Me gusta viajar por la ruta escuchando música. La de escuchar bien fuerte los fines de semana ordenando o cocinando, las canciones de estar viajando a las montañas.
Ir a las montañas es ir en auto escuchando las canciones que cuando estamos en el departamento parece que estás en las montañas.
La manera en que te transportas a un lugar hace a la experiencia. Por eso llegar en bici al trabajo, te cambia totalmente la vida.
Por eso a la hora de elegir una salida, que se pueda llegar en bicicleta, que en el lugar se pueda dejar la bici de manera segura, me importa mucho.
La primera vez que me fui a vivir sola, fue a un departamento gigante en planta baja. Me lo prestó la dueña que estaba viajando por Europa por varios meses. La casa tenía los techos re altos, un patio, un montón de cuartos, una gata persa mimosa que se llama Flora.
Mi bicicleta tenía su propio cuarto, con su propia entrada de la calle. Podía invitarte, venías en bicicleta, y la dejabas jugando en el cuarto de la mía sin molestar a nadie.
Una vez vino Libertad y se quedó todo un fin de semana completo. Fue nuestro plan de reclusión para preparar unas materias. En el recreo del sábado a la noche, pedaleamos desde Belgrano hasta Martínez por la Avenida del Libertador para ver y escuchar a Sueñan las Pulgas. Dejamos las bicis atadas en la puerta y las podíamos ver desde adentro del bar. Tomamos cervezas, disfrutamos la música, y nos hicimos amigos que tenían bicicletas con los que volvimos compartiendo parte del recorrido de vuelta. Nos acostamos con el brillo radiante que te deja andar en bicicleta por la noche en esa época de viento acolchonado de verano.
Con Belén también fuimos pedaleando por la Avenida del Libertador pero hasta la Casa Nacional del Bicentenario. A escuchar en vivo a la uruguaya Eli-u Pena. Belén me la había hecho conocer con la entrevista que le hizo en la revista GataFlora. Llegamos en bici, más rápido de lo que calculamos. Buscamos las entradas que se repartían gratis y nos alegramos de que nuestro transporte, podía guardarse seguro adentro del centro cultural.
Mientras esperamos para el recital, fuimos a caminar y llegamos a una heladería. Era verano y estábamos transpiradas tomando helado sentadas en un banco de plaza blanco. Me acuerdo que un perrito se nos quedó mirando, moviendo la cola.
Es muy cómodo tener espacio y estar al nivel del suelo para guardar la bici en tu casa. Cuando es más fácil, es mejor.
Ojalá así también la ciudad estuviera preparada con bicisendas para llegar a todos lados. Y lugares cerrados seguros, para guardarlas.
Sería una fiesta para todos: los que caminan, los que andan en auto, los que se toman el colectivo-subte-tren, los que pasean perros. Porque muchos más usarían la bici como transporte urbano. Más aire, más silencio, más libertad, más paz. Eso es la bici, si se le da el lugar.