España vs. Che Guevara

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Existen múltiples razones por las cuales resulta curioso que  el Che no presentase mayor relevancia en la izquierda ibérica.

El Che era de descendencia española entre otras y sin embargo no se reclama autoría por parte de los españoles, siendo que este país presenta una de las polarizaciones ideológicas más enconadas  en la vida política europea. La derecha hispana tiene aun marcados a fuego sus rasgos identitarios representados en figuras fetiches, en pasiones e idolatrías trasnochadas, en contraposición con la izquierda mayoritaria, la cual incluso al descartar tantos ídolos fundacionales para reinventarse en un país tan polarizado, hoy tambaleándose, busca a tientas su pasamanos  en los modernos pero efímeros basamentos que supo agenciarse.

Durante el tiempo en que se desarrollaron las diferentes guerrillas  guevaristas y crecía la fama del Che alrededor del mundo, así como cuando tuvo lugar su captura y muerte, y los años que le siguieron con el desarrollo de la mística revolucionaria unida a su imagen, España permanecía gobernada por una de las dictaduras más anticomunistas que ha habido en la Tierra, donde se liquidó todo lo que tuviese una extracción ideológica cercana al marxismo, a través de la privación de la vida, de la libertad o del destierro.

No tuvo lugar la posibilidad mediática de desarrollar simpatía hacia la figura del Che una vez muerto, como ocurrió en el resto de Europa occidental, tanto por los comunistas clásicos, como por los eurocomunistas críticos de la URSS, que encontraban en su imagen un ejemplo de cómo se marginaba del poder a quien manifestase las diferencias con el imperio del Bien Proletario, ni siquiera fue reivindicado por los sempiternos contraculturales de la movida madrileña, como en sus homólogos en el resto de Europa transpirando  la eterna camiseta de la foto de Korda con grasa de kebabs y aroma de “grass”.

El Che al estilo de Andy Warhol

Concurría más de una razón de peso para avalar el escaso entusiasmo en la adopción del Che como ídolo de la izquierda.

España, que desgraciadamente conoció varios momentos históricos en que se impuso la injusticia a través de la brutalidad, había entrado a su mayor período de oscurantismo en la Historia moderna,  a través de la guerra fratricida que la llevó a lamentar la friolera de más de medio millón de vidas perdidas. Los vencedores gobernaron con mano recia los restantes casi cuarenta años, el subconsciente colectivo no evitó escapar de una resaca, de un hastío, de una saturación del dolor tal, que toda manifestación de la violencia  política de cualquier signo, fue enérgica y naturalmente rechazada en los años posteriores a la muerte del dictador.

Felipe Gonzalez, la figura más decisiva del cambio en la España democrática

Ni siquiera el Partido Comunista suele llevar entre sus banderas la famosa cara sombreada del Che en las manifestaciones. Incluso son contados los más nostálgicos, que aun realzan los bustos de Marx  Lenin o La Pasionaria.

El retorno a la paz en España era mucho más importante que la instauración de cualquiera de los eufemismos para denominar a un  tipo de gobierno, y el arribo a la vida democrática era mucho más urgente para el Partido Obrero Socialista Español, e incluso para ciertos sectores de la izquierda más radical, que una sociedad de fuertes roces entre los antagonismos, ni que decir de una dictadura del proletariado.

El plausible deseo de poder vivir como ciudadanos europeos desarrollados,  ocupaba más espacio en el imaginario de los dirigentes progresistas españoles que retornar a discusiones ideológicas que habían ocasionado un poso amargo de separación, odio y dolor.

El Mayo del ’68 francés fue antes bandera de los intereses de la izquierda española que el Patria o muerte venceremos de la guerrilla guevarista, más emparentados con el humorista y sarcástico movimiento de los Provos holandeses.

Los llamados a introducir al país en la modernidad no ondeaban efigies del Che, Lenin ni Mao. Ni siquiera de Trotsky, Gramsci o Bakunin, sino que pretendieron la conquista del poder a través del  símbolo de la rosa, de su persuasión y de las evocaciones hedonistas que su color y simbología sugieren.

La rosa republicana tricolor de la izquierda del PSOE

De ese modo en el país más atrasado de Europa occidental se daba la forma de izquierda más desarrollada, más avanzada, alejada de todo deseo de  derramamiento de sangre, acaso de las más militantes contra los extremismos, empezando por condenar los de la propias filas trasnochadas.

Se puede asegurar que la fuerza llamada socialista en España modernizó el país depositándolo en Europa con una economía pujante capitalista, con importantes contrapesos en protección social. Despojando la realidad de discursos, remitiéndonos únicamente los hechos,  fue la izquierda paradójicamente quien más  hizo por situar a España en un lugar destacado de las economías de mercado, entre otras cosas, entrando  durante uno de sus gobiernos en la CEE y la OTAN. Pasando de una renta per cápita de cuatro mil dólares a 28 mil dólares anuales.

El Valle de los Caídos, centro de culto de la extrema derecha española

Sin embargo hoy, al observar la sociedad en su conjunto como se desvanecen los castillos improvisados con los mal barajados naipes españoles, amalgamados con ladrillos poco horneados aunque pulverizados hasta el éxtasis mediante la pasión ibérica, se impone para la supervivencia un cambio de rumbo de la izquierda naif acerca del que todos parecen desconocer la dirección a seguir, y por primera vez en la Historia española, los desahuciados bajo los puentes, los indignados golpeados por la policía y criminalizados por el gobierno, miran amnésicamente de reojo aunque a prudente distancia, con una mezcla de curiosidad y anhelo en sus pupilas,  la cola en la que todavía aguarda la imagen del Che impertérrito ante los monstruosos bancos y sus esbirros, cargado de sangre vasca y cántabra para entrar al fetichismo ibérico como algo más que un elemento contestatario.

Aunque  siempre detrás del Valle de los Caídos, que de manera no menos inquietante, se erige tras los cada vez más persistentes llamados del vulgo a la extinción de la clase politica.