¿Te gustaría sacar una mole dorada de seis kilos que casi te arranca la caña de la mano? ¿Te gustaría vivir esa sensación de un pez que se pone ingobernable yendo hacia los palos y, en una fracción de segundo, tenés que poner en práctica todo lo que sabés y tu mejor equipo para ganarle la lucha? Entonces lee lo que sigue.Se viene el Mundial de Fútbol en Brasil. Ya estamos a un paso de junio, cuando comience a rodar la pelota. Coincidentemente, en septiembre, el país vecino alojará las Conferencias Mundiales de Pesca, adonde iré en carácter de delegado Argentino. Y ya el año pasado estuve dos veces, más específicamente en el Amazonas, esa enorme selva única en el mundo. El objetivo del segundo viaje, hacia fin de año, era pescar los corpulentos tucunarés del río Sucundurí.
Con mi amigo Juan Pablo Gozio viajamos hasta Manaos, vía San Pablo. Dormimos en el magnífico hotel Tropical, de excelente, al punto que en una próxima excursión prometemos quedarnos algún día más o viajar antes para disfrutar su exquisita gastronomía, la piscina con olas artificiales, el zoológico privado, el bar y las cómodas y enormes habitaciones (te dejo los datos: Av. Coronel Teixeira 1320, Ponta Negra, Manaos, Brasil. Tel: 55 (92) 3658-5026).
Al mediodía siguiente ya estábamos en el aeropuerto “Eduardinho” para disfrutar otra experiencia increíble: volar en hidroavión. Si posarse en el agua es fantástico, no te imaginás lo que es zarpar mientras el piloto lo hace cabalgar para que se despegue del líquido elemento.
Con este medio llegamos en una hora y media de vuelo al campamento Sucundurí, dirigido desde hace una docena de años por el periodista brasileño Rubinho. Eligió esta modalidad de alojamiento para que nadie moleste al grupo: como los ríos de esta parte de la gran cuenca están bajos entre julio y noviembre, no entran los barco hoteles y en toda esta zona no hay posadas, de modo que centeneras de kilómetros de los ríos Sucundurí y Camaiú están a nuestra disposición, como un plantel de guías, cocineras, lavanderas y otros trabajadores que hacen que uno viva seis días y medio de pesca con todo cubierto en medio de la selva, hermanados con el agua, la vegetación y los animales.
Este año encontramos al río excepcionalmente crecido. No importa: los guías están capacitados para buscar opciones y se metieron en la selva para allanarnos el viaje a pequeños lagos desconectados del curso principal y, por lo tanto, con el mismo nivel que cuando la llena los abandonó, como todos los años, allá por mayo.
La pesca fue impresionante. En uno de los primeros tiros ya obtuve el premio máximo, un tucunaré de unos seis kilos que comió con ganas un jig de pelos que habíamos atado en el campamento mismo. Es un simple protegido y con un plomo de unos catorce gramos, al que hay que lanzar cerca de la costa y traerlo con golpecito de la punta de la caña. El pique casi me tuerce el brazo. Y aguantarlo fue duro, pero la emoción de tenerlo en el bote superó todo esfuerzo.
Un día, pescando en doble turno (mañana y tarde) y volviendo al mediodía a comer tranquilamente en el campamento (cuando se viaja más lejos, almorzamos en las islas), obtuvimos 46 tucunarés con algunas bestias de dos a cinco kilos, muy divertidas, usando otros señuelos, como un subsuperficie (baja unos 20 cms) brasileño de nombre Biruta, que resultó la estrella del baitcast (pesca con señuelos, tirando y recogiendo, con reel rotativo chico cargado con multifilamento).
En 2014 volveré, no para el fútbol, pero sí para pescar otra vez en este maravilloso mundo de islas, ríos, arroyos, lagos y sueños. Si también soñás con conocerlo y concretar este anhelo, contactate al mail nespesca@sion.com y te paso todos los datos para que me acompañes. Lo disfrutarás al máximo.
Néstor Saavedra
para Tur Aire Libre
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