Por: Fernanda Bolagay
Existen muchas costumbres que tenemos arraigadas, y pensamientos que a veces se nos “instalan”. Como todos sabemos, la manera de pensar y de sentir se traduce en acciones, por eso, muchas veces para lograr el cambio hay que modificar, además de las conductas, algunos conceptos que asumimos como “verdades”.
- Ahorrar sólo con lo que me sobra en vez de disponer un importe mensual que nos ayude a educarnos para separar cada mes ese dinero.
- Salir de compras en un momento de extrema emoción (felicidad o ira).
- Gastar a cuenta (pensando en que tenés un posible cliente o que llegará un ingreso nuevo de dinero, y entonces lo gastamos anticipadamente).
- Ahorrar sin aplicar ninguna estrategia de inversión (desconocer las herramientas financieras que existen en tu país en cada momento).
- Ahorrar solo para objetivos cortoplacistas, sin mirar más allá de los próximos meses o un par de años.
- Pagar el mínimo de la tarjeta de crédito y arrastrar enormes intereses.
- Creer que enviar el exceso de tu ingreso al consumo es una inversión. Gastar en bienes superfluos, electrónica o electrodomésticos NO es una inversión.
- Confundir el pago de la hipoteca con el ahorro: aún cuando estés pagando tu casa, debés generar el hábito del ahorro, aunque se del más mínimo importe que puedas separar cada mes.
- Depender sólo de una fuente de ingresos: siempre es necesario tener un “plan B”, si el jefe de familia es el único que trabaja y le llega a pasar algo estaremos en problemas. Siempre hay que tener alternativas en vista, poner a prueba nuestras habilidades, contactos comerciales y ganas de desafiarnos.
- No contar con un asesor financiero de confianza para organizar tus objetivos: ¡recordá que siempre es más fácil con la ayuda de alguien bien informado al respecto!