Si bien no forma parte del tradicional circuito para pescar pejerreyes, Gualeguaychú cuenta con una serie de ventajas que la van categorizando cada vez más en este segmento: se encuentra a solo 250 kilómetros, y todos por autopista, desde la ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, donde viven la mayoría de los pescadores deportivos; el ingreso se hace totalmente por rutas y avenidas de asfalto, con lo que no se interrumpe ni complica con lluvias previas; la ciudad ofrece atractivos para familiares y amigos no pescadores que quieran acompañar a los fanáticos de la caña, pues existen interesantes museos, ferias artesanales de fin de semana, el enorme parque Unzué, el casco histórico, en fin, como para entretenerse en el día y con buenos restaurantes para un buen almuerzo; como si esto fuera poco, como dirían los vendedores ambulantes, cuenta con muy buena pesca de “flechas de plata”.
La salida
Pese al incómodo viento sur que nos castigó, en apenas unas cinco horas de pesca capturamos muchos ejemplares de 300 a 800 gramos, con algunos más chicos que fueron devueltos a su medio. Debido al intenso frío, zarpamos recién a las 9.30 del puerto local, con una de las cómodas lanchas de Gualeguaychú Aventura. Nos acompañaban Martín y su esposa Vanesa, guías conocedores de los secretos del río Uruguay, hacia donde nos dirigimos.
Comenzamos pescando a la deriva aguas arriba de la boca del Gualeguaychú, pero tanto oleaje nos resultó incómodo. Por esta causa, nos “escondimos” en la laguna del Jeremías, un bajío ubicado un poco más al norte. Recién cerca de las 10.30 encontramos el punto justo: un sector protegido del fuerte viento sur, con lecho de barro a no más de un metro de profundidad, donde podíamos ver bien las tres boyas de las que pendían bajadas de 15 a 65 centímetros, con anzuelos encarnados con mojarras vivas.
La pesca fue muy buena. El pejerrey de río comía con muchas ganas deslizando violentamente las boyas hacia los costados. Esta avidez nos permitió conseguir dobletes y hasta un ejemplar que, no conforme con tragarse una de mis mojarras, fue a comer otra y vino clavado de dos anzuelos.
Al principio comían lejos de la embarcación, por lo que usamos boyas de un tamaño más grande para poder observar sin problemas cuando alguna se desalineaba indicando que el pejerrey estaba succionando o probando la carnada. Luego, empezaron a comer cerca de la cómoda trucker de ocho metros de eslora. Las cañas telescópicas de cuatro metros, con reeles frontales y rotativos chicos, cargados con multifibra, son ideales, por su liviandad para tenerlas en la mano todo el día y por su largura para manejar una línea de casi la misma longitud.
Para concentrar el pique, algo importante es colocar, como hizo Martín, un tarro de ceba (en este caso, aceite de sábalo), con pequeños agujeros sobre la borda donde pega el viento y, por ende, donde se deslizan nuestras líneas. Esta sustancia forma una pátina superficial olorosa y sapiente convocando a los pejerreyes que, sin ella, se encuentra muy dispersos en la gran magnitud de este curso de agua limítrofe.
Tan buena fue la pesca, y tanto frío y viento hacía, que a media tarde ya retornamos a la ciudad. La gran calidad de peces y la buena cantidad estaban confirmadas. El servicio de guías es el mejor de la ciudad. Habrá que aprovechar, entonces, antes de los primeros calores hagan retornar a estos “flechas de plata” al mar.
Para ponerse en contacto con estos baquianos: 03446-15-572-923, gchu_aventura@hotmail.com.
Para conseguir mojarras, ya que en Gualeguaychú es muy difícil obtenerlas, recomendamos, de camino, si parten desde Buenos Aires: Power Fishing, Ugarte 2336, Olivos, Buenos Aires, 011-4837-0451.
Néstor Saavedra
para Tur Aire Libre
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