Buenos Aires es una ciudad donde las palabras flotan por todos sus rincones. Carteles publicitarios, murales, gigantografías, grafitis, vidrieras, todo está colocado para que levantemos la vista y leamos el paisaje. Pero al transitar por las calles, casi sin darnos cuenta, aparecen en nuestras manos pequeños papeles que invitan a pegarle una rápida lectura. Estos objetos son los folletos (o volantes): hojas livianas con enunciados atractivos que tientan a cualquier transeúnte con ganas de leer.
Para adentrarnos en esta situación particular que nos brinda la ciudad, #LeeryEscribirBA entrevistó a los protagonistas. ¿Cómo se diseñan los volantes para que sean efectivos? ¿Cuáles son los más solicitados? ¿Cuántas personas toman los folletos que los volanteros reparten? ¿Cuántas personas los leen?
“Los folletos son una herramienta vital para la propaganda o publicidad; quizá más de lo que uno imagina”, nos cuenta Nicolás Sánchez que es diseñador gráfico y posee experiencia en la confección de volantes. “La disposición más favorable es la que llame la atención mediante la utilización de tipografías sencillas, grandes, con bordes y negros pronunciados o con mucho color. Por lo general, se llama la atención mediante un titular importante, una imagen y una bajada que explique el producto o servicio“.
La llegada al público que brinda el folleto es muy interesante ya que sólo basta con caminar por la calle para recibir uno. Esta práctica es específica de un lugar como Buenos Aires dado que tiene una gran población que ronda por las veredas con ganas de leerlo todo. “El folleto sigue siendo un medio efectivo para algunos rubros por sobre otros. Los más solicitados son los que cubren necesidades rutinarias, diarias. Por ejemplo locales de comidas, dado que la gente tiene esa necesidad día a día, donde continuamente se busca precio y calidad”, cuenta el diseñador.
Jorgelina repartió volantes durante cuatro años. Infinitas empresas han puesto sus marcas en los papeles que ella daba en mano a todos los que pasaban por su esquina. Estuvo en Caballito, en el Microcentro, en Florida, en la Rural; “siempre en ‘puntos clave’”, resume.
“La mayoría de los volantes que repartí fue en eventos así que de diez que uno intenta entregar te agarran ocho o nueve”, afirma Jorgelina diferenciando de lo que es repartir en la vía pública: “en la calle, obviamente, es un poco más complicado porque agarrás a la gente haciendo su rutina o enfocada en otra cosa, por lo que en esos casos de cada diez volantes que intentás entregar te agarran cuatro, con mucha suerte”. En cuanto a la efectividad, nos cuenta que “de cada diez personas dos o tres leerán los folletos”.
Por otro lado, Juan Manuel volanteó durante 1 año y algunos meses folletos de un sex-shop en el Centro y en la zona de Tribunales. En su caso la mitad de las personas tomaban los folletos que él repartía. “La gente veía de qué era y la mayoría no lo seguía leyendo; digamos que lo leían completo sólo el 10%”.
Florencia, es voluntaria de la organización Un techo para mi país y repartió sus volantes en la calle Florida y en la Plaza San Martín. Según su experiencia un 80% agarran folletos y el 50% los lee.
Todos coincidieron en que hay algo de desinterés en el ciudadano cuando los volantes son repartidos en la calle dado que irrumpen en su camino.En esta línea, Florencia sostuvo que “antes de tener que ir a repartir, no los agarraba, o los agarraba y los tiraba o los guardaba en la cartera sin leerlos; ahora siempre los agarro y a veces los leo, dependiendo del tema que trate el folleto”.
La lectura del folleto es un habitué en Buenos Aires. Caminar por la ciudad en horarios pico y en zonas muy transitadas nos lleva de forma ineludible a tener algún papel en la mano que nos acaban de dar. Como demuestran los testimonios, que las personas tomen el folleto depende de si se dan en la calle o en un evento en particular ya que en el segundo hay un interés especial por el producto o servicio.
Pero una vez tomado el volante, que la gente lo lea dependerá del tema que trate. “Un par de veces algunas señoras se enojaban por la temática de mis volantes y me decían que no repartiera mas”, contó Juan Manuel que repartía folletos de un sex-shop. Aquí concuerda Nicolás: “Es claro que el tipo de mensaje depende de la zona y público al que se entrega.”
La entrega de folletos puede llegar a situaciones embarazosas, hasta insólitas, con tal de cumplir el objetivo. Tal es así que la anécdota de Jorgelina grafica un poco este punto: “Lo que nunca voy a olvidar es que un día que hacía mucho calor, en verano, nos contrataron para una inauguración y tuvimos que repartir disfrazadas de payasos. ¡Por dios! Fue lo peor que me pasó en la experiencia de repartir volantes”.
El folleto pasó a ser un objeto de lectura cotidiana que interrumpe nuestro paseo -laboral o de ocio- por la ciudad. Es una forma de promocionar y difundir no sólo restaurantes y casas de celulares, sino también eventos y mensajes sociales. Todos, alguna vez, recibimos uno al caminar por Buenos Aires. Algunos lo tiran en el primer tacho de basura que encuentran; otros lo guardan en el bolso como si fueran coleccionistas; y otros enseguida le echamos un vistazo, porque no aguantamos tener un papel en la mano y no leerlo.