¿Por qué no decimos siempre lo que pensamos?

#EscritosDeLaVida

Nada debe ser más saludable que abrir la boca y decirlo todo.

Todo.

Eso debe ser muy bueno para el ser humano, para su cuerpo y para su alma. Aunque es presumible que no haya ninguna investigación definitiva al respecto, que pueda validar esta suposición y afirmar sin el menor de los titubeos que esto es así.

Que conviene abrir la boca. Y decirlo todo.decirlotodo1

Yo debo reconocer que admiro a las personas que lo hacen y más todavía admiro a quienes lo hacen con efusividad y total elocuencia. Sin dar el más mínimo resquicio a que no se entienda lo que dicen o se interprete de manera divergente lo que pronuncian. Porque, seamos claros, la interpretación se reduce a un espacio muy poco subjetivo cuando se habla con determinación y se llaman a las cosas por su nombre.

Le pegó una patada es, le pegó una patada.

Quien quiere interpretar que le acarició el traste con el empeine del pie, no solo desvirtúa la verdad, sino que tensiona la interpretación hasta un lugar donde la interpretación no llega. O solo llega para quien quiere permitirse ser títere del engaño, de la farsa. De la mentira que lo embauca por voluntad propia.

No ajena.

Eso también debería estar claro, porque a nadie lo engañan. Si no, que uno se engaña. O se deja engañar. O bien en el mejor de los casos anda con cierta ingenuidad por la vida y cae como presa fácil dentro de la jaula de la mentira. Y permanece luego ahí, si no toma la decisión de salir.

Y hacerse cargo del tema.

Sigamos.

Habría que felicitar a quienes se juegan por lo que piensan y alzan la voz para expresarse sin las más mínimas especulaciones que puedan motivar las conveniencias que alienta la filosofía pusilánime y acomodaticia, que parece haber ganado algún terreno en parte de la sociedad.

Nada es mejor que admirar a los valientes que se hacen cargo de su intrínseco pensamiento y lo gritan ante los oídos del mundo.

Son ellos los Quijotes de nuestro tiempo, que con sus verdades arremeten contra las circunstancias para inquietarlas primero y luego cambiarlas. Porque si algo hace la voz en alto es facilitar la instancia de que la realidad se modifique en los aspectos que ha sido enunciada.

Algo que no ocurre si se cree en el silencio.

Por eso motivemos a las personas a decir lo que tienen que decir y a jugarse por lo que piensan. Si quedan atragantados por lo que deberían decir y no dicen, se pudrirán desde dentro.

Para estar sano y ayudar al mundo nada es mejor que abrir la boca.

Y decirlo todo.

                                                                                               *¡Hasta la próxima!.

*Infobae no se responsabiliza por las opiniones vertidas por los columnistas, como así tampoco por el contenido de las publicaciones.

tapa2 para faceEscritos de la Vida - Juan Valentini