Pocos habitantes de la fauna urbana tienen tanta mala prensa como los cuidacoches, conocidos también como “trapitos”: que son agresivos, que extorsionan, que forman parte de una mafia y que el auto estacionado queda a la buena de Dios. Sin duda, muchos de ellos se manejan bajo esas prácticas, pero la generalización también llevaría a pensar que todos los músicos de rock son drogadictos o que los profesores de gimnasia son todos degenerados.
En una semana donde los cuidacoches volvieron a estar en foco, se estrena De trapito a bachiller, documental de Javier di Pasquo con un título más que elocuente. El eje está puesto en Gonza, un veinteañero en situación de calle que subsiste gracias a las propinas de los automovilistas y paralelamente cursa un secundario para adultos. Si bien el protagonista es, a su manera, un gentilman -es amable con los conductores y no solo vigila atentamente los autos, sino que además los lava-, las cosas no le son fáciles. “Me mandé un par de cagadas”, dice Gonza sobre algún episodio de su pasado, no exento de drogas y cárcel.
La cámara sigue el día a día de Gonza en su lucha por la autosuperación, lo cual genera empatía inmediata en el espectador. Pero el otro mérito de Di Pasquo es hacer foco también en el lugar donde estudia. Se trata del Bachillerato Popular Maderera Córdoba, un colegio montado dentro de una fábrica recuperada. No imaginen allí a un paraíso de la marginalidad: además de Gonza, en sus aulas converge un grupo de jóvenes de lo mas heterogéneo, que van desde un rugbier hasta una fan de las películas de zombies. Todos ellos con diversos impedimentos para terminar el secundario.
El instituto apunta mas a la formación concientizadora que académica, por lo que, según sus propias reglas, pueden agregarse o suprimirse asignaturas, y el hecho de fumar en el aula o montar un kiosko cooperativo es motivo de asamblea. “Nosotros queremos formar personas con conciencia política, esa es nuestra prioridad”, admite uno de los profesores. Aunque este particular método de enseñanza tenga total adhesión por parte de los estudiantes, no faltará quien se sienta decepcionado. De esta manera, De trapito a bachiller puede emparentarse con Escuela Normal (Celina Murga) o La toma (Sandra Gugliotta), dos recientes documentales de observación lectiva.
Como es de esperar, De trapito a bachiller concluye con final feliz. Sin embargo, la película de Di Pasquo no debe interpretarse como un mero “camino del héroe”, sino también como una mirada sobre la educación no convencional, con sus respectivas luces y sombras.
De trapito a bachiller, de Javier di Pasquo
Se estrena mañana en el cine Gaumont (Rivadavia 1635 -CABA), a las 14:05 y a las 19 hs.
Aquí, el trailer