Por: Claudia Peiró
Me dirán que es imposible. Y en parte es verdad, porque, por ejemplo, el sólo Museo del Louvre puede insumir mucho más que 24 horas, si realmente se quiere ver todo lo que hay en él. Sin embargo, la capital francesa tiene dos características que la hacen aprehensible en un día. Les explico cuáles son.
Muchas veces amigos que disponían de muy poco tiempo para pasar por París me preguntaron qué cosas debían ver sí o sí. Eso me llevó a darme cuenta de que es posible tener un buen pantallazo de cómo es la Ciudad Luz en un solo día de caminata. Los dos rasgos que lo permiten son la dimensión y la perspectiva.
Contra lo que puede pensarse, París no es una ciudad tan grande. Buenos Aires, con sus 200 kilómetros cuadrados, tiene casi el doble de tamaño que la capital de Francia con sus modestos 105, algo más de diez mil hectáreas. De forma redondeada, con un achatamiento vertical, mide 18 km de este a oeste y 9,5 km de norte a sur. Traducido a nuestras “cuadras”, esto equivale a unas 180 por 95 cuadras.
Se puede cruzar la ciudad a pie en un par de horas.
Paso a la segunda característica: en torno al río Sena, que cruza París transversalmente, y desde sus puentes, es posible tener todo el tiempo una vista espectacular de la ciudad y de sus principales tesoros. Hay ciertos puntos en particular que tienen una maravillosa y cuidada perspectiva. Pese a su trazado irregular, París es una ciudad “ordenada” en torno al Sena. Esta segunda característica, combinada con la de sus dimensiones, bastante más “humanas” que las de otras grandes urbes, es lo que la vuelve accesible aunque se disponga de poco tiempo.
Entonces, si se tiene un solo día, a no desesperar. Se puede ver mucho de la ciudad. Desde ya que una alternativa es contratar un tour en bus.
Pero mi intención es dar aquí algunos tips para el que lo quiera hacer por su cuenta. Un plano turístico, con las principales calles y monumentos señalados -que en París los regalan por todos lados, aeropuerto, subterráneo, grandes tiendas-, bastará para orientarse. Además ahora también tenemos la posibilidad de usar el GPS si disponemos de un dispositivo inteligente.
Buen calzado y ropa cómoda completarán el equipo necesario. Si es invierno, habrá que aprovechar bien el tiempo ya que oscurece temprano, alrededor de las 5 de la tarde. En pleno verano no anochece hasta las 22:30.
Y otra cosa: incluso si se dispone de una semana, diez días, o más, es recomendable dedicar el primer día a una recorrida como la que propongo aquí. Es la mejor forma de tener una idea general de la ciudad y orientarse mínimamente en ella antes de empezar a ver las cosas con más detalle.
Si tenemos muchas ganas de ver la torre Eiffel, ése puede ser un buen punto de partida, aunque algo alejado. Otro, mejor en mi opinión, es el Arco de Triunfo de L’Etoile, ubicado al extremo de la avenida de los Champs-Elysées (ambos puntos de partida están marcados en rojo en el plano). En este caso, al llegar al río, veremos la emblemática torre, pero sin acercarnos a ella. Si se parte de la Torre, bastará con bordear el río, hacia el centro de la ciudad.
En el otro caso, dejando atrás el Arco, se recorre la muy elegante avenida Champs Elysées hasta la imponente Plaza de la Concorde. Desde allí, doblando hacia la derecha, hacia el Sena, se pasa frente al Grand Palais y al Petit Palais y se llega al espléndido puente Alexandre III, del que se pueden ver detalles en las siguientes fotos.
Desde el puente, se divisa la torre Eiffel y al otro extremo Los Inválidos y la cúpula del Panteón que alberga la tumba de Napoleón.
Una vez cruzado el puente, bastará con caminar por el borde del río hacia el centro geográfico de la ciudad. Se puede optar por cualquiera de las dos orillas.
En el recorrido podrá verse, a la derecha, el Museo de Orsay, hermoso por dentro y por fuera, vale la pena por las colecciones que alberga pero también por el maravilloso trabajo de reciclado de lo que era una vieja estación de tren para convertirla en Museo.
A la izquierda, el jardín de las Tullerías y el Louvre, un maravilloso palacio, que albergó a los reyes de Francia por muchos años antes de ser convertido en Museo. Vale la pena ingresar al patio interior del Louvre y ver el Arco del Carroussel. Allí, si uno se para en ese patio y mira a través del arco hacia atrás, verá el obelisco de la Concorde, la avenida de Champs Elysées y, al fondo, el otro Arco. Además, a través de éste se ve el arca de la Defensa, en el barrio futurista construido en las afueras de París, en los años 70.
Más adelante, el río se bifurca y forma dos islas: la más grande es la isla de la Cité que alberga algunos de los edificios más antiguos de la ciudad, como la Conciergerie (actualmente Palacio de Justicia), la Sainte-Chapelle y otra efigie por excelencia de París, la catedral de Notre-Dame.
Después de la isla de la Cité, viene la de Saint Louis, más pequeña, y que puede recorrerse en su totalidad.
Durante todo el trayecto, que puede hacerse a la inversa, es decir, empezando por la isla Sant-Louis y terminando en el Arco de Triunfo, vale la pena contemplar la ciudad desde a los puentes.
Además, se pueden hacer algunos desvíos. Del puente Alexandre III, hacia los Inválidos. En la otra orilla, desde el jardín de las Tullerías, adyacente al Louvre, vale la pena caminar hasta la place Vendôme, uno de los sitios más chic de París, y la Opera Garnier.
Luego, desde la isla de la Cité, el desvío obligado es por el boulevard Saint-Michel hasta el jardín de Luxemburgo y, enfrente, la plaza del Panteón, la Sorbona y la pequeña y preciosa Iglesia Saint-Etienne du Mont.
De ahí, se puede recorrer el interior del barrio latino.
Y, si se quiere tener una vista desde lo alto, una opción es subir a las torres de Notre-Dame o, en su defecto, ir hasta el Centro Pompidou, que estéticamente no recomiendo ya que rompe toda armonía, pero desde su terraza, a la que se puede acceder gratuitamente, la vista vale la pena.
Queda fuera de este recorrido, debido a la distancia, la colina de Montmarte, con la iglesia del Sacré-Coeur (Sagrado Corazón). Habrá que volver.