Cuatro dorados de entre dos y cuatro kilos en dos horas de pesca a dos horas de Buenos Aires es una ecuación excelente para esta temporada. Es el resultado de una cortísima salida de pesca con mi amigo Pablo Bofill en Villa Paranacito, la Venecia argentina.
Para probar el motor de su cómoda trucker, recién reparado de un problema de carburador por el dueño de la guardería Los Pinos, sobre el río Paranacito, zarpamos desde su muelle.
El pronóstico anticipaba vientos nulos, ideal para ver la actividad de los dorados cazando en la zona de juncales sobre el río Uruguay. Lamentablemente falló. Y luego de una hora, aproximadamente, comenzó soplar cada vez más fuerte. No había peligro para navegar porque procedía del norte y nordeste, es decir, corría como la corriente, pero removía las costas bajas argentinas, donde habíamos logrado ver los ataques y, tras ellos, lanzar nuestros señuelos.
Para pescar en esta porción del ancho río en baitcast se necesitan señuelos antienganche: hay apenas un metro o menos de agua y juncales o árboles caídos. En esta salida rindió perfectamente la cuchara ondulante Johnson número tres que trae un alambrecito rígido entre el ojo y la punta del único simple, que la cubre de los enganches. Cuando se atraviesa una zona de palos, ramas o vegetación en general se la trae lentamente y la cuchara “salta” los obstáculos.
No bien llegamos, y aún sin viento, logramos prender dos buenos ejemplares que dieron feroz pelea. Primero nadaron sobre la zona de los juncales, pero luego, para nuestra fortuna, salieron a río abierto obligándonos a girar alrededor de la embarcación, con mucho cuidado de sortear el motor, ya que usamos cañas cortas, de 1,65 a 1,80 metros. De acción rápida y con multifilamento, con estas varas se puede clavar con mayor rapidez y fuerza.
Pablo comprobó que el motor funcionaba muy bien. Sobre todo cuando empezó a soplar viento y tuvo que encenderlo y apagarlo varias veces, ya que nos tiraba sobre los juncos en lugar de permitirnos lo que buscábamos, una deriva lenta y paralela a la costa.
La costa hasta Punta Gorda y desde Gualeguaychú es kilométrica y hay centenas de recovecos, entradas y demás pequeños accidentes donde moran los “tigres del río”. Todas las piezas fueron devueltas a su medio. Nosotros también retornaremos, pero sin viento o con algún leve del oeste para que nos ampare la costa y disfrutemos de esta pesca de laboratorio, pues exige visualización, buen lanzamiento y clavada rápida.
Néstor Saavedra
para Tur Aire Libre
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