No los une el amor sino el sponsor

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Luego de la crisis de fines de 2001, la peor en la historia de Argentina, sus habitantes ni siquiera querían escuchar que se hablara sobre bancos. El motivo era lógico: los acusaban de haberse quedado con sus ahorros, en complicidad con el gobierno de turno.

Pero se sabe que el tiempo cura las heridas, y con el transcurrir de los años aquel rechazo generalizado de la sociedad argentina hacia las entidades financieras fue perdiendo fuerza, y se transformó en indiferencia o una resignada aceptación de lo que había ocurrido.

 

Esta especie de “tregua social” hacia los bancos motivó a sus principales ejecutivos a buscar la manera más conveniente para volver a ganar la confianza de la gente. O como mínimo para mejorar un poco su imagen ante la opinión pública, que por aquel entonces estaba por el suelo.

Una de las ideas propuestas por los equipos de marketing de los bancos, y que más puntos de vista favorables tuvo entre las cúpulas directivas de las instituciones financieras, abarcaba a un elemento clave en el ADN de los argentinos: el fútbol.

El plan era comenzar a publicitar a las entidades bancarias en las camisetas de los clubes, para ganarse la simpatía de los fans y poder realizar la mayor cantidad de negocios a partir de ellos.

De a poco los nombres de los bancos comenzaron a aparecer en las casacas de equipos argentinos: Banco Provincia en Estudiantes de La Plata; Banco Macro en Tigre; Bancor en Belgrano de Córdoba; Banco Hipotecario en Racing; Banco Columbia en Huracán, que ahora se pasó a las filas del Banco Ciudad; etc., etc..

Sin embargo, el tema principal del que nos ocupa este posteo es el fenomenal golpe de efecto que dio a inicios de 2012 el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria, uno de los dos más importantes de España y a su vez un referente en toda Europa.

Ya consolidado como el “main sponsor” de la liga de las estrellas ibérica, el BBVA utilizó a su filial argentina, el Banco Francés, para adueñarse del patrocinio en la vestimenta de los dos clubes más importantes del país: Boca Juniors y River Plate.

La fortaleza en la apuesta del BBVA se demuestra en la cifra de dinero que desembolsará por ambos acuerdos: 13 millones y medio de dólares. De esta suma US$ 9 millones le corresponden a River por un contrato de dos años que comenzó en junio de este año, y que concluirá en el mismo mes de 2014.

Por su parte, Boca se quedará con los cuatro millones y medio de dólares restantes por su convenio que se extenderá durante todo el 2012.

No obstante, en un primer momento se dijo que River recibiría US$ 1 millón menos que Boca, o sea 3,5 millones de dólares por año. Aunque rápidamente desde River salieron a desmentir ese dato, aclarando a través de un comunicado que en su contrato está especificado que tanto ellos como su archirrival deben recibir idéntico monto de dinero. No fuera a ser que algún malpensado creyera que River cobraría menos por estar en ese momento en segunda división, ¿no? ¿O sí?

Ambos convenios fueron muy ventajosos para los dos clubes más poderosos del fútbol argentino. Por el lado de Boca, le permitió cambiar el polémico isologotipo rojo y blanco (los colores de River) de su anterior patrocinador: la empresa surcoreana de productos electrónicos LG.

En tanto que a River le permitirá obtener dos millones y medio de dólares más por año en concepto de publicidad en los uniformes de sus jugadores. Esto es porque desde mediados de 2010 su último sponsor, la estatal brasileña Petrobras, le abonaba “sólo” US$ 2,5 millones cada 12 meses.

Hasta el desembarco a fuerza de chequera de BBVA, la última vez que Boca y River habían compartido a un patrocinador fue entre 1996 y 2001, cuando la cervecera argentina Quilmes auspició a ambos clubes. Y más allá en el tiempo, entre 1985 y 1987, la fábrica de neumáticos Fate también apareció en las dos casacas. Dos ejemplos que reafirman la teoría de que a Boca y River no los une el amor, sino el sponsor.