Por: Sergio Bergman
Uno de los vicios que enfrenta hoy el estudio de la cábala es que muchas entidades decidieron “mercantilizar” el concepto y lo trivializaron, lo vaciaron de contenido.
Tal vez uno se tope en algún momento con algún folleto de un “cabalista”, de alguien que propone resolver problemas a través de sus conocimientos de cábala.
Esto, aunque pueda parecer tentador para alguien que esté sumido en una angustia profunda, va en contra de la esencia misma de la cábala. La sola presencia de ese intermediario nos habla de que no habrá ningún nivel de recepción.
A lo largo de la historia, hubo diferentes subculturas alrededor de esta disciplina. Decir “cábala” significó diferentes cosas en distintos momentos.
Independientemente de las escuelas hermenéuticas (es decir, de las que se apoyan en la interpretación de textos), hubo épocas en que además de ser una práctica oculta y hermética, estaba desprestigiada, degradada. Incluso, los eruditos, los sabios, los hombres de la fe y de la ley, solían dedicarle miradas de soslayo. No era una corriente mística, sino pura superstición, para el vulgo, para los ignorantes del pueblo.
¿La cábala es del judaísmo? Originalmente, sí. Esto no equivale a decir “la cábala es exclusiva del judaísmo y reservada sólo a los judíos”.
Su sabiduría es una apertura a la dimensión universal de lo espiritual. De todas maneras, hay una cábala cristiana, gnóstica, masónica, entre otras aplicaciones de su saber, por citar sólo algunos ejemplos.
Otra gran pregunta: ¿El misticismo sólo se corresponde con la cábala? En este caso, el “no” es rotundo. Las corrientes místicas son muchísimas y, es llamativo, suelen tener demasiadas cosas en común, independientemente del contexto de la tradición, la religión o la cultura en que se haya producido cada abordaje. La cábala es el canal místico que desarrolló el judaísmo en particular, su puerta de entrada a ese tipo de disciplinas, su gran autopista.
¿Ser judío, entonces, es garantía de éxito para iniciarse en el mundo de la cábala? También podemos hacer la misma pregunta formulada desde otra perspectiva: ¿Puede un no judío tener éxito en sus intentos de aproximarse a la cábala? Nadie tiene garantía de nada, pero todos están invitados a hacerlo. No importa a qué religión pertenezca, qué niveles de tradiciones cumpla (dentro del judaísmo, por ejemplo, podría decirse que prevalece el prejuicio de que la ortodoxia observante, más cercana a los antiguos cabalistas tradicionales herméticos, tiene mayores posibilidades de suceso que los progresistas liberales y laicos que apenas respetan alguna norma) ni a qué corrientes suscriba. La garantía proviene de otros elementos, que van desde cuestiones personales (sensibilidad en la apertura, momento de la vida, situación por la cual se interesó en iniciarse en el mundo de la cábala), hasta la esencia de la persona del maestro elegido.
Si el judío tiene alguna ventaja en este terreno es el hecho de haber nacido con referentes y referencias culturales de origen. Sólo eso. Es equivalente a lo que ocurre en cualquier plano de la vida con las virtudes.
Algunos tienen el beneficio de nacer en el seno de una familia que despierta vocaciones. Una persona cuyos padres son pianistas virtuosos, sus abuelos músicos destacados y sus tíos concertistas de primera línea, si está interesada en el universo de la música, tiene un espectro de valores, de modelos, de ejemplos… Sin embargo, eso no le garantiza tener éxito o poder hacer una carrera operística. Además de los referentes de familia, necesita hacer su propio recorrido, detectar su propio talento. Se da frecuentemente el caso de que muchos vienen dotados de origen pero son incapaces de bucear para constituir su propia identidad, mientras que otros, que no poseen la semilla matricial, tienen la capacidad de armar un detector y de poder hacer una búsqueda más completa.