Por: Jorge Baravalle
El fútbol argentino está lamentablemente inmerso en el mundo del “ojalá”. Todo se reduce a esta interjección definida por la RAE como el vivo deseo de que suceda algo (o no).
La semana pasada, la barra brava de Independiente hizo suspender un partido. Un grupo de delincuentes (que ni siquiera son hinchas de ese club) pone en jaque a una de las instituciones más importantes de la Argentina. El presidente Javier Cantero dice que no va a parar en su lucha. ¿Cuál es la respuesta del seno del fútbol? “Ojalá algún día pueda terminarse todo esto”. Sólo eso, un dicho.
Este fin de semana, “hinchas” de Unión intentaron suspender el clásico de Santa Fe porque el resultado no los favorecía, porque fueron perjudicados por el árbitro o simplemente porque se les “cantó hacerlo”. El juez terminó el partido como pudo, con una premisa: “Ojalá esta gente se calme”. Más allá de alguna orden de terminar el encuentro como sea.
Por estos días, un dirigente de un club del interior del país que está en la pelea por no descender de categoría dijo por lo bajo: “En la segunda mitad de la temporada vienen por nosotros”; haciendo alusión a que serán perjudicados para “colaborar” con la salvación de San Lorenzo e Independiente. ¿Cuál fue la continuidad de esa frase? “Ojalá no pase, contra eso no podemos hacer nada”.
Es cierto que en las últimas horas se instaló con fuerza el rumor de que el Gobierno nacional podría hacer anuncios importantes en relación a los hechos de violencia que rodean al fútbol argentino.
Pero ojalá se pase de una vez por todas a la acción concreta, consensuada. Ojalá todos entendamos que el fútbol argentino atraviesa un momento difícil (no me vengan con eso de que es culpa de la sociedad en general). Ojalá todos pongan su cuota de ayuda, no un grano de arena que se lleve el viento a la primera de cambio. Ojalá que lo más rápido posible el fútbol argentino deje de ser el mundo del “ojalá”.