Y que no aceptará para nada la intención de condecorarse con un título que rechaza de plano.

No obstante, nada nos garantiza que el otro reconsidere su intención y nos embista con el título que repudiamos.

En ese caso hay dos posibilidades.

El otro se cree muy vivo o nosotros somos muy pelotudos.

 

*Infobae no se responsabiliza por las opiniones vertidas por los columnistas, como así tampoco por el contenido de las publicaciones.

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¿Qué nos enseña la derrota?

aprender

 Es cierto que lo natural es buscar el triunfo, aspirar a la gloria. Salvo una inclinación masoquista todos queremos ganar y evitar la derrota.

Sin embargo el triunfo muchas veces no es lo más adecuado para influenciarnos en forma positiva. No son pocas las veces que al ganar la persona se enceguece con el éxito, se cree más de lo que es, asume una actitud altanera y al mismo tiempo construye las condiciones propicias para el fracaso.

Por supuesto no voy a ensalzar la derrota y decir que es lo mejor que nos puede pasar en la vida. Nada más lejos de eso.

Sólo voy a proponer que la derrota sea incorporada en nuestra existencia como una instancia de reflexión y madurez. Un espacio que permita detenernos frente a lo sucedido para preguntarnos por qué ocurrió lo que ocurrió. Y respondernos con la mayor sinceridad del mundo, para poder tomar el aprendizaje de las circunstancias y salir fortalecidos del resultado adverso.

Muchas veces ante el traspié el espíritu exitista nubla la reflexión justa y caemos inmersos en una emocionalidad que lleva a obrar con malicia, y hasta buscar chivos expiatorios para poder explicar cuanto antes los motivos del fracaso.

Quizás es una instancia necesaria para poder sobrellevar el dolor de la derrota ante la genuina y lícita exceptiva del triunfo. Pero si nos quedamos buscando a quien culpar estamos siendo injustos con todo lo construido y negándonos a la posibilidad de incorporar la enseñanza.

Si ayer los argentinos perdimos la Copa América y descubrimos en los hechos que no somos los mejores, que sirva la lección para educar los rasgos soberbios y engreídos que despliegan algunos compatriotas impulsados por la viveza criolla, cuando cantan contra los oponentes y generan así la enemistad con países hermanos.

Si sirve para eso, es mejor haber perdido.

 

*Infobae no se responsabiliza por las opiniones vertidas por los columnistas, como así tampoco por el contenido de las publicaciones.

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El miedo

introspeccion

Debo reconocer que admiro a los valientes y en especial a quienes en vez de no jugarse por nada, se juegan siempre por todo. Dan la vida por sus causas, por sus ideas y por cada una de sus convicciones.

No me importa incluso si esas personas cambian de rumbo y de manera contraria y elocuente avanzan con determinación en dirección opuesta. Aun así, despiertan mi admiración por la energía, la entrega y la lucha con la que llevan adelante sus propósitos.

Además me resulta más virtuoso quien se atreve a asumir los errores y cambiar de ideas, que quien se encapricha con sus perspectivas y honra de por vida la terquedad.

Yo los miro a los valientes y muchas veces me pregunto si no seré un tibio pusilánime, que es incapaz de dar la vida por lo que fuera. Porque no la daría por la patria, por un partido, por mis ídolos, por un club de fútbol, y ni siquiera por mi propia vida. Con lo cual es claro que esa cobardía, quizás resultante de cierto espíritu miedoso y titubeante, si bien sirve para preservarse y conservar la calma, contribuye poco para alistarse en proezas. Continuar leyendo

¿Por qué no decimos siempre lo que pensamos?

Nada debe ser más saludable que abrir la boca y decirlo todo.

Todo.

Eso debe ser muy bueno para el ser humano, para su cuerpo y para su alma. Aunque es presumible que no haya ninguna investigación definitiva al respecto, que pueda validar esta suposición y afirmar sin el menor de los titubeos que esto es así.

Que conviene abrir la boca. Y decirlo todo.decirlotodo1

Yo debo reconocer que admiro a las personas que lo hacen y más todavía admiro a quienes lo hacen con efusividad y total elocuencia. Sin dar el más mínimo resquicio a que no se entienda lo que dicen o se interprete de manera divergente lo que pronuncian. Porque, seamos claros, la interpretación se reduce a un espacio muy poco subjetivo cuando se habla con determinación y se llaman a las cosas por su nombre.

Le pegó una patada es, le pegó una patada.

Quien quiere interpretar que le acarició el traste con el empeine del pie, no solo desvirtúa la verdad, sino que tensiona la interpretación hasta un lugar donde la interpretación no llega. O solo llega para quien quiere permitirse ser títere del engaño, de la farsa. De la mentira que lo embauca por voluntad propia.

No ajena. Continuar leyendo

Alineación dental

Llego a la consulta con la ortodoncista en son de paz. Luego de discernir entre la posibilidad de asumir un espíritu combativo o creer mejor en la calma. La cordialidad que favorece a los buenos vínculos.

Son las 15.30 y toco timbre. Baja la secretaria, dice que llegué temprano, que hay poca gente en la calle. Que por el paro no anda nadie.

Le recuerdo que era la hora indicada, mientras me siento algo molesto porque otra vez es posible que registraran mal el horario acordado.

-Recién llegó la otra paciente –me comenta.

Y confirmo la estupidez humana. O la zoncera. O desatención, o lo que pueda decirse de alguien que indica que se esté puntual, a una hora determinada, ni antes, ni después. Justo en un horario.odontóloga

Que al momento de honrarlo cambia, porque otra paciente llega, o llueve, o vaya a saber qué pasa.

No digo nada mientras me hablo a mí mismo y siento ganas de verbalizar lo que considero conveniente callar.

Subo el ascensor esta vez en silencio. Hoy no hay chistes. No hay nada.

Pero esa es una nimiedad, el motivo mayor del enojo es que un diente que tenía perfecto se ha desplazado para atrás. Y la culpa, obviamente, es del espíritu santo, que aunque a uno no se le hubiera ocurrido nunca, también ejerce la tarea de desplazar dientes sin que se le requiera tal servicio.

Espero estoicamente media hora y escucho mi nombre. Continuar leyendo

La indiferencia

Una de las actitudes quizás más deplorables del ser humano es la indiferencia. La decisión de desentenderse de aquello que reclama atención. Con la burda técnica de mirar para otro lado, simular que no se ha escuchado nada o recluirse en un silencio íntimo y precario, que evade la decisión de actuar frente a lo que demanda ser atendido.

Detrás de la indiferencia se esconde la comodidad, la decisión de no involucrarse y permanecer ajeno tanto como sea posible. Con la ilusión de que esa postura preserva de las incomodidades que implica comprometerse, evita asumir riesgos y tomar acción.jugarseporquienessomos

Creo que la indiferencia como posición estratégica ante la vida, es una decisión mediocre y repudiable. Pero es al mismo tiempo una decisión posible para quien quiera tomarla, recluirse en ella y ampararse en los beneficios que aporta.

Por el contrario, el compromiso y la decisión de hacerse cargo, es una posición virtuosa que acometen innumerables personas. Detrás de esa actitud se encuentra la determinación de enfrentar las circunstancias, de incidir en ellas y construirlas cada vez que sea necesario.

Los seres comprometidos son los que toman acción, son quienes con su postura construyen el mundo que los demás atestiguan. Continuar leyendo

¿Hay una crisis de valores?

Los valores son en esencia los que condicionan nuestros comportamientos. Actúan como una brújula para que decidamos nuestras palabras y nuestras acciones. Como resultado de ello, construimos la realidad en que vivimos y facilitamos la creación de la realidad que vamos a vivir.

Es cierto que muchas veces los valores operan en forma inconsciente en el individuo. Pero su accionar siempre los revela. Los hace visibles a los ojos de los demás.

En su conjunto, los valores que predominan en la sociedad son los responsables de generar la realidad que tenemos. Una realidad formada por aspectos positivos y negativos, pero que se produce a partir de esos valores que en forma individual o colectiva propiciamos.valores

Por eso sería relevante preguntarnos qué valores asumimos. Y cuál es la incidencia que puede ocasionar cada uno de ellos.

Esa tarea es una posibilidad íntima y personal, que cada uno sabrá si quiere realizar, porque la decisión de vivir con mayor o menor nivel de consciencia la vida, es personal e intransferible.

Como son personales e intransferibles las consecuencias de nuestras acciones, impulsadas desde los valores que ejercemos.

Lo cual no quita que como sociedad tengamos un problema. Estamos todos afectados por los valores predominantes que practicamos. Y recibimos las consecuencias que ocasionan en su accionar. Continuar leyendo

Rebeldía con causa

Creo en la rebeldía, pero en la rebeldía con causa.

La rebeldía sin causa carece de fundamentación, y es por eso una rebeldía tan insana como adolescente. Cuando alguien se rebela por el solo hecho de rebelarse, sin una argumentación que motive su rebeldía, procede de manera irresponsable y se deja llevar por un espíritu belicoso e infantil.

Por eso la rebeldía como postura ante la vida, en sí misma no constituye una virtud. Ni merece ser elogiada en todas sus formas.

Mucho menos cuando nos transformamos en adultos y tenemos la capacidad de discernir sobre las distintas circunstancias para adoptar un comportamiento ante la vida.

En ese caso es bueno preguntarnos con honestidad y respondernos con autenticidad.

rebeldía

Después, obrar con consecuencia para ser el adulto que somos y no quedar inmersos en acciones pantomímicas que no se corresponden con nuestras verdades.

Por supuesto que cada uno puede decidir rebelarse con motivos, sin motivos, o como quiera. Ninguna persona inteligente debería aceptar que alguien le indique lo que está bien, lo que está mal. Continuar leyendo

¿Qué show de tv queremos ver?

La tv responde a la audiencia y la audiencia somos todos. Por eso bien podríamos hacer los humildes televidentes, en mencionar o expresar con elocuencia qué es lo que queremos ver en televisión. Y decirlo a viva voz, sin tapujos ni condicionamientos.

Así, al mismo tiempo que manifestamos nuestros deseos para que los productores televisivos puedan considerarlos y sean más efectivos en sus productos, nos liberamos de las intenciones imaginativas que tal vez existan en nuestras profundidades subjetivas y exijan, de alguna manera, salir a superficie.

Suposición, por supuesto. Porque nadie podría decir a ciencia cierta que en la estructura profunda de nuestro ser, en los recovecos más insondables que poseemos, existen, y están inquietas, intenciones imaginativas que, además, reclaman expresarse.

Si no fuera que el ser humano es siempre más complejo que las explicaciones que pretenden atraparlo, por supuesto no nos permitiríamos expresar con autenticidad lo que creemos. Y balbucearíamos apenas con cierta timidez ideas que podrían desalinearse a las fundamentaciones científicas, irreversibles y permanentes, vigentes en todo el territorio nacional de la República Argentina y en el universo todo.

En fin, volvamos a lo nuestro.televidente

Decía que sería conveniente simplificar las cosas y que los televidentes digamos con elocuencia lo que queremos ver en televisión. Y hoy, especialmente, propongo pensar en el show que nos gustaría ver. Para no extender la posibilidad de pensar en contenidos inabarcables y abocarnos a una cosa por vez.

Si no, corremos el riesgo que nos pase como en las comisiones, que disparan temas innumerables y divergentes e inquietudes que se despliegan de un lado al otro, para asegurarse perder el tiempo y no llegar nunca a nada.

Disculpen el prejuicio. Continuar leyendo