Somos animales. De costumbres y por naturaleza. Nuestro cuerpo está extraordinariamente constituido para sobrevivir hasta en las más adversas condiciones. El escenario puede ser un ámbito trágico para muchos y satisfactorio para unos pocos. Lo que nos sucede al hablar en público, incluyendo oradores experimentados, es natural, y podríamos afirmar que es necesario.
En el escenario nos sentimos desnudos, solos, paralizados; sabemos que son pocos los minutos que tenemos como oradores para que el público invierta su tiempo en nosotros, y se convenza que es productivo empezar a escucharnos.
El miedo, temor, ansiedad, pánico oratorio es una respuesta natural a nuestra presentación. No sólo es natural sino que es productivo sentir cierta dosis de ansiedad o temor en los minutos anteriores o iniciales de la presentación. Pero no hay razón intelectual que impida hablar frente a un auditorio.
A continuación (y en la próxima edición) comparto con ustedes procedimientos y técnicas que permitirán al comunicador disminuir su tensión, angustia, temor, miedo o pánico oratorio, pero destaquemos también que la práctica es la más efectiva de las armas.
- El miedo oratorio es natural. Es fundamental entender que es un estado dominable, transitorio y estimulante. Sí y sólo si lo que tiembla es el pulso o la voz, y no la solidez del tema a desarrollar.
- Conocer bien el tema. Sólo la seguridad intelectual aporta seguridad psicológica. No es posible persuadir (principio y fin de todo proceso oratorio), si no sabemos qué decir, o no sabemos a dónde dirigiremos el auditorio.
- Concentrarse en el discurso, no en uno mismo: El público no presencia una disertación con el propósito de VER al orador, sino de escucharlo. Es perjudicial para el mensaje y el orador hacer foco en la persona. Trabajar siempre en el discurso, y luego, en la devolución del público.
Y recuerde, la práctica siempre vence al talento!
Nos vemos en unos días.