Que su hijo estudie francés antes que inglés

#PorQuéParís

“Pega, pero escucha”. Empiezo diciendo esto, como Temístocles a Euribíades cuando éste quiso pegarle con un bastón en vez de prestar oído a sus consejos de estrategia bélica, porque ya imagino la catarata de objeciones que va a caer sobre mi planteo. Así que sólo pido unos minutos de paciencia para exponer mis argumentos.

El inglés es hoy la lengua vehicular por excelencia. Se habla más y más en todo el mundo y es preponderante en las redes y las nuevas tecnologías de la información. Por lo tanto, el estímulo para aprenderlo es muy fuerte.

Quien no lo haya estudiado por mandato paterno, en la escuela primaria o secundaria o, más probable, lo haya estudiado sin aprenderlo realmente, se fijará como objetivo hacerlo, por ejemplo al emprender estudios universitarios o iniciarse laboralmente. En algunos casos, no tendrá más remedio. En ese momento, además, decidirá también qué inglés aprender. Mucho antes de poderlo hablar o de ver películas sin subtítulos, yo era perfectamente capaz de leer hasta los más densos artículos de The Economist, The New York Times o The Guardian, e incluso traducirlos. Lo necesitaba para mis estudios y trabajo y ese fue el inglés que primero aprendí, periodístico, formal.

Otros, llevados por el gusto por la música y el cine, aprenden un inglés más informal, oral, quizá incluso no sepan leerlo ni menos aún escribirlo. Pero saben el inglés que necesitan.

En concreto, no estoy negando la necesidad o utilidad de aprender el inglés. Sólo propongo, en tiempos en que las fuerzas homogeneizantes de la globalización arrasan con todo, preservar lo más posible la diversidad cultural. Y una forma de hacerlo es no promover el aprendizaje obligatorio del inglés desde los primeros años de la escuela, sino todo lo contrario: intentar que los niños conozcan y aprendan –aunque sea en sus rudimentos- otros idiomas. El inglés lo aprenderán de todos modos. Aunque no lo estudien sistemáticamente en estos primeros años, les entrará por los poros. Porque es el idioma de Internet y de la tecnología. Por la música, por las series y el cine.

Pensemos por ejemplo en esa manía hollywoodense de creer que, desde el fondo de los tiempos, todo el mundo habla y habló siempre inglés: desde Alejandro Magno hasta Napoleón, pasando por Eva Perón, el Che Guevara, los alemanes y los japoneses de la Segunda Guerra Mundial, y el propio Jesucristo -excepción hecha de la Pasión de Mel Gibson y su encomiable y raro esfuerzo por apelar al idioma de la época- todos hablan en inglés en el cine. Sólo el acostumbramiento hace que hayamos perdido el sentido del ridículo.

Creyendo mejorar el nivel educativo –y en realidad supliendo así lo que realmente debe arreglarse en materia de contenidos pedagógicos y formación docente- son muchos los distritos que disponen el inglés obligatorio desde la primaria como la panacea educativa universal. Lo hizo el gobierno de la ciudad de Buenos Aires en 2009; le siguió la provincia de Buenos Aires en 2010. Allí la propuesta es inglés obligatorio durante casi toda la escolarización, a partir de 4º grado, es decir, durante nueve años…

Es un error. Por empezar, la interconectividad ha vuelto al mundo más “pequeño”, los viajes son cada vez más frecuentes y accesibles, y eso llevará poco a poco a que todos hablemos por lo menos dos lenguas extranjeras. Entre nosotros, la oferta a los estudiantes en el secundario y en la universidad ya incluye dos idiomas. Sólo que su enseñanza deja mucho que desear y la distancia con los países donde se las habla dificulta la práctica de esas lenguas. Pero ése es otro tema.

Demasiado estímulo para el inglés

En mi opinión, se debe promover que los alumnos elijan primero un idioma que no sea el inglés, ya que éste tarde o temprano lo estudiarán. No necesitan estímulo para ello. Y la oferta de inglés existe hace tiempo en el secundario y en la universidad (gratuita, recordemos). El que lo quiere estudiar, lo puede hacer. En cambio, el estímulo para estudiar otras lenguas –salvo tal vez el portugués, por la cercanía con Brasil, o el chino, por el creciente auge económico de esa potencia- es muy débil.

En Francia, hace unos años, debatieron sobre la conveniencia de hacer obligatorio el inglés en las escuelas. Descubrieron entonces que el 97% de los alumnos ya estudiaba inglés en el colegio… En el marco de ese debate, un diputado dijo: “Es un error estratégico. El inglés es hoy la lengua más hablada. Pero eso no durará. El peso del español seguirá creciendo en Estados Unidos. El del chino y el del japonés también”.

En base a un criterio similar al que estoy exponiendo, muchos “cráneos” de Silicon Valley mandan a sus hijos a escuelas sin computadoras… Lo que parece una incongruencia tiene un fundamento razonable. En la Waldorf School de Peninsula, California, una de las escuelas elegidas por los empleados de Google, Apple y otras empresas tecnológicas de punta, no hay televisores ni PC, sólo tiza y pizarrón. Y recién se enseña informática a los 13 años.

En este establecimiento Waldorf, 75% de los alumnos son hijos de profesionales del área tech. ¿Por qué envían a sus niños a una escuela sin computadora? Uno de ellos, Pierre Laurent, con una larga carrera en Microsoft, dice: “La computadora no es más que una herramienta. El que sólo tiene un martillo piensa que todos los problemas son clavos. Para aprender a escribir, es importante poder efectuar grandes gestos. Las matemáticas pasan por la visualización del espacio. La pantalla perturba el aprendizaje. Disminuye las experiencias físicas y emocionales”. También el inglés es una herramienta, que no resolverá por sí sola el déficit educativo.

Interrogado acerca de si no le preocupaba que sus hijos estén en desventaja respecto a otros, Laurent respondió: “No sabemos cómo será el mundo dentro de 15 años, las herramientas habrán tenido tiempo de cambiar muchas veces. Por haber trabajado 12 años en Microsoft, sé hasta qué punto los softwares son preparados para ser del más fácil acceso posible”.

Por otra parte, con la informática, pasa como con el inglés: el grueso de los niños tienen hoy constantes estímulos para aprender a usar una computadora.

El criterio utilitario

El inglés es más “útil” hoy que cualquier otro idioma. Sin duda. Pero la utilidad no debería ser el único criterio a la hora de elegir qué lengua extranjera aprender. Entre otras cosas, porque no es un dato inamovible. El inglés es hegemónico hoy. No lo fue en el pasado. Quizá no lo sea en el futuro. O, como vimos, deba coexistir con otros. El propio español ya es la segunda lengua vehicular del mundo, por el número de países que lo hablan. Estados Unidos es la segunda nación en población de habla castellana, con 52 millones de hispanos, sólo superada por México.

Otro motivo por el cual lo utilitario debería ser relativizado es que cuando aprendemos un idioma no aprendemos sólo un código diferente para llamar a las mismas cosas: junto con una lengua, se aprende una cultura, una tradición, una historia. Más aún, diría que también se aprende una actitud o una filosofía de vida diferente a la nuestra. A la inversa, no es posible aprehender una cultura extranjera en toda su diferencia si no conocemos el idioma que la encarna.

Sucede también que la globalización del inglés ha hecho que la versión de este idioma que mayormente es enseñada sea aséptica, estandarizada, presuntamente “internacional” y desenraizada de la cultura británica o estadounidense, o la que sea de las muchas (australiana, canadienses, irlandesa…) que hablan esa lengua.

Se me dirá que, desde este punto de vista, todas las culturas son valiosas. Es verdad. Por historia de vida, me inclino por el francés. Pero reformulo mi sugerencia: que su hijo aprenda primero portugués, alemán, italiano, chino, árabe, francés o cualquier otro idioma, antes que el inglés.