Por: Jorge Baravalle
Los jugadores de fútbol son personas que viven su vida igual que el resto de los mortales, aunque a veces no parezca. Muchos de ellos nacen soñando con gozar de las mieles del deporte más lindo del mundo, otros son amantes de la pelota pero el destino (o lo que sea) los lleva por otro camino.
Una historia singular es la del uruguayo Emiliano Albín. Nacido en Sauces, una pequeña localidad de Canelones, disfrutaba en su adolescencia jugando como delantero en el club del pueblo, Artigas (no podía llamarse de otra manera). Cuando tenía 19 años, sus intenciones de estudiar Agronomía lo mudaron a la capital, Montevideo. Un día llegó la posibilidad de probarse en Peñarol y allí fue, con sus deseos a cuestas.
No sólo quedó en la 4º división del Carbonero, sino que en su primer año fue campeón. Después llegaría su debut en la Primera, el cambio de posición generado por un tal Víctor Púa y su llegada a Boca en la Argentina.
La agronomía quedó en segundo plano, pero no tanto. En definitiva, trabaja día a día en un campo. Quizás eso también era una jugada preparada por el destino. Juegue de delantero o de lateral…