Por: Sergio Bergman
Existen varias maneras de “categorizar” la cábala. Una división puede hacerse entre cábala filosófica y cábala práctica.
- Cábala filosófica. Es la que recuperan pensadores o referentes a partir de la corriente conocida como “sabiduría judía”, iniciada a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX en Alemania y que luego se extendió a otros países de la región. Básicamente, utilizaban una síntesis entre la visión tradicional y las ciencias sociales de la academia para abordar temas relacionados con el judaísmo.
En el caso puntual de la cábala, se restaura como un conocimiento y como una corriente legítima para esa religión, ya que se encontraba en ese período en uno de los mencionados momentos de desprestigio. Como continuadores de esta misión de rescate se puede mencionar al escritor y filósofo judío nacido en Viena, Martin Buber (durante la primera mitad del siglo XX), o, un poco más adelante en el tiempo, Gershom Scholem, filólogo e historiador que, a pesar de haber nacido en Alemania, adoptó la ciudadanía israelí y fue profesor de cábala y misticismo judío, durante casi tres décadas, en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
- Cábala práctica. La que está compuesta de las técnicas que conducen a la iniciación, y obra efectos concretos en la experiencia real de lo cotidiano. Tenemos aquí la cábala meditativa abierta a todos por una iniciación por tradición, y la cábala que modifica energías superiores e inferiores obrando lo que aparenta ser (¿o realmente son?) “milagros” que sólo está reservada a los maestros dotados e iniciados para estos accesos.
También hay categorizaciones de acuerdo con los diferentes mecanismos de exégesis propios de la cábala, desarrollados a lo largo de los años con el objetivo de descifrar el sentido oculto de la Torá, las escrituras bíblicas y sus diversas aplicaciones prácticas.