Siete y media de la mañana zarpamos desde la guardería Primavera (Santiago de Liniers 539 esq.Tedin, Tigre, 011-62647617). Estos amigos ofrecen una gran ventaja: como son gente de larga data en la zona comprenden al pescador y, si les avisamos el día previo, abren la guardería antes del horario normal para no perder tiempo). Rumbeamos hasta la boca del Luján antes de enfilar proa hacia playa Honda.
Mojados e inmersos en una densa neblina valorizaba la existencia del moderno GPS que dirige el rumbo de la “Odil”. Mientras nos preguntábamos ¿Hasta dónde llega la magia y el encanto que nos envuelve a los fanas del pejerrey, que logra derribar cualquier obstáculo que se nos presente para estar ahí, en esos húmedos y destemplados amaneceres, surcando olas, enfrentando ventiscas, quietos y amontonados detrás del parabrisas esperando que pase volando esa hora de navegación que nos separa del momento soñado de ver las boyas en el agua?
¡Cuántos apasionados congrega y cuánto dinero mueve este travieso pescadito plateado!
Año tras año, entra masivamente en el estuario del Plata y el desafío de dar con él se renueva.
Con los equipos a punto y los ojos “clavados”en el agua, nos disponíamos a esperar que mis boyas naranjas, las blancas del guía Pablo y las verde flúo de Fernando y Juan se desplazasen con la sutileza que solo el pejerrey puede darles. Colgamos una botella de ceba desde la borda y gareteamos la extensa zona entre los naufragios Ministro Di Tomasso, Cientofante y Serrano, donde tuvimos respuestas aisladas. Cada tanto se daba una seguidilla de piques en todas las líneas, demostración de que los cardúmenes pasaban a tiro de nuestra deriva. Importantísimo es tener una buena ancla de capa que regule la velocidad exacta del garete, la mínima posible, pero que permita que las boyas se alejen de la embarcación (siempre pescar con el pick-up del reel frontal abierto). Algunos piques eran verdaderos festivales para la vista: bulo debajo de la boya, aleta dorsal afuera y casi imperceptible rotación del flotador. Momento exacto para parar la caña y gozar con el característico sacudón en superficie que siempre producen los más grandes. Si bien falta algo de frío para que los verdaderos matungos aparezcan, robustos pejerreyes de más de 40 centímetros hay en cantidad suficiente para completar una gran jornada. En nuestro caso totalizamos unas sesenta capturas y a las 16.00 nos dimos por satisfechos, no solo por la pesca, sino también por haber pasado un maravilloso día entre amigos, haciendo lo que más nos gusta.
Es muy conveniente contratar un buen guía, sobre todo, para los que no tienen suficiente conocimiento de este ámbito. Ellos saben en que sitio de la extensísima cancha encontrar los cardúmenes. Otra razón para hacerlo, y no menos importante, es el peligro latente que existe al navegar, dada la gran cantidad de naufragios (algunos sin marca visible) e innumerables bancos donde las varaduras son comunes. Agreguemos también que ambos laterales del canal Emilio Mitre son depósitos del material extraído por las dragas que mantienen la profundidad del canal (área de refulado). Por eso no hay que dudar en contratar un buen guía cuando no se tiene la debida experiencia. Nosotros contamos, para el río de la Plata norte, con los servicios de Pablo Juhal, joven guía de pesca y experimentado navegante que, además, pesca muy bien. Para contactarlo: 011-15-4409-8554, Nextel 716*7072. Cuenta con una trucker de 6,40 metros de eslora para cinco pescadores con todos los elementos de seguridad exigidos por Prefectura Naval Argentina.
Agradezco a mi amigo y gran pescador de pejerreyes Roberto Ayala por el relato de esta salida al mágico río color de león.
Néstor Saavedra
para TurAireLibre
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