Aprendemos de la historia que no aprendemos de la historia – Georg Wilhelm Friedrich Hegel
Desde tiempos inmemoriales, se ha tratado de fijar precios máximos para diferentes bienes. Combustibles, alquileres, pan. Diferentes gobiernos de diversos lugares del mundo fracasaron sin excepción en su intento de “proteger” los precios de estos bienes y de tantos otros.
A nivel internacional podemos citar casos como la Revolución Francesa, la rusa Soviética o los controles impuestos por el presidente de los EEUU, Richard Nixon, en agosto de 1971.
Pero eventos de esta naturaleza se retrotraen también al antiguo Egipto y a la época de la Roma Imperial (en estos últimos casos, no cumplir los controles implicaba la pena de muerte de manera automática, en lugar de multas).
Argentina no ha sido la excepción. Perón en 1973, Bignone en 1982, Alfonsín en 1983, Menem en 1989, Kirchner en 2005.
La evidencia es tan abundante que Robert Shuettinger y Eamos Butler pudieron titular un libro “40 Siglos de controles de Salarios y Precios – Cómo NO controlar la Inflación” (pueden acceder al libro haciendo click aquí).
Como los controles de precios impiden que el sistema de precios actúe (dándole el acceso al producto a quien más esté dispuesto a pagar por el mismo), surgen otros mecanismos alternativos de asignación. Es ahí donde aparecen las largas filas, en donde sólo se ofrece el producto a quien primero llega y está dispuesto a esperar. Otros mecanismos de asignación han sido los cupones para acceder a raciones de alimentos, como en los peores días de la Rusia Soviética.
Pero los incentivos a evadir los controles, están siempre presentes y las formas que pueden tomar esas evasiones son ilimitadas. La más simple de todas es bajar la calidad del producto que se ofrece. En la Segunda Guerra Mundial, en los Estados Unidos se agregaba grasa a las hamburguesas, las barras de caramelos se hacían más chicas o de calidad inferior. En casos donde había techo a los precios de alquileres, los dueños de los departamentos dejaban de invertir en su mantenimiento. El gobierno podría a su vez imponer estándares a cada producto o vigilar el estado de los departamentos. Pero eso no sería sin un alto costo burocrático, lo que haría el control de precios aún más costoso.
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