Las tapas spinettianas (I)

#ElFlaco

“No queríamos dejar las cosas en manos de tipos mediocres de empresa, que hacen tapas de discos como si fueran chorizos”. Luis Alberto Spinetta

Sabido es que hoy los pibes se bajan la música de la interné y la representación gráfica que generalmente se tiene, dejó de ser la imagen conceptual parida por la cabeza de un artista, para ser un video que abunda en gatienzos o, en el mejor de los casos, el símbolo del Winamp o del reproductor de Windows o el que sea. Un simple archivo de formato MP3, o sea, la nada misma.

Pero más allá de eso, en la tapa y contratapa de cualquiera fuera la propuesta musical de Luis y sus bandas, siempre había un arte de tapa distintivo que respondía en un nivel artístico proporcional a la música. Algo siempre pensado, liberador y vanguardista.

Por eso, este humilde espacio cada tanto se encargará de –especialmente cuando no se me ocurra nada mejor que escribir– rescatar algún ejemplo de la iconografía spinettiana que acompaña su obra y todo lo relacionado con el mundo visual del flaco, que ya incluye la piel de más de uno.

ARTAUD

Artaud es un disco que sale en 1973, cuando se empezaba a hablar de que el Rock estaba muerto. Una frase idiota que se repite hace 40 años y que tal vez se cumpla en la medida en que tipos mediocres de empresa –como los llamara Luis luego de la experiencia del primer disco de Almendra– sigan sometiéndolo a la cadena de montaje con baños de formol y esteroides, electrochoques de marketing y otras técnicas de “rejuvenecimiento”. Spinetta, paralelamente a la presentación de este disco en el teatro Astral, presentó un manifiesto que hablaba sobre la esencia del Rock:

El Rock no ha muerto. En todo caso, cierta estereotipación en los gustos de los músicos debería liberarse y alcanzar otra luz” (…) Denuncio a los representantes y productores en general, y los merodeadores de éstos sin excepción, por indefinición ideológica y especulación comercial. Ya que estos no se diferencian de los patrones de empresa que resultan explotadores de sus obreros.

Es difícil tratar de evitar caer en el costado ideológico del disco, aún sea para hablar de la tapa o del diseño general. Es que un artista de verdad no deja al azar esas cuestiones. No ponés una foto de la banda con pose malosa, escribís “pescado rabioso” en una letra canchera y listo. Los colores que lleva Artaud son los colores de la vida:

“¿Acaso no son el verde y el amarillo,
cada uno de los colores opuestos de la muerte,
‘el verde para la resurrección,
y el amarillo para la descomposición y la decadencia?”

Diría el poeta surrealista y aparecería en la contratapa del álbum. Artaud es un disco que se erige en oposición a un desvirtuado “sexo, drogas y rock and roll”. Spinetta acá es un pibe de 23 años que dejó atrás ese rock adolescente de drogas y boludez. Él ve en el surrealismo una crítica al rock comercial, en Artaud, en Van Gogh y otros, una teoría de la liberación interior, del abrir la cabeza, romper el molde cuadrado y hacer putear al dueño de la disquería que intenta hacer calzar a la caja de este disco, que tiene una forma geométrica que ni Arquímedes le pone nombre y una fotito en blanco y negro de un viejo y una tapa que son sólo colores.