Por: María Ana Ventura
El cambio climático no es un humo negro que arrasa mágicamente con las ciudades. No es, ni más ni menos, que el resultado del cúmulo de impactos negativos de los seres humanos en el medio ambiente.
¿Qué hacimos nosotros para merecer esto? Para producir la energía que requiere la vida productiva y el comfort de nuestras sociedades, se requiere la quema constante de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas), que liberan gases de efecto invernadero (CO2) a la atmósfera. Este CO2 aumenta la temperatura de la Tierra y provocan una distorsión en el sistema climático global.
¿Se puede prevenir? Por supuesto. Tomando medidas para reducir nuestra huella de CO2. Por la escala del tema, se requiere que el compromiso individual sea el reflejo de una política de Estado. “Al día de hoy, las autoridades no han entendido que reclamar el cuidado del ambiente no es una declaración de buenas intenciones. Los impactos ambientales afectan la vida de la gente, como prueba el temporal de estos días”, señalaron desde Greenpeace y agregaron “Más allá de las obras de infraestructura necesarias para resolver los problemas inmediatos, los gobiernos deben rever las políticas ambientales, energéticas y de transporte que hoy están vigentes en el país”
La tragedia de los últimos días en Buenos Aires causada por el temporal tiene que servir para algo. Propongo que sea para tomar conciencia de que nuestras acciones tienen consecuencias y de que el Planeta responde a nuestra forma de tratarlo.
Opino que la culpa no es del cambio climático, sino de quienes le damos de comer.
Hasta la próxima,
Marian