De ermitaños, desertores y niños ricos con tristeza

#InfoCine

Desde Viña del Mar

Al compás del buen tiempo en las costas del Pacífico, el FICViña 2013 sigue ofreciendo películas en sus distintas secciones. Ayer se dio a conocer otro film de la Competencia Latinoamericana de Largometrajes. El Faro, del colombiano Luis Fernando Bottía, transcurre en Santa Marta, la primera ciudad del continente fundada por los españoles. Allí, Angel Porras, según sus propias palabras, tiene la misma edad del faro que custodia. De andar pausado y voz monocorde, solo pisa la ciudad para cobrar su sueldo. Un auténtico outsider. Cuando parece que nada alterará su metódica rutina, recibe unos inesperados visitantes. Una pareja compuesta por un policía exonerado y una joven mulata que viene huyendo se estrella accidentalmente contra la estructura del faro. No tardan en simpatizar con Angel, que los acoge quizás mas resignado que encantado. Pero la trama da un giro a través de un inesperado suceso y, lo que podría haber sido un argumento previsible, gana fuerza a partir del crecimiento de los personajes secundarios. Para sumar virtudes a El faro, hay un gran trabajo de fotografía con notables imágenes marinas.

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Por el lado del Panorama Local, el saldo final para la chilena Iglú no es tan favorable. Es que la película dirigida y protagonizada por Diego Ruiz parece un trabajo práctico para la facultad que reúne las obsesiones del realizador. Daniel, un veinteañero maníaco-depresivo al borde de la neurosis, no las tiene todas consigo: asumido gay, sus padres rechazan su inclinación, su pareja lo abandona y las pastillas no calman su angustia. Y por si esto fuera poco, su madre muere al poco tiempo. Pero lentamente sale a flote al conocer a Paula, una terapeuta con quién inicia un relación que excede la de profesional-paciente, y a Camila, su jefa en la agencia de publicidad donde trabaja. Si bien el film transmite un mensaje esperanzador, Iglú no deja de ser un producto disparejo que deja sabor a poco.