Por: Emilio Fatuzzo
Giovanni Papini escribió sobre Dostoyevski: “Pensad un momento; un hombre que tiene genio y un enorme deseo de expresarse a sí mismo, de hacer sentir a los demás ese mundo oscuro y espantoso en que vive y que los demás no saben descubrir por sí mismos; un hombre que tiene la mente hirviente de pensamientos y el corazón inundado de amor y quiere buscar, mediante el divino vehículo del arte, las mentes y los corazones que puedan meditar y sufrir con él, y que durante toda su vida, o casi, se ve perseguido por los hombres, envilecido por la miseria, martirizado por un horrible mal, y que, a pesar de esto, a pesar de todo, logra escribir más de veinte volúmenes, y, entre éstos, algunas obras maestras, y soporta cualquier desgracia, diez años de trabajos forzados en Siberia, sufre toda humillación, trabaja entre todas las necesidades con tal de poder decir una parte, una pequeña parte tan sólo, de lo que siente que tiene que decir; tal es el destino de Dostoyevski. Y si se añade que esta vida de pobreza y de humillaciones, de ataques epilépticos y de deudas, fué vivida con resignación, con serenidad, con humildad de verdadero cristiano y con la constancia del estoico, vienen ganas de pensar que algún Emerson debería escribir sobre él un libro con este título: El Genio, como mártir.”
Yo puedo decir que descrubí a Dostoyevski a los diecisiete años y su obra cambió mi vida para siempre.
¿Qué tiene que ver esto con la pintura?
De alguna manera siento que Dostoyesvki me enseñó a pintar. Me mostró una manera profunda de entender la existencia, la condición humana. Me hizo ver que a la verdad podemos encontrarla inclinando el oído pura y fielmente a los rumores de muestro corazón. Me mostró que estamos entregados a nosotros mismos, que nadie nos protege ni nadie nos dirige. Que si no tenemos confianza en nosotros mismos, todo se habrá perdido pero si tenemos demasiada, no encontraremos cosa de provecho.
Ortega y Gasset dice que en nuestro puesto se juntan el peligro y la gloria; y hay una frase de Hegel que refleja muy bien nuestra difícil situación: “Tened -dice- el valor de equivocarnos.”